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Llegó Kurt Rosenwinkle y el Lope de Vega se vistió de Jazz, acogiendo, en este precioso teatro neobarroco que Aníbal González ideó en la exposición del 29, a uno de los mejores tríos de Jazz que han pasado por Sevilla en los últimos tiempos (con el permiso de Jack Dejohnette, Ravi Coltrane y Mat Garrison, que nos deleitaron no hace mucho), ofreciéndonos una asombrosa variedad de atmósferas entre el free-jazz y el rock sicodélico.

Y no sólo de Kurt se trata: le acompañan Tim Motzer a la guitarra Godin y Gintas Janusonis al sinte y percusiones, que con el tiempo han ido configurando su excelso sonido, obteniendo unos niveles de sincronía, feeling y perfecta compenetración dignos de bandas con mucho recorrido y no de proyectos intermitentes como el que nos ocupa.

Porque la música en directo ha de reinventarse y hoy día proliferan giras con diferentes formaciones dependiendo del país visitado, Kurt Rosenwinkel alterna espectáculos con su banda Caipi (su último trabajo) y su anterior proyecto, Bandit-65, en formato trio, reducido, íntimo, dibujando paisajes de ensueño o pesadilla y dejando mucho más espacio a la improvisación y la inventiva.

Ocho años contemplan a este asombroso trabajo, reinventado y renovado continuamente, pero reconocible, y construido bajo un esquema subyacente en la mayoría de los temas: comienzo con sonidos de atmósfera urbana o salvaje (por momentos, la imaginación se aventura en terrenos de B.S.O. de películas apocalípticas) que Janusonis inunda de suaves percusiones, sinte y samples; entrada de Kurt o Tim dibujando frases sencillas, arpegios repetitivos, leves melodías, expresando sonidos elaborados a partir de sus loopers, pedales pigtronix o (en el caso de Tim) aprovechando la versatilidad que las guitarras midi Godin ofrecen  al conseguir emular infinitos sonidos: mandolina, guitarra clásica, acústica, bajo eléctrico, etc.

Comienzan con Ever The Horizon y a partir del esquema señalado desarrollan cada uno su particular visión del tema: Janusonis lo envuelve todo creando un fondo propicio que Kurt y Tim aprovechan para frasear en duelo o cada uno por su cuenta, usando un fondo armónico de estilo japonés, adornado con técnicas de dinámica más propias de estilos pop-rockeros.

Continúan con The Cycle, respetando el orden del disco, y comprobamos como dulcifican algunos sonidos de guitarra saturada presentes en el trabajo de estudio, optando Kurt por el típico sonido Metheny de guitarra y exprimiendo Tim Motzer su guitarra Godin a través de infinitos matices. Tras este segundo tema, Rosenwinkel presenta el grupo al no muy numeroso público, pues ni el día (martes), ni la hora (20:30), eran muy propicios.

Tras la presentación, llega Lost Temple, un larguísimo tema que ofrece la oportunidad de lucimiento a Kurt, desplegando todo su virtuosismo con escalas vertiginosas y cambios armónicos, partiendo de atípicos modos griegos, quizá referenciando al flamenco que en sus palos hondos usa el primer tetracordio del modo frigio, y a partir de los cuales Motzer construye su acompañamiento, empleándose a fondo con sus pedales de efectos. Y Janusonis…

Gintas Janusonis merece comentario aparte, pues no solo sustenta, como es natural, la sección rítmica del trío o crea profundas atmósferas con sus sintetizadores en casi todos los temas, sino que es un percusionista de una técnica extraordinaria, con gran variedad de recursos, dinámica sostenida y originalidad en los sonidos que consigue de su batería: sublime.

Y así, sin prisa, pero con brío, van desgranando los temas de Bandit-65, completando la poco más de una hora de concierto y descubriéndonos un universo creativo que consiguen plasmar y mejorar en directo, provocando el deleite de la concurrencia, fiel al excelente Ciclo de Jazz del Teatro Lope de Vega.

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