Por Marcos Nebreda | Fotos Cabalar
En sus palabras y sus gestos se percibe un gran entusiasmo teñido de cierta nostalgia. Ese entusiasmo que después de cuarenta años no ha perdido Josefina Molina y que le ha servido para enfrentarse a las adversidades de un sector, el de la dirección cinematográfica, un tanto hostil para las mujeres valientes como ella en aquella España de los 70. Su tenacidad y su insistencia desde que era adolescente, le ha granjeado una carrera impecable de éxitos no sólo en cine sino también en televisión y teatro, y un reconocimiento, ser la única mujer directora que recibe el Goya de Honor en España.
Su carácter de pionera le ha acompañado siempre, fue la primera en licenciarse por la Escuela Oficial de Cinematografía en 1969 y desde entonces su actividad detrás de la cámara ha sido incesante al frente de más de una veintena de proyectos. Entre ellos películas reconocidas con el Goya como Esquilache o la adaptación de Cinco horas con Mario. Suyo es también el mérito de haber transformado a Concha Velasco en Teresa de Jesús o de dirigir el mítico Estudio 1, referente de un tiempo en el que televisión y teatro se dieron la mano en una comunión privilegiada.
Aunque Josefina confiesa que ya ha pasado su tiempo y confía ciegamente en el relevo generacional en clave femenina, también anhela aquella generación de mujeres, la suya, que consiguió abrirse camino en el cine español como es el caso de sus coetáneas Pilar Miró o Cecilia Bartolomé, “con mucha tozudez” eso sí. Otras no tuvieron la misma suerte, a ellas les dedica su Goya honorífico al tiempo que rememora también las dificultades y la censura que obligó a encerrar “en un cajón muchos” de sus proyectos que no pudieron ver la luz.
Es consciente de los retos a los que se enfrenta la industria del cine, que “siempre ha estado en crisis” y admite la necesidad de regular “la selva de internet”, esa de la que González Macho, presidente de la Academia, renegaba en su discurso durante la gala de los Goya.
A su pasión por dirigir se suma su debilidad por las historias en femenino y por las mujeres cineastas. En 2006 fundó la asociación de mujeres directoras, CIMA junto con otras como Inés París, Chus Gutiérrez, Icíar Bollaín o Isabel Coixet. Considera que la equiparación no es total y que queda mucho por hacer para igualar en oportunidades el cine hecho por mujeres con el dirigido por hombres.
Al fin, la directora cordobesa, hija predilecta de Andalucía, que descubrió con El Río, de Jean Renoir, su pasión por el séptimo arte, reconoce que el ciclo ha acabado y que es hora de disfrutar de otros placeres alejada de las cámaras para dar paso a otras voces. Parece merecido ese descanso más cuando ella misma reconoce que su máximo logro es el de “haber sido una mujer nacida en el año 36, en una ciudad de provincias andaluza que consiguió contra viento y marea hacer el trabajo que le gustaba. Por eso yo me pondría todas las medallas del mundo”, admite, y sin duda no es poco.
¿Cómo se siente tras ser galardonada con el Goya de Honor?
Contenta, sobre todo porque es la primera vez que se lo dan a una mujer que ha trabajado detrás de la cámara, las anteriores eran actrices.
Desde sus comienzos como directora en los 70 y en un terreno vetado a las mujeres, ¿de qué forma ha cambiado la industria, sigue habiendo prejuicios?
Yo creo que el mundo ha cambiado porque las actuales generaciones pueden hacer la conciliación familiar que en mi época era más difícil. Aún así, seguimos teniendo esa especie de “techo de cristal” que no podemos superar y que nos impide llegar a puestos de responsabilidad que son en los que puedes influir de alguna manera. Yo creo que todavía no se da la igualdad de oportunidades y pienso que es porque la sociedad aún no está preparada para que la mujer se integre plenamente. Nos costará mucho esfuerzo y trabajo conseguirlo.
¿Cree que está garantizado el relevo generacional en clave femenina en el cine español?
Hay una serie de cineastas españolas estupendas que están haciendo un trabajo magnífico desde una visión del mundo de mujer pero no porque nos consideremos víctimas o nos estemos mirando el ombligo. Están aportando algo muy especial, cómo poder arreglar cosas que en el mundo no están bien. En ese sentido, me gusta como Icíar Bollaín ha abordado en Katmandú el tema de la enseñanza como llave para descartar la pobreza y los contrapuntos entre Oriente y Occidente. Todo eso hace que sea una película de una gran riqueza que habla de los problemas que afectan a la gente de hoy y a nuestra sociedad. Estas cineastas quieren aportar ideas para un mundo más amable y no tan agrio como el nuestro que es igual para hombres como para mujeres, es difícil para todos.
¿Considera que la temática social es la que más abunda entre las directoras españolas, alejadas tal vez de otro tipo de género?
Hay mujeres que han hecho género, en el extranjero el caso de Kathryn Bigelow que ganó el Óscar el año pasado y en España Patricia Ferreira, Cecilia Bartolomé, Inés París, Daniela Fejerman, Ana Díez o yo misma hemos hecho películas de género. La lista es interminable.
