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Las compañías Teatro Mute, Fritsch Company y Yurdance, representaron sus respectivas piezas de danza contemporánea en el Teatro La Fundición (Sevilla). Piezas que han cerrado una maravillosa edición de otoño Festival Escena Mobile.

Los que nos siguen habitualmente en ACHTUNG!, recordarán que los pasados 4 y 5 de octubre, se publicaron las respectivas críticas de las primeras dos sesiones de esta edición de otoño del Festival Escena Mobile que se llevaron a cabo en el Teatro TNT (Sevilla).En las mismas hubieron unas correspondientes introducciones sobre la lectura del filósofo, divulgador y maestro argentino Darío Sztajnszrajber, al respecto de la idea del otro en el filósofo de origen lituano Emmanel Lévinas. Asimismo, cerraré este pequeño proyecto de hablar sobre la identidad y sus repercusiones con todo aquello que nos excede como sujetos, de la misma manera. Esto es: aportando los contenidos/herramientas de las que me valgo para analizar las piezas que se representaron el pasado 20 de octubre en el Teatro La Fundición (Sevilla).

Ahora bien, la identidad es un constructo que nos permite organizar el tiempo que pasa, y a la vez, supone un modo de seguir sosteniendo que algo sigue siendo lo mismo en el transcurso del tiempo. De esta manera la identidad es percibida como algo artificialmente permanente, pero ésta está sometida a numerosas desventuras que ponen a debate el que dentro de nosotros sólo habita una, siendo que somos muchas cosas de forma paralela. No sólo me refiero a que desempeñamos numerosos roles a lo largo de todos los días de nuestras vidas, que están en diálogo entre sí; sino que además, se hace recurrente la sensación “extrañamiento” sobre nuestra persona, signo de que como poco, está activo un proceso de escisión de dicha identidad.

Seamos claros, no existiría el diálogo si no hay al menos dos individuos confrontando impresiones, y si a ello se añade que todo lo que me excede como sujeto es lu otro, entonces podemos caer en la conclusión de que habitamos en un mundo atomizado, en donde agarrarse a modelos tradicionales de entendernos a nosotros mismos y a lo que nos rodea, se hace inhabitable. Bajo estas premisas  no hay manera de entender al otro ni a uno mismo, así que corresponde situarse en las fronteras para darse cuenta que todo lo que se ha colocado en lo más alto de la jerarquía, termina acometiendo unas dinámicas administrativas que garantizan que todo lo que es visto como la alteridad, es planteado bajo un argumentario que es circular que no permite que ese otro deje de ser visto como la alteridad. Por tanto, toda resistencia a una identidad concreta nos lleva a dinámicas autoritarias.

De esta forma la deconstrucción de  estas narrativas y sus consecuentes materializaciones en nuestra realidad, supone visibilizar a aquello que está viciado; a aquello que por más que se nos presente como “natural”, tuvo su momento fundacional que es localizable a poco que se haga una genealogía. A dónde quiero llegar con esto, es que el acto de definir  algo aspira a una totalización de lo que se está definiendo, así el problematizar lo que se ha establecido es un tarea que irremediablemente nos conduce al infinito. He allí que hacer filosofía supone (entre otras cosas) aprender a elaborar las preguntas adecuadas, más que encontrar respuestas concretas.

Sin más dilaciones, les dejo con lo que he considerado más importante de las piezas que han cerrado las actuaciones programadas de esta edición de otoño del Festival Escena Mobile, del día 20 de octubre del presente año:

Teatro Mute (Sevilla). ¿Perdidos?

Teatro Mute. ¿Perdidos?

Teatro Mute (Sevilla) con ¿Perdidos?

Coreografía: Susana L. Villegas     Intérpretes: Susana L. Villegas y Jaime García.

¿Perdidos? Es una obra que se vale de numerosos recursos del clown para contarnos una historia cotidiana, que aunque en el fondo no sucede nada extraordinario, la clave está en atender el cómo se van abordando las diferentes avatares por los que pasan sus personajes. Personajes que están claramente delimitados. Esto es: Jaime García es el líder que procura que el que interpreta Susana L. Villegas, no se distraiga tanto con la infinidad de cosas que se le pasan por la cabeza. Y no es que el personaje de esta última no sea una exploradora trabajadora, sino que en realidad, hay tantas cosas que “brillan” a su alrededor que el salirse del itinerario previamente establecido, es cuanto menos natural.

