La programación de la edición del 2024 del ciclo Huellas: Danza en Paisajes Urbanos, fue: Íor de Cía. Marc Fernández, Clinch de Cía. Ángel Durán Performing Arts, Naufragio Universal de Cía. Marco Vargas & Chloé Brûlé y la Verbena facilitada por Javier Domínguez, en esta última, se le cedió el escenario a los que integramos al público, para canalizar las ganas de bailar que nos dejaron las actuaciones que le precedieron.
Íor – Cía Marc Fernández
Coreografía: Marc Fernández y Julio León
Intérpretes: Marc Fernández y Mario Elías
Si no fuera por lo que se nos indica en la sinopsis, personalmente, yo hubiera caído a la conclusión de que Íor es una rutina para entrenar portés y alguna que otra acrobacia con enlaces bien elaborados a través pasos de danza contemporánea. Sin lugar dudas, la ejecución de los movimientos de estos profesionales fue impecable y rigurosa en lo técnico, pero cuando yo veo un trabajo en escena en el que no he identificado la representación de un marco conceptual que en el que se haya profundizado (sea de tipo formal o algo que esté relacionado con la condición humana), no concibo que el mismo sea de artes escénicas, sino de otra disciplina: algo que responde a otros presupuestos.
Lo cual no entra en contradicción, con que un grupo importante del público haya salido encantado y satisfecho con lo que ha visto, siendo que no es descartable que haya personas que han atribuido tal acción y la otra con aquello que se sienten identificados o más sensibilizados. Asimismo, ello no implica que se ha desacreditar del todo en este contexto a estos profesionales, puesto que está claro que todavía estamos en un proceso de asimilación de recursos de numerosas disciplinas por parte de las artes escénicas. Sin embargo, lo anterior no ha de operar en detrimento de diluir la razón de ser de las artes escénicas, es decir: comunicar un mensaje determinado a través de un formato que se perfile insustituible, de lo contrario, su contenido llegaría al público de un modo confuso o incompleto.
Dicho esto, me pregunto si los integrantes de Cía. Marc Fernández aún les queda por trabajar en la dirección y la interpretación de Íor, o bien redactaron esta sinopsis para “cubrirse las espaldas” cuando se encuentren con espectadores que perciben a las artes escénicas, como algo que no debe limitarse al entretenimiento y a lucir el virtuosismo de sus protagonistas.
De cualquier modo, no quiero menospreciar la cantidad de horas y esfuerzos invertidos por algo que puede porvenir de un desacuerdo en la forma de entender qué es lo que distingue a una obra de artes escénicas de otra cosa, porque mi tarea es argumentar el porqué de mis posturas con ánimo de llevar a cabo una labor pedagógica que, al mismo tiempo, contribuya a que se mantenga y evolucione un espacio de reflexión y diálogo entre todos los ámbitos que hacen posible que el acto escénico se consuma por completo.
Clinch – Cía. Ángel Durán Performing Arts
Coreografía: Ángel Durán
Intérpretes: Ángel Durán y Yeinner Chicas
Al margen de que en los tiempos que corren se estén visibilizando otras formas de desarrollar nuestras respectivas expresiones de género (o sea, lo relacionado con cómo nos mostramos al mundo: la manera en que gesticulamos, nos vestimos, en qué tono de voz emitimos nuestras palabras, etc…), independientemente, de cuál sea nuestra identidad de género o nuestra inclinación afectiva-sexual, pienso que ya en las masculinidades más hegemónicas habita el contenido suficiente para localizar una serie de “fisuras”, con las que cualquiera que se lo proponga, de con el camino para comprender qué es lo que le está pasando, más que sólo enfrentarse a las consecuencias de ello.
En esta línea, Clinch comienza con la presentación del arquetipo que representan Ángel Durán y Yeinner Chicas. Se trata de dos individuos que lidian con sus contradicciones a través de superar los objetivos que determinan a sus entrenamientos. De esta forma, vemos a dos sujetos que, de un modo u otro, “huyen hacía adelante”, que no se permiten dejar de hacer cosas “productivas” para ser “el mejor”: tal y como si tuviesen fe de que todo ese esfuerzo fuese una inversión para alcanzar la plenitud en todas sus manifestaciones.
