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Una vez más el equipo de Beta Pública nos recibe en las dependencias de los Teatros del Canal, como si uno estuviera de visita en su casa. Así que se nos recibió con un photo call que nos invitaba a formar parte de las incontables fotografías que documentan a este proyecto tan bonito.

 

Una vez en la Sala Negra nos encontramos con la Antesala. Un día… otro día dirigida por Pilar Villanueva, pieza que se repite incesantemente al mismo tiempo que, nosotros los espectadores, vamos tomando nuestros asientos. Lo cual de un modo u otro induce a pensar que nuestras vidas pasan al margen de que repitamos una y otra vez la misma rutina. Y qué mejor metáfora que representarlo con cuatro “nadadores” de nado sincronizado interpretados por Rubiel Ortiz, Sara Luquero, Olaya Rodríguez y Alberto Alonso.

En Antesala. Un día… otro día aparecen “despistes”; momentos de querer ver cara a cara al público al que se enfrentan pero nunca interactúan fuera del ejercicio de sus rutina; etc…, el caso que es inevitable que aparezcan voces de la nada, que nos emiten mensajes que nos refuerzan, nos obstaculizan o nos hacen cuestionarnos los que estamos haciendo con nuestras vidas. Y justo fue ese el papel que adoptaron las palabras que emitieron algunos de los espectadores al entrar a la sala, palabras que se articulaban con el espacio sonoro compuesto por Josephine’ Soundscapes & Frank Sinatra, ya que como dijo la misma Pilar Villanueva en la posterior presentación de esta nueva edición de este festival (en calidad de directora artística de Beta Pública), se trata de visibilizar el triángulo que se genera en los escenarios entre los coreógrafos, los intérpretes y los espectadores.

En lo que se refiere a su ejecución y puesta en escena, cabe señalar que los intérpretes y su directora dieron con la tecla para que éstos tuvieran la capacidad de repetirla de la misma forma al margen de que la habrán hecho tres o dos veces, a pesar de que estuviese cambiando la música pase a pase. Les hablo de un trabajo fresco y divertido, que quizás hubiese pasado por desapercibido si no fuera por el rigor y entrega sus intérpretes. Y en el último pase de Antesala. Un día… otro día nos regalaron la superación dialéctica, con “zambullidos”, nados y otros juegos. En fin, parece que en las introducciones de esta naturaleza uno espera una suerte de “salva pantallas”, pero no: Yo disfruté de lo lindo. De cualquier modo, la cosa no había hecho más que empezar porque los seleccionados para la sección Pro Beta estaban por salir a escena. Esto es: Pro Beta es una de las cosas que deberían importarse a, básicamente, todos los festivales de artes escénicas de España y el mundo, dado que los procesos de montajes no sólo pasan por sus respectivos estrenos y otras tantas representaciones. Asimismo, en los tiempos que corren muchos coreógrafos se quedan con las ganas de probar cosas que se quedan en el cajón, sea por falta de tiempo para desarrollarlo, o bien por la inquietud de que no sea programado al no “encajar” lo suficiente con lo que está más en boga

Es recomendable que todos profesionales tengan la oportunidad de mostrar su trabajo ante un público, sin tener por qué asumir el compromiso de lo que implica un estreno, o simplemente por testear en qué punto se encuentra, y junto a las devoluciones de sus espectadores verificar si uno está en lo cierto o no sobre la dirección que ha de tomar la creación en juego. Por tanto, me limitaré a emitir unos pocos comentarios a cada de las tres piezas de la sección Pro Beta de esta primera jornada, dado que emplazar una crítica como tal estaría fuera de lugar. Eso sí, no me gustaría privarles de una serie de pautas que considero que les pueden resultar útiles.

Sinergias de Bárbara Arrieta y Carmen Turcanu es un trabajo que está construcción, y esta medida, yo haría incidencia en que sigan investigando todavía con la calidad y variedad de movimiento, la relación que tienen sus personajes entre sí, etc.… Ya que si se conforman con lo que tienen a día de hoy puede quedarse en una “fantasía”, que no se terminó de materializar. De cualquier modo, me ha encantado Sinergias:  la firmeza y empuje que irradiaban ambas bailarinas, son parte del carisma que me atrapó.

Milagros Galiano, sencillamente, nos mostró lo que tiene hasta ahora. Un punto de partida que considero que se proyecta a ser una pieza de más de cuarenta cinco minutos. De esta manera, su profundidad y desarrollo estará al alcance de todos los que serán sus futuros espectadores.