¿Cree que falta apoyo institucional al cine hecho por mujeres?
Yo creo que falta apoyo al cine español en general. Ahora mismo estamos en una situación muy crítica y revolucionaria porque están cambiando los patrones de consumo. Los espectadores ya no ven cine como en mi generación, sino de muchas formas diferentes, en el momento y de la forma que quieren. Tendrán que cambiar los sistemas de distribución y los productores plantearse otro sistema para hacer llegar sus productos al público.
El presidente de la Academia de Cine, Enrique González Macho decía en el discurso de los Goya que internet no era todavía ni complemento ni alternativa al cine español. ¿Qué opinión le merecen sus palabras?
Creo que ha sido un discurso bastante ponderado aunque sólo lo escuché en el ensayo. La Academia es un punto de observación importante. González Macho tiene gran experiencia como distribuidor y como productor y nadie mejor que él para ver el panorama. Internet lo que necesita es una regulación porque el gratis total no es gratis total porque hay intermediarios en internet también. Ahora mismo es una selva y hay que organizarla un poco.
En su larga trayectoria ha adaptado obras de teatro para televisión a través de conocidos y premiados espacios como “Estudio 1”. ¿Cuál es el futuro de este género?
El teatro pasa por un momento dulce pero hay un problema, les cuesta recaudar. El teatro en gira puede tener una amortización importante, no sólo cuando se estrena en grandes ciudades. En esas giras ayuntamientos y centros culturales son los que patrocinan y contratan pero muchos de ellos ahora no pagan. De este modo lo que invierten no regresa y el próximo proyecto es deficitario. El cine y el teatro, sin embargo, han estado siempre en crisis y siempre hemos sobrevivido, con imaginación se puede conseguir. Se seguirá diciendo eso de “la mala salud de hierro del cine”.
Hace ya más de una década que no dirige, ¿qué le motivó a apartarse del objetivo de la cámara?
Yo creo que la edad. Un director necesita reflejos, salud y fortaleza para poder hacer su trabajo que es duro y con la edad se pierde capacidad física. Tienes que tener mucha lucidez para ver el momento en el que debes dejar paso a aquellos jóvenes que tienen más posibilidades de triunfar y que van a hablar de un mundo que es el que interesa. A partir de determinada edad tu mundo ha pasado al archivo, ya no es el mundo real. Puedes tener una perspectiva y tener la misma curiosidad pero ya no te pertenece, lo has dejado en manos de los jóvenes que lo rigen, son los que pueden cambiarlo y hacerlo más comprensible, más vivible, más amable. Yo creo que sigue habiendo vida después del cine y hay que emplear ese momento para vivir y disfrutar del trabajo de otros.
Analizando su carrera con perspectiva, ¿de qué se siente más orgullosa?
Si te digo la verdad, de haber sido una mujer nacida en el año 36, en una ciudad de provincias andaluza que consiguió contra viento y marea hacer el trabajo que le gustaba. Por eso yo me pondría todas las medallas del mundo.
No estuvo presente en la gala de los Goya en directo para recoger el premio. ¿Con quién le gustaría compartirlo?
Lo comparto con la gente de mi generación y con las antiguas, esas que nunca tuvieron la oportunidad. Estoy convencida de que hubo muchas mujeres, que hoy tendrán 75 años, que tenían talento y les hubiera gustado dirigir cine pero que no tuvieron la oportunidad, la suerte ni el apoyo ambiental o social para lograrlo. Eso me da pena porque seguramente abandonaron por el camino. No éramos tan pocas, había más pero había que ser “cabezona” como decía Cecilia Bartolomé.
En su caso, ¿cuál fue entonces la cualidad que le hizo conseguir la meta?
Tanto a Cecilia Bartolomé como a Pilar Miró y como a mí nos trajo aquí nuestra tozudez. Teníamos decidido que queríamos dirigir cine y contra viento y marea nos buscamos la vida como pudimos. Hicimos algo que yo creo que es importante, poner un escalón más. A pesar de todo no hicimos todo lo que quisimos. Algunas como Pilar Miró no sólo hizo cine, sino también fue directora general de televisión y cine y tuvo cargos políticos.
¿Alguna vez se vio coartada o censurada en su trabajo?
Si te enseño los proyectos que están en un cajoncito en mi casa sin hacer y que me hubiera gustado muchísimo poder hacer. No pudo ser, hay cosas que se quedan en el camino. Es imposible recuperarlos hoy porque mi visión ya no es la misma, han cambiado mucho las cosas. Las generaciones tienen su ciclo y eso es así inevitablemente. Saber el momento en que tienes que dejar el paso siempre es positivo. Yo creo que mi generación ha sabido hacerlo o al menos yo me he esforzado mucho. Llega un momento en que te proponen cosas con las que no estás dispuesta a transigir. Cuando me proponían cosas que yo no entendía y viceversa supe que era el momento.