Claro que todo lo anterior es llevado hasta la caricatura, y que los roles que interpretan ambos personajes pueden resultar inamovibles. No obstante, allí es donde reside el cómo se acogieron a la tradicional dinámica que se da entre el payaso listo y el payaso tonto, en la que el payaso listo hace de líder (el que conoce, aunque al final no cesen de haber evidencias de que no sabe tanto de lo que quiere hacer entender), y al lado suyo está el payaso tonto, quien aunque sea su fiel aliado, no deja de distraerse con lo que sea, o termina haciendo un sinfín de rodeos para llevar a cabo las indicaciones del payaso listo.

Con dichos recursos se nos muestran a dos exploradores que acampan en medio de la naturaleza, que entre una cosa y otra, interpretan coreografías que aunque parezcan torpes e ingenuas, dentro de las mismas hay un trasfondo en que hay dos personas que lo que más desean es jugar, y disfrutar de todo lo que les puede brindar la vida.

Se dio la coincidencia de que esta pieza ya la había visto en el Teatro TNT el pasado 3 de octubre, y esta vez me quedé con mejores sensaciones, las cuales me conducen a seguir suscribiendo lo que dije en su correspondiente crítica (publicada el pasado 5 de octubre en este medio). Pero añadiría que ¿Perdidos?, es una obra que ganaría mayor consistencia si se hiciese una versión más larga, tras haberse hecho un proceso de investigación más profundo. Lo anterior no lo digo porque la pieza esté incompleta, sino más bien, porque tengo el convencimiento que las posibilidades que tiene el dúo que conforman Jaime García y Susana L. Villegas, son mayores de lo que se nos ha representado.

Fritsch Company. Haruz. Foto Jacobo Medrano

Fritsch CompanyHaruz. Foto Jacobo Medrano

 

Fritsch Company (Madrid) con Haruz

Coreografía: Adrián López y Pilar Muñoz   Intérpretes: Adrián López y Pilar Muñoz

Haruz es una pieza que me ha generado más preguntas que certezas, pues ésta se desarrolla en un terreno de tal abstracción, que aunque quede claro que el personaje que interpreta Pilar Muñoz, acompaña y cuida al de Adrián López. El caso es que ellos no se preocuparon demasiado en definir con precisión lo que estaban representando; sino más bien, ofrecernos numerosas imágenes que procuraban emplazarnos en un ambiente onírico y poético. De cualquier modo, al trascurso de la pieza ello va perdiendo relevancia, y no es que no haya una dramaturgia que organice la narrativa de Haruz, sino que ellos se limitaron a sugerir lo que lo que a ellos les llevó a componer a esta obra.

Precisamente, la danza (más la contemporánea, entiendo yo) es un arte que se centra en la sugerencia, porque piénsese que a diferencia del teatro más naturalista, en la danza se enlazan imágenes extracotidianas  que han sido moldeadas a tales grados que no es que pierdan su contenido, sino que al ser situadas en un contexto tan diferente del que le dio origen, dicho contenido ensancha sus límites para terminar aludiendo a cosas que si no fueran a través de este tipo de manifestaciones artísticas, no podrían ser tal y como se nos plantean en escena. De esta manera Haruz, nos reta a nosotros los espectadores, a no obsesionarnos con entender cada una de las cosas que la componen, y por más que muchos de sus contenidos estén sólo al alcance de sus intérpretes, el caso es se nos permite a que nos imaginemos lo que fuere sobre lo que sucede en escena.

Aún con todo, el personaje Adrián López es un individuo que vaga de un lado a otro ensimismado, que más que estar centrado en encontrar una salida a su estado, lo explora a través de una danza sosegada y vehemente. Adrián López juega con distintas dimensiones al situar a su cuerpo de en el espacio, mientras está allí el de Pilar Muñoz custodiándole para asegurarse de que todo sigue su libre curso. Así sus intervenciones pueden ser entendidas como un  apoyo, otras como una mera observadora que recaba información útil sobre el personaje de Adrián López, con el fin de desempeñar de la mejor manera su labor.

Si nos acercamos a la sinopsis, nos encontramos con que se revaloriza el poder seguir estando recorriendo el camino en el que estamos cada uno, más allá de si se salió ileso o no de los obstáculo que uno se haya podido encontrar en el camino. Ahora bien, el hecho es que hasta que finalicen nuestras vidas siempre estaremos en el camino, sea cual sea el estado en el que estemos; pues, todo es posible de reconducir a una dirección u otra, aunque la verdad que ello no garantiza que se nos dispongan contextos más o menos habitables. Por tanto, Haruz es una pieza atrevida que se desenvuelve en una fina línea que le pude hacer parecer pretenciosa, pero al menos en mi caso, prefiero decantarme con que es un trabajo profundamente personal en el que se dejó de lado el que se puede pensar, para darle más peso al qué necesitaron expresar sus intérpretes.

