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Por Marcos Rodríguez Velo

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Casi cualquier chico que haya crecido durante el auge de las máquinas de videojuegos recreativas que tuvo lugar a finales de los años 80 y principios de los 90, habrá sucumbido al encanto de OutRun, un juego de carreras que llevaba al jugador a contravenir todos los códigos de circulación conocidos y a conducir a través de seductores y sugerentes paisajes durante los cinco minutos de disfrute que ofrecía (eso para los jugadores más avezados, los demás solíamos salir derrotados mucho antes víctimas de una curva de aprendizaje casi vertical). Lo mejor del videojuego, y que lo convertía en lo más cool antes nuestros ojos preadolescentes, era que te permitía ponerte a los mandos de un Ferrari Testarossa y la posibilidad de elegir la banda sonora a golpe de volante. Ahora, 27 años después de su lanzamiento, OutRun recibe un merecido homenaje musical.

Kavinsky es un personaje creado por Vincent Belorgey y cuya historia se nos narra en Prélude, la primera canción del disco. Es el año 1986 y un adolescente tiene un accidente con un coche rojo, resultando en una especie de fusión entre dicho coche y el joven que a partir de ese momento recorrerá las carreteras de noche en búsqueda de su amada. Sobre el papel es un concepto que suena desastroso, pero la puesta en escena y el compromiso que muestra Vincent con su papel lo hacen funcionar a la perfección (y siendo sinceros, todos hemos visto series televisivas de los 80 con planteamientos mucho peores). No existen suficientes artistas que usen la música como una forma de narrar historias, así que estamos ante una propuesta atractiva y muy elegante. Todo en este álbum nos evoca a los 80, desde la portada hasta los títulos de las canciones. Kavinsky es desde luego hábil a la hora de crear una ambientación cohesiva.

Ya desde el principio distinguimos una música elaborada con esmero y unos sonidos sintéticos que conforman un repertorio de instrumentos y voces “frías” en su apariencia externa. La influencia videojueguil se revela más y más incuestionable a medida que avanzamos por las diferentes canciones, que dejan atrás esa gelidez haciéndose más intensas y frenéticas. Blizzard y ProtoVision, quizás las canciones más tradicionales del disco, están empapadas en aquel sonido oscuro de las bandas sonoras de las películas de hace tres décadas e inspiradas en los sintetizadores de Giorgio Moroder entre otros (incluída Prélude, que evoca inevitablemente a la intro de Scarface). Nightcall es más conocida por su inclusión en Drive, esa maravillosa película de Winding Refn que es en sí misma también un homenaje a un cine de épocas pasadas, y cuenta con la participación de la seductora voz de Lovefoxxx, cara visible de Cansei de Ser Sexy. Una canción irresistible que contó con la producción de Guy-Manuel De Homem-Christo, de Daft Punk, siendo irónicamente el tema que menos suena a la música del dúo electrónico francés. En OutRun encontramos otras tres canciones que cuentan con voces: First Blood y Odd Look funcionan bien, ya que sirven de acompañamiento a la instrumentación, incuestionablemente lo más importante en la música de Kavinsky, y no al revés, como es el caso de Suburbia, un experimento a caballo entre la electrónica y el rap que no acaba de convencer por completo.

El caso contrario a Suburbia es Roadgame, un intento de ofrecer algo diferente, y cuyas cuerdas cercanas a la música disco enganchan desde el primer segundo. Mientras, en mitad del disco encontramos Testarossa Autodrive, una de las primeras canciones creadas por Kavinsky en 2006 y que no pierde ni un ápice de su atractivo en medio de todas las nuevas canciones, y Rampage, que samplea uno de los temas de ese mito de la infancia de muchos de nosotros que es Dragon Ball. Más de uno no podrá reprimir una lágrima al revivir aquellas interminables batallas de Son Goku y sus amigos en pleno 2013.

A pesar de lo mucho que se ha hablado sobre la vuelta del sonido de los sintetizadores y de homenajes a la música de los años 80 (yo mismo lo he hecho en multitud de ocasiones), lo cierto es que hasta hace poco nadie había conseguido realmente sacar a la superficie aquel sentimiento de nostalgia por las series y películas de aquella época. Ahora, artistas como Kavinsky, y otros como Mitch Murder o Lazerhawk, lo logran con una fidelidad asombrosa, sin perder de vista el contexto más actual en el que vivimos. Muchos estarán tentados de acusar a Kavinsky de ser un embaucador que nada nuevo tiene que ofrecer. Los que lo hagan se estarán perdiendo uno de los mejores discos que podremos escuchar este año. Kavinsky no engaña, su objetivo no es otro que revivir los sonidos del pasado y hacerlos versátiles y frescos, convirtiéndose en el actual rey de los sintetizadores.


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