Unnoticed de Rubinel Ortiz y Paola Cabello: A estos dos profesionales les animaría a reevaluar qué es realmente lo que perciben como imprescindible de lo que tienen montado a día de hoy, para que de allí termine de emerger la interpretación de ellos, dando lugar a que todos sus movimientos expuestos en escena sean un vehículo de comunicación, no algo que pueda emborronar lo que pretenden transmitir. Al fin al cabo, muchas veces disolver y volver a montar ciertas cosas nos facilita a reubicar ideas que precisan más elaboración en lo compositivo, no tanto en lo conceptual.

 

Lázaro Batista – “Evidencia” / CUBA

Lázaro Batista tuvo el reto de que, nosotros los espectadores, nos amoldásemos a su ritmo y modo de estar en escena. Uno de varios ejemplos de ello, se identifica en cuanto uno se da cuenta de que está bailando sin música, como también, que iba pasando de un estado corporal a otro gradualmente. En ocasiones daba la sensación de que si uno “parpadeaba” algo se habrá escapado, y otras diría todo lo contrario. Estos y unas cuantas cosas más son las que me hacen afirmar que, este tipo de creaciones son las que nos ayudan madurar como espectadores.

Y encima, este profesional fundamentó este trabajo con un control en los cambios de peso y control en la respiración magistral. Les hablo de esas cosas que dotan de mayor consistencia a lo que se esté haciendo, independientemente, de lo que se esté interpretando. Ya sabéis esas cosas que distinguen a un cuerpo formado de aquellos que, digamos, hacen un buen trabajo, pero todavía le falta haber pasado por decenas de obras para que se perciba que ese intérprete está bailando de lleno.

 

Sara Fernández- “Bálsamo interrumpido” / MADRID

Antes que nada, Sara Fernández me parece una bailarina solvente y magnética: es difícil apartar la vista de lo que está haciendo sobre el escenario. En la primera parte de la pieza, era irrelevante si juagaba con la sensualidad, con movimientos alargados y entrecortados, la repetición, el desenfreno y el reposo… La cosa es que nos metió en una vorágine que se proyectaba hacia el infinito, y me daba totalmente igual si esta parte duraba cinco o veinte minutos más: ella me hubiera tenido “comiendo de su mano”.

Sin embargo, en cuanto esta profesional se sentó en una silla a signar la última canción de Bálsamo interrumpido, me fui convenciendo de que esta segunda parte hubiera sido más interesante que la hubiera conservado para terminar de limar el marco conceptual que sostiene a esta pieza, más que algo que, al final terminaría formando parte de lo que se representó ella sobre el escenario. Personalmente, fue algo que me desorientó a la hora de descifrar lo que me estaba intentando transmitir. Lo cual me hace retomar la idea de lo difícil que es pasar lo que tiene uno en la cabeza y en el corazón, a un trabajo que aspire conectar con su público.

Se puede estar convencido de que las decisiones que uno ha tomado son las correctas o las mejores, pero el estar sobre un escenario nos demuestra que nada está garantizado, que aún todo está por hacer, ello de un modo u otro, da margen a reconducir o afianzar lo que se está custodiando. Aún con todo, ella defendió este trabajo con lo que tenía en sus manos, por ello me merece cuanto menos respeto.

 

Danielle Huyghe- “Into the blue” / PAISES BAJOS

la propia Danielle Huyghe comentó en el tiempo reservado al intercambio de impresiones del público con los coreógrafos que, esta creación nace de sus propias experiencias durante una época en la que se enfrentó al insomnio, y gracias un seguimiento por profesionales, ella lo fue superando. Ahora bien, Danielle Huyghe y Jille Kupers interpretaron una pieza en la que la repetición de una secuencia de movimientos no fue más que un recurso para expresar ese nerviosismo contenido que se padece, cuando uno no encuentra modo de reconducir aquello que a uno le perturba y le invade. Así, dicha secuencia de movimientos se repetía incesantemente desde distintos frentes, desde distintas alturas y dimensiones y con graduaciones de velocidad y calidades de movimientos. Con la idea de que estar dentro de ese “balanceo” supone identificar el paso del tiempo a través de las diferentes maneras de cómo se traducen los síntomas de lo que se está pasando, hasta el punto de que uno termina alienado.

Y claro, si todo esto es representado con elegancia, compromiso, rigor, inteligencia y verdad, pues, Into the blue se erige como uno de esos trabajos en los que focalizarse a la correcta ejecución de los movimientos de sus intérpretes es, precisamente, es lo que lo hace más elocuente. De tal manera que, que cualquier palabra o gesto facial que tenga la intención de “aclarar” lo que fuere, nos hubiese evidenciado que es una imitación o algo que aún está en su proceso de elaboración, no aquello que se ha habitado a fondo. He allí que defienda que estas profesionales nos dieron una clase magistral sobre la razón de ser de la interpretación de una pieza escénica.