 

Cía. Yurdance. The sound of the void. Foto: Jesús G. Pastor. unfotografo

Cía. Yurdance. The sound of the void. Foto: Jesús G. Pastor. unfotografo.es

 

Cía. Yurdance (Barcelona) estrenó The sound of the void

Coreografía: Jordi Cortés   Intérpretes: Rita Noutel y Míriam Aguilera

Tras ver esta pieza la primera pregunta que se me vino es, si Rita Noutel y Míriam Aguilera interpretaban las dos caras de una misma moneda, o por el contrario, eran dos personas conectadas pero que vivían dos vidas independientes. Lo digo porque tengo la impresión de que los elementos que componen la dramaturgia de The sound of the void  sean discordantes, quizás la cosa está en hacer un esfuerzo extra como espectador, para trata de discernir qué es realmente importante en la misma.

De cualquier modo, se nos presentan dos personajes  que están sumergidos en medio de una exploración interna que más que pretender entender cuál es su realidad, quiénes son, y demás cosas por el estilo; tan sólo están en el espacio. Tal y como abordan ambas bailarinas el espacio escénico, se puede presuponer que están en medio del vacío. O dicho de otra manera: no hay un “afuera”. Así, esta pieza se desarrolla en un espacio donde no hay direcciones, ni otro tipo de orientación que nos ayude a hacer alguna equivalencia con nuestra cotidianidad, tan sólo hay dos subjetividades que en ocasiones, interactúan de forma directa, otras hay una suerte de coordinación en que aunque ambas no ejecuten los mismo movimientos coreográficamente, lo que hacen tiene resonancia en la una hacia la otra, incluso hasta llegar a retroalimentarse.

Cierto que en términos generales, lo que hace la una y la otra son cosas independientes, pero cuando se ve a  Rita Noutel y a Míriam Aguilera accionar en el mismo marco, ambas se hacen imprescindibles para que la pieza funcione y tenga sentido. He allí que les asegure que de ningún modo The sound of the void, es un trabajo que deba ser entendido como dos solos en un mismo escenario; quizás lo que más se aproxime, es que se nos representan dos caminos que se dan en paralelo, y por mero hecho de que estamos hablando de dos seres humanos con realidades que en algunos aspectos se pueden equiparar, se suceden coincidencias o ampliaciones entorno a lo mismo.

Les estoy hablando de una pieza que transciende la idea de un yo único y permanente, para tratar sobrepasar todas las fronteras que no nos permiten concebir la condición humana, como algo que nos atraviesa a todos, al margen de nuestras ineludibles singularidades. Una condición que más que definirnos de una manera universal, nos hace desenvolvernos en unas condiciones de posibilidades donde se generan infinitas soluciones, a pesar de que todos estemos hechos de la misma “materia prima” (si se permite la expresión). Todo ello con una iluminación que subrayaba la emotividad de lo que se está exponiendo en escena, sin que ello nos lleve a una dinámica que cayera en lo narrativo.

Se fueron sucediéndose imágenes que en sí mismas quizás no tengan un significado, pero enlazadas tal y como lo fueron, generaron una dimensión en la que todo puede ser interpretado de muchas maneras, poniendo en debate a modelos epistemológicos que tenemos tan integrados en nuestro día a día, en los que cada cosa posee un nombre pero no se articulan una con la otra para complementarlas. He allí que me reafirme en que trabajos como The sound of the void como otros tantos, demuestran que esos “apellidos” de “danza inclusiva” y “danza social” son limitados y limitantes: profesionales como las que componen Yurdance están a la misma altura de los que bailan en certámenes coreográficos o programaciones, que no lleven por bandera dichos “apellidos”.

The sound of the void es un trabajo brillante, inteligente, maduro… Algo propio de profesionales con una larga trayectoria que se toman en serio su profesión: sin lugar a dudas, es la pieza que más me ha gustado, de lo que he vista en esta edición de otoño del Festival Escena Mobile. Y yo me pregunto, a qué se espera para que este tipo de piezas se programen más en teatros y festivales, sin que se diga que se tiene “conciencia social” porque se ha programado una pieza o dos de “danza inclusiva”. Como si se tratase de aparentar que se cubren una serie de cuotas de “discriminación positiva”, que es lo que me hace interpretar paternalismo y “capacitismo”. Dado que las personas con cuerpos diversos no son nadie que merezcan aplausos por “haber participado”, ni que la gente se emocione más porque supuestamente habrán pasado más dificultades que los que se les llama “normales”.

 

 

 

 

 

 

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