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Hasta el próximo 31 de julio, está en la programación de la Sala Cero de Sevilla, Justo a Tiempo, de la mano de Síndrome Clown. Una obra que aunque no sea nueva, no deja de ser una oportunidad para que los que no conozcan a esta veterana compañía,  se dejen hacer con el formato de “conferencia sin vergüenza” que tanto les ha caracterizado, y erigido como una de las compañías más consolidadas de la escena andaluza.

Las tres obras que he visto de Síndrome Clown (Mejor es Posible, Una de Romanos y la que aquí nos convoca), se han decantado por una formato que simula una conferencia. Y claro, dentro del lenguaje payaso está contenido el permanente juego con la ambigüedad, de tal manera que el público no tiene manera de identificar y verificar con precisión, que se está diciendo en serio, qué es una parodia, o qué es una apuesta firme en el guion. Tanto es así, que en muchas ocasiones los propios creadores no lo saben, y tampoco requiere que lo sepan, dado que esa es una de las maneras en cómo mantener el interés en lo que sucede en escena. Por tanto, si se hace una pieza como lo es Justo a Tiempo  (tratando de explicarnos qué es el tiempo, y cómo hemos de gestionarlo), ya las afirmaciones que se emitan no aspiran tener un valor de vedad; sino más bien, ser llevadas a diferentes dimensiones paralelamente, aunque ello suponga hacer el “peor chiste del mundo”.

He allí que desde el principio los Síndrome Clown, nos van caldeando para que cuando lo deseen, nos suelten bromas, que en otros contextos, ni el más osado las soltaría en voz alta. Así pues, el payaso nos proporciona una manera de abordar los temas, en la que es imprescindible dar rodeos, “piruetas”, giros de lenguaje y demás cosas por el estilo; que nos evidencian que hay un trabajo profundamente artesanal. E incluso con eso se juega en Justo a Tiempo, esto es: por más que el personaje de Víctor Carretero se “distraiga” con facilidad e interrumpa sin cesar (tema que trataré más adelante, cuando hable de las dinámicas que se generan, entre el “payaso listo”, y el “payaso tonto”), el hecho es que son las cosas que dan pie a lo siguiente, con el afán de que la dramaturgia de la obra no sea lineal, y que el público mantenga la expectación, sobre cómo seguirán adelante, dado que desde el principio se ponen sobre la mesa las “reglas de juego”.

Si es que una obra payasa, no se ocultan los códigos por los que se rige, más bien interesa que el público los conozca cuanto antes para así jugar, con lo predecible y lo inesperado. Así, los que integramos el público, se nos hace creer que todo es muy sencillo, y de repente, quedas desorientado. O dicho de otra manera, da igual el tema que se aborde, todo en payaso es un pretexto para el ejercicio de esta forma tan bizarra y traviesa, de afrontar la realidad.

Foto: Luis Castilla

Foto: Luis Castilla

 

Siempre una obra payasa se inspirará en lo cotidiano, y eso es lo que le permite que el público entre rápidamente en lo que se está hablando. He allí que salvo alguna cosa, los contenidos de estas conferencias clownescas de los Síndrome, nos son conocidos, por eso hemos de hacernos la pregunta ¿Cómo harán para justificar la siguiente “interrupción” o “rodeo”? Siendo que todo en payaso tiene una razón de ser, y aunque en un momento determinado se lleve a cabo una escena improvisando; la misma estará sostenida por una pauta que ha sido puesta a prueba, innumerables veces.

Para ello Los Síndrome Clown, suelen acudir al juego de roles de “payaso listo y “payaso tonto”, esto es: Práxedes Nieto es quien interpreta el papel de payaso listo, y Víctor Carretero el de payaso tonto (roles que si se da una ocasión muy concreta, hasta se pueden llegar a intercambiar), lo cual es signo de pasé lo que pasé en escena, siempre vuelven al punto de partida para que la escalada de bromas y demás, sea lo que es pasajero. No vaya ser que insistir mucho tiempo con un chascarrillo, lo “gaste”; por ello se tiene el recurso de abstraer al mismo a un contexto, que tiene y no tiene nada que ver.

