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Cantina El Maracuyo. En la pantalla de la tele pasan la película aquella en la que Brad Pitt es la muerte. Para nosotros, los borrachos del local, la pelona está muy lejos de ser un actor de Hollywood, rubio, de cuerpo atlético y cara linda.

Me voy de mesa en mesa y pregunto.

Me responden:

—Para mí es un gato en medio de la calle, lleno de hormigas y gusanos.

—Con los colmillos destrozados— añade su compañero.

En otra mesa:

—Son cabezas de gallinas abandonadas en medio del camino.

Y así pasa la tarde.

Avanza la película.

Muere la tarde.

Y voy acumulando metáforas:

—El tronco de un árbol caído que se pudre bajo la lluvia.

—Una manta blanca con gotas de sangre.

—Unos pies descalzos, morados.

—Una mandíbula que sin un pañuelo que la sostenga se abre inevitablemente y una lengua que se asoma.

Pero la mejor respuesta es:

—Un pedo con hedor a carne húmeda, una tripa hinchada, una cachaza, una azúcar podrida.

 

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