Los calculados cambios de iluminación y el dosificado acompañamiento de las proyecciones en el fondo en el escenario, fueron elementos imprescindibles para que, nosotros los espectadores, comprendamos el tormento que se vive en el interior de alguien que se le hace difícil compartir con sus allegados lo que está transitando. Seamos francos, en una sociedad donde se mide el nivel de integridad de un individuo por su capacidad de mantener la compostura en cada momento (incluso en contextos de intimidad, lo cual responde a la cantidad de dispositivos disciplinarios con los que lidiamos a diario), entonces no es de extrañar que representar estas realidades a través de una pieza escénica, sea un ejercicio pedagógico para quienes integramos al público. Al mismo tiempo que, un modo de ponerse en situación para no culparse a uno mismo por haber pasado por semejante predicamento.

 

Alejandro Moya – “LUCERO” / MADRID

Alejandro Moya llevó hasta sus últimas consecuencias ese principio escénico que versa que en el momento que uno manipula un objeto, el intérprete ha de amoldar su cuerpo e intencionalidad al mismo. Piénsese que, si en las artes escénicas se expresa la condición humana, pues, va de suyo que se subrayen cosas que en nuestro cotidiano pasan por desapercibidas, dando lugar a que nos reconozcamos como seres sumamente vulnerables y tiernos. Sí tiernos, porque era de lo más cautivador el cómo este profesional conseguía hacernos creer, a nosotros los espectadores, de que el capote que portaba a veces era un buen amigo con quien interactuaba, o bien aquello que le daba los impulsos necesarios para que durante dicha interacción nosotros percibamos danza.

Es como si Lucero buscase exponernos que en todo lo que nos rodea y encarnamos hay danza. Ello es sumamente hermoso y ambicioso, más no se quedó en la “buena intención” porque Alejandro Moya es un intérprete y creador con tantos recursos que conseguía tenernos encandilados sea lo que fuere que hiciese. Es más, si él sólo se hubiera ceñido a ofrecernos su danza en el interior del capote, nos hubiera tenido ganados. Pero él respeta a su público y a su profesión, ya que la inclinación interior de contar de verdad lo que se quiere expresar, debería ir por delante de complacencias de cualquier tipo.

Se trata aportar a la profesión a la que uno se debe todo los que se tiene y se tiende, y de allí se dará lugar a la innovación, la sofisticación y la libertad creativa. Recuérdese que las artes escénicas son disciplinas netamente artesanales, y si uno no se sumerge es difícil conceder credibilidad y autoridad a los que a día de hoy la están llevando el testigo. Por supuesto que ahora podría destacar varias de las virtudes de Alejandro Moya. Sea como sea, aquí lo que ha de coger mayor peso es lo gustoso que es haberlo visto bailar con su querido capote.  Es decir: había momentos en que parecía que estaba viendo a un maestro clown, en otros sus movimientos estilizados me remitían a la sicodelia. De verdad que, ha sido un auténtico privilegio haberme topado con Lucero.

 

 

Roberta Maimone & Roberta Riontino- “ENFANTS” / ITALIA

Fue una absoluta locura como estas dos profesionales consiguieron equilibrar y hacer compatibles un lenguaje gestual propio de dibujos animados de los años veinte del siglo pasado con registros propios de la danza contemporánea, sin caer en lo impostado, el hacerse “graciosas” y sin saturarnos. Se nota que Enfats es una pieza que ha sido “tallada” y “pulida” con mucha minuciosidad, para que todo lo que les comento sean un valor, no algo que pueda distorsionar su disfrute. Esta es una de esas creaciones en las que no queda duda de que sus intérpretes y creadores han adquirido tal autonomía y consistencia, para tratar cualquier tema y de la manera que les apetece. Y no menos importante, divirtiéndose ellas como pocas veces en la vida.

Roberta Maimone y Roberta Riontino no necesitaron abordar temas “existencialistas” o tirar de acrobacias y demás “fuegos artificiales”. No, ellas tienen todo tan bien organizando que han hecho algo impecable de las interacciones, aventuras y desventuras de dos amigas haciendo cosas de amigas. Por esto y muchas cosas más, al tiempo dejé de “analizar” esta pieza, y me puse cómodo para no perderme nada. Porque este tipo de cosas no se ven todos los días.

 

 

La segunda jornada de la décima edición de Beta Pública nos llevó a los contextos más complejos de la composición escénica.

 

 

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