Todo se complica en cuanto emergen indicios de las relaciones de poder provenidas de dar riendas sueltas al “espíritu competitivo” de ambos, puesto que el que está delante es percibido como un obstáculo, no tanto como una persona que está dentro de un contexto similar. Como no es de extrañar, la reproducción de estas dinámicas pasa también por no dar lugar a intercambios de impresiones y, menos aún, a priorizar llegar a acuerdos, porque suele ser más efectivo para dicho sistema sortear un conflicto, en vez de reconducirlo a soluciones no violentas. Muchos emparentan este tipo de comportamientos a las masculinidades más hegemónicas, no obstante, defiendo que el deshumanizar al otro tiene mayor preponderancia en todos los casos.
Mientras tanto, Ángel Durán y Yeinner Chicas desplegaron en escena una composición con un sentido del ritmo escénico ejemplar. Basta fijarse en los juegos de miradas entre ellos; sus cambios de lugar por el espacio; el ralentizar los ataques en momento del combate de boxeo o los portés en cuanto se reconocen entre sí, como personas sin las herramientas suficientes para digerir lo que ha estado pasando. Por lo anterior y muchas más cosas, considero que Clinch aborda un tema que cada vez tiene más visibilidad en países del llamado “mundo occidental” como lo es España, pero pocos, hoy por hoy, son los que han dado con la mejor fórmula para pasar de darle “rostro” a lo que se está haciendo alusión, a ir un más allá de unos presupuestos a través de un acto escénico de gran calidad.
Naufragio Universal – Cía. Marco Vargas & Chloé Brûlé
Me parece increíble y ejemplar como en veinticinco minutos se puede contar el mismo contenido del de una obra de más de cuarenta cinco, sin que los enlaces entre escena y escena o los cambios de los estados corporales y emocionales de sus personajes se perciban como forzados y apresurados. Si me hubieran narrado cómo es esta pieza antes de haberla visto, yo no me hubiera creído que esta pieza estuviese tan bien dirigida, porque lo primero que hubiese dicho es: “seguro que sobran escenas”. Y nada más lejos de la realidad.
Encima, Marco Vargas y Chloé Brûlé partieron de unas premisas que se asemejan a aquellos juegos de niños en donde, por ejemplo, tales partes del suelo “queman” o que de repente uno está lidiando con un terremoto. Por tanto, con sus interpretaciones actorales, sumadas al minucioso uso de los objetos que iban sacando de la caja que les acompañó, ellos nos mostraron, performáticamente, cómo fue transformándose su entorno y el paso del tiempo, es decir: sentí que estos profesionales nos representaron una serie de situaciones que abarcan años de aventuras y desventuras de sus personajes, una vez que su barco naufragó. He allí que considere que sólo los grandes salen airosos cuando se atreven a emprender proyectos de estas características.
Y uno, como espectador, termina “atrapado” en lo que se nos representa en Naufragio Universal y encariñándose con sus personajes, porque parece que estamos volviendo a nuestra infancia cuando seguíamos esos dibujos animados en los que sus protagonistas pasaban por una suerte de “viaje iniciático”. Así, los toques de sentido del humor o los recursos del teatro gestual a los que recurrieron Marco Vargas y Chloé Brûlé, fueron capitales para que la extra cotidianidad de esta pieza le diera credibilidad.
Les hablo de un trabajo de espíritu barroco y surrealista, en el que Marco Vargas y Chloé Brûlé “jugaron” con el tragicómico destino de sus personajes. Dando lugar a que, todos los que integramos al público, hagamos una lectura de tipo existencialista y demás, o bien nos dejemos hacer gracias a un trabajo vibrante y fundamentado artísticamente, entre otras cosas, porque la inclusión del flamenco contemporáneo que ha estado desarrollado estos profesionales desde hace tanto tiempo, venía a colación dentro de la lógica interna de la pieza, no algo que irrumpía de la nada, dejando a lo demás inconcluso o como si fuese “decoración”. Y esta es una de las cosas que diferencian a las artes escénicas de otras disciplinas que se materializan ante un público.