Los que conocemos algo a esta compañía, sabemos que de antemano que lo que se expondrá requiere ser “aclarado”, se debe de una vez por todas hablar en serio. Y para ello la mejor garantía es el “liderazgo” del personaje de Práxedes Nieto, quien intentará hasta la saciedad, que la conferencia siga adelante (recordad, que un payaso viene a hacer algo al escenario, y ese algo ha de ser terminarlo como sea. A menos de que surja una cosa lo suficientemente importante, como para dejarlo entre paréntesis, o integrarlo en una “nueva misión”). Y si queda alguna duda, el “payaso tonto” no es que no quiera terminar con los objetivos que le unen a su compañero, pero todo es tan interesante, todo merece mención, siempre hay una oportunidad para soltar algo que le reconcome…, en fin, una serie de cosas que los hace codependientes, porque sino la obra se cae, y la relación entre ellos no estaría lo suficientemente clara.

Mientras tanto, se trasladan estas dinámicas (la cuales haría falta profundar más) a cada cuestión tenga o no sentido desde el supuesto sentido común, que compartimos en nuestro día a día. Si supuesto, porque en el fondo, todo lo que se dice en una obra payasa tiene sentido, aunque el mismo lo hayamos adjudicado a un mundo infantil, bobalicón, de alguien que quiere llamar la atención…, es más, ello precisa ser subrayado porque si no estaríamos en una obra payasa. Dado que se trata de poner a pensar al público, sobre si lo que sucede en escena es una lectura “deformada” de la realidad, o quizás, dicha realidad es más absurda de lo que parece, pero al haberse normalizado, ya hay poco de qué hablar.

Claro que nos reímos, nos ponemos las manos sobre nuestras cabezas, incrédulos, de que se ha hecho esta broma y la otra…, no obstante, Justo a Tiempo recoge lo anterior, mientras ofrece una serie de preguntas al público sobre si lo que se considera como normal, es o no es razonable para tener una calidad de vida. Basta atender cada vez que repiten que los españoles dedican de media cuarto horas al día, a ver televisión, ver series en el ordenador, etc…, como para cerciorarse, que Síndrome Clown, han asumido que este lenguaje no sólo vale para entretener al público, o hacerse más doctos como actores; sino que además, que el tener un público delante, es una oportunidad de presentar afirmaciones que en otros contextos, no se recibirían con la mejor de las predisposiciones. No estoy diciendo que ellos estén haciendo una gran  “obra social”, sino más bien, que ellos saben que tienen un poder valioso que puede ser gestionado de una forma u otra, y ésta desde luego, contribuye a que este mundo sea un poquito mejor.

Justo a Tiempo es probablemente, el trabajo más maduro de que les he visto: porque aunque Una de Romanos y Mejor es Posible, integran las cosas que he enumerado en este texto, el caso que es que ésta, es más frontal y atrevida con lo que respecta a las implicaciones de lo que se le está emitiendo al público. Pues, tengo la sensación que han escogido este tema desde la necesidad de que su mensaje llegue, no que han escogido uno u otro, porque se le ve muchas posibilidades en la recepción del público, o qué tantas bromas se pueden elaborar, etc…,  o dicho de otra manera, el payaso es una disciplina que se puede permitir no criticar directamente a la realidad que le rodea, porque ya la filosofía payasa recoge una serie de actos performativos que arremeten, a lógica general que hace que este mundo, sea en demasiadas ocasiones, más bizarro y ridículo que una obra payasa. La diferencia reside en que los payasos lo saben, siendo que ya han pasado por el proceso de desaprender, y allí es donde reside su sabiduría.

Foto: Luis Castilla

Foto: Luis Castilla

 

 

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