Por Toni Martínez
Juan Gómez-Jurado es un niño, un niño de 35 años que ha vendido más de 4 millones de ejemplares de sus tres anteriores libros. Un niño que ha publicado en 40 países distintos. Un niño que acaba de publicar una novela de aventuras, de aquellas de buenos y malos, de las de coger el libro entre las manos y no soltarlo. Un niño que ha hecho, sin duda, la novela que le encantaría leer, que le gustaría conocer, un Julio Verne de las aventuras de espadachines metido en medio de una gran superproducción.
Así es La leyenda del ladrón, un viaje a la Sevilla del siglo XVI, a esa España de crisis que veía como toda su riqueza se perdía en guerras absurdas, y como su pueblo vivía en medio de la miseria más absoluta, mientras los poderosos se dedicaban a especular con el beneplácito de los banqueros. La España del siglo XVI, de siempre y de ahora.
Y es que esta novela de aventuras está plagada de paralelismos entre las dos épocas. Como nos explica el niño Juan, en su papel de escritor, “en la España de hoy estamos igual que hace 400 años, sobran ladrones y faltan héroes”. Y de esos ladrones o villanos el lector reconocerá a un aspirante a duque y a un banquero, que se llama Malfini, “que quien sabe que si lo hubiese escrito hoy se llamaría Rodrigo o Ratinni”.
El escritor no escatima en adjetivos, “un banquero por definición es basura, una persona que solo ve índices macroeconómicos y no ve a los seres humanos detrás; y una cosa por la que yo he apostado muchísimo en esta novela es porque haya una clarísima humanización de los conceptos”.
Juan habla con libertad, se encuentra a gusto cuando está de promoción, maneja los tiempos y sus declaraciones. Ha estado 4 años para crear esta obra, estos 1.138.473 caracteres, esas 180.000 palabras que planean por sus 664 páginas, y ahora disfruta explicándola a los periodistas y a los lectores.
Llegados a este punto, debo confesar una cosa, me cuesta mucho entrevistar a Juan, cada encuentro con él es una vorágine de chistes, palabras malsonantes, juegos; con cada visita de promoción le sale el niño que lleva dentro. Así no es de extrañar que pida un sándwich cuando le toca mi turno de entrevista. “No me jodas Toni, déjame descansar, sabes que me llamarás mañana y te contaré lo que quieras de la novela, vamos a pasarlo bien”, me suelta nada más verme.
Pero entre bocado y bocado de un sándwich excesivamente completo y que no se deja dominar, Juan Gómez-Jurado desgrana algunas claves de su libro. “Sancho (el protagonista) es un tío que está buscando a cada rato la versión de sí mismo, es una persona que piensa que las cosas pueden ser mejores, y es un tío que va a pasar de huérfano moribundo, de moribundo a pícaro, de pícaro ladrón y de ladrón a héroe”.
El mismo Sancho es parte de un juego de paralelismos, un juego intencional que se ve desde la primera página cuando podemos leer la frase ‘el nuevo cargo llenaba al comisario de orgullo y responsabilidad’. “Responsabilidad, que no satisfacción que es lo que dice el Rey en su discursos”, se empeña en destacar el escritor, “porque la responsabilidad debe anteponerse cuando uno ocupa un cargo. Como ésta hay ostias constantes durante la novela y el lector avezado reconocerá cosas que tienen que ver con los informativos hoy en día, además del juego literario que hay dentro de la novela”.
Un juego literario que se relaciona con dos personajes de mucho peso: Guillermo y Miguel. Dos maestros de la literatura que pasarán a la historia como Shakespeare y Cervantes, con los que el autor fantasea y que tendrán una importancia básica en el nacimiento de la novela.
Han pasado 15 minutos de entrevista y Juan no aguanta más, se cae de sueño, la noche anterior no pudo descansar, “siempre que voy a un hotel, me toca una pareja al lado que no me deja dormir”. El día anterior fue una de esas veces, el escritor creó un hastag para pasar el rato, a los pocos minutos sus más de 150.000 seguidores convirtieron #PolvoEnLa604 en trending topic.
Con el estómago lleno, la conversación empieza a decaer, La leyenda del ladrón, deja paso al debate sobre el futuro del libro. La excusa, que esta es la primera novela, según el dossier de prensa, con realidad aumentada gracias a una aplicación parasmartphones y tablets. Aunque Gómez-Jurado quiere dejar bien claro y se esfuerza en explicarlo, que el libro funciona por sí mismo, lo otro es un añadido más. En el fondo es un romántico.
Sobre cuál será el futuro, el escritor lo tiene claro, “como industria, tenemos que tener la suficiente humildad para darnos cuenta de dónde están los lectores, saber qué quieren y cómo lo quieren y acercarnos a ellos, para darles lo que necesitan”. Y pone un ejemplo, “la gente prefiere pasar el tiempo en twitter antes que leyendo El País porque se van a enterar antes de la noticia, eso es lo de ayer (dice señalando a un periódico), además ya te lo han dado hace ocho horas”.
Mientras se tumba hacia atrás en la butaca, para dar más sensación de solemnidad en sus palabras, afirma que “la manera de consumir y de acceder a los contenidos ha cambiado, en el libro todavía tenemos la suerte de la intemporalidad, pero sí que es cierto que con las aplicaciones de realidad aumentada podemos ampliar la experiencia de lectura y acercarnos a nuevos lectores que igual habían perdido el placer y la experiencia de leer”.
Y ya, tras la respuesta seria vuelve el niño Juan, aquel que disfruta de todo en cada momento, que está dispuesto a sorberse la vida por encima de audiencias, ventas o promociones. Quizás ese sea su secreto, la razón de su éxito, hacer lo que quiere y disfrutar con ello. Ahora es el momento de coger esa novela y entrar en la aventura, en ese viaje a la Sevilla del siglo XVI, Sancho y sus aventuras nos están esperando. Lo demás, poco importa, ni la entrevista, ni lo que él diga, ni siquiera qué pensemos sobre según qué cosas, al final lo que queda es la palabra, el verbo, la novela, y eso sí será eterno.