Antes de entrar a mis comentarios en relación a dichas piezas, recordaros que el próximo jueves 16 de mayo continuará la programación de la presente edición del ciclo Ahora Danza! con: Metamorfosis 2.0 de Yeinner Chicas, El primer círculo de Gero Domínguez y Nuria Estébanez y Performing arts clinch de Ángel Durán.
La Gloria – Melisa Calero
A lo largo de la representación de La Gloria, esta profesional andaluza, supo recrear los riesgos que suponen aferrarnos a una lectura concreta de la realidad. Siendo que basta que irrumpa algún cambio determinante en nuestras vidas, para estar en medio de una suerte de “catarsis” en la que somos testigos de cómo nos resistimos a aceptar los cambios a nuestro alrededor y a alterar la imagen que ostentamos sobre nosotros mismos.
En esta línea, Melisa Calero expuso lo anterior de un modo gradual, en donde el sujeto en juego va cayendo en consciencia de su fragilidad en tanto ser humano, no tanto como individuo en concreto. Piénsese que es muy tentador actuar como si uno cada día sacase a relucir una mejor versión de sí mismo (en especial, una vez superada la adolescencia). En consecuencia, si uno comete alguna “torpeza” o se “confunde” en algo, ello será entendido como un indicio de que todavía hay algunas cosas por “ajustar”. Así, nuestro día a día se nos presenta como algo lleno de alto y bajos, como un terreno en el que a veces toca esforzarse más para mantenernos de “buen humor”…
Por eso definiría a La Gloria como un “órgano vivo” que coge y suelta aire según en qué punto de su desarrollo esté. Es más, la contención a la cual recurre para volver a coger impulso o volver a “fijar su mira” es, precisamente, lo que le dotó de ritmo escénico y credibilidad. Puesto que Melisa Calero interpreta un personaje que “entra y sale” del mundo: un ser que medita sobre lo que hace y actúa en función de lo que ha pensado.
He allí que considere que La Gloria está movida por un “espíritu aventurero”, cuyo personaje consigue recorrer un “sendero” en el que se emancipa, a la vez que cae en la cuenta que el mismo siempre estuvo a su acceso. Sendero que le aboca a asumir que muchas cosas no están en nuestras manos, como también, que todos tenemos un grado de responsabilidad a la hora de gestionar aquello hemos emprendido.
Una vez más, Melisa Calero ha estado impecable a través de una creación multidisciplinar, en la que uno se puede sentir reflejado divirtiéndose gracias su imaginario bizarro y barroco. Algo capaz de llegar a todas las sensibilidades, en tanto y cuanto que le permite a cada uno de sus espectadores, decidir qué tan lejos está dispuesto a llegar en relación al personaje que protagonizó a La Gloria.
Vacío Espiritual – Richard Mascherin
Al igual que en Caer, Caer, Caer, este profesional canario, plantea el contenido de su trabajo configurando una atmósfera que sitúa a su personaje protagonista en una situación en el que ha sido “arrojado”, es decir: él generó un contexto en el que la pieza se va “derramando” durante su representación, situando a su personaje protagonista como un elemento más del “cosmos”.
Y si se da el caso que alguna imagen de Vacío Espiritual remite a uno o a varios de sus espectadores a cuestiones relacionadas con su cotidiano, es porque dicha pieza está fundamentada en un profundo trabajo de abstracción sobre el por qué el sujeto contemporáneo se la pasa ingeniándoselas para evitar la sensación de vacío y, por extensión, de soledad. Así, la vida también se convierte en una “trepidante historia” en la que uno se encomienda a ligar una emoción fuerte tras otra, como una forma de esperar a la muerte.
Muestra de que el sujeto en juego deja de ser el “protagonista” de su vida, transformándose en un “extra” de tantos de una película, en la que todo está operando gracias a un “piloto automático” que conduce a un “barco” sin rumbo fijo. Se trata de un sujeto que intenta “fundirse” con una lectura del mundo en la cual se sabe “insignificante” y “sustituible”. Por tanto, ¿por qué no “embriagarse” con una situación que le permite no tener miedo a la muerte y a sus consecuencias? Y llegados a este punto ¿Por qué no hacer “experimentos” sobre los límites físicos y mentales del ser humano con uno mismo?… Es tal el grado de disociación del personaje que interpreta Richard Mascherin que, no es de extrañar, que su forma de desenvolverse en el espacio se lea como una danza.
Por esto y muchas más cosas, Vacío Espiritual me parece un trabajo absolutamente impredecible, divertido, magnético, inteligente…, en que la interpretación de Richard Mascherin y la música en directo de Alejandro Da Rocha pudo haber tenido a su público “comiendo de la mano”, tanto tiempo como ellos hubiesen querido.