El próximo 19 de enero se representará en el Teatro La Fundición (Sevilla), Las Furias, de la mano Cía. Silenciodanza. Uno de esos trabajos que te advierten, que lo que se ha estado cultivando en al menos la mitad de la humanidad, no puede garantizar siempre, pedir permiso para decir lo que se siente y pensado, en una situación de “estado de excepción” que se ha hecho regla.
En más de una ocasión he mostrado mi total fascinación por la interpretación de Nieves Rosales en el dúo que tuvo con Raúl Durán, La Ceremonia de la Despedida. Ésta es una de esas piezas que te hacen “arrojarte” a lo que fuere que estén involucrados estos dos profesionales de lo escénico, porque se genera en uno, una suerte de confianza de que la resonancia desencadenada en dicha pieza de danza contemporánea, seguirá expandiéndose al menos en las siguientes piezas de estos intérpretes andaluces.
En cuanto me acerqué a la sinopsis que tenemos disponible en la web del Teatro La Fundición, me encontré con que la pieza Las Furias, procurará visibilizar la necesidad de que en ocasiones hemos de dar riendas sueltas a nuestros sentimientos y pensamientos más profundos. Y más aún, si con la misma se nos anuncia que intervendrá en un contexto en el que la situación de la mujer está a debate en medio de una guerra por la hegemonía cultural, el que está en juego que las mujeres terminen de ocupar el espacio que les corresponde como seres humanos de derecho, no como la alteridad. No queda otra opción, que reconocer que nos son conocidos numerosos discursos y prácticas de inspiración feminista, que son planteados con sosiego y lo suficientemente elaborados como para seguir esa línea genealógica; no obstante ¿Hasta qué punto deslegitimaría esta reivindicaciones, si son emitidas desde lo que tenemos en nuestras entrañas? ¿Ello debe de ser interpretado en todos los casos, como una agresión misándrica, un berrinche, o cualquier otra cosa que se les ocurra?
Lo que es un hecho, es que en nuestra cultura occidental residen figuras femeninas cuyas historias han sido instrumentalizadas, para ir constituyendo una serie mitos que se han afanado en instaurar una idea de la mujer, en el que la misma apenas ha tenido margen de tener un turno de replica. Pienso en figuras de la cultura clásica como Casandra, Antígona o Medea. O qué de decir de las sufragistas inglesas de finales del siglo XIX principios del XX, que muchos las percibían como un grupo de “burguesas histéricas, que no eran controladas por sus maridos como es debido”. Dicho lo anterior, considero que es precipitado predisponerse a ver Las Furias como un trabajo que nos va a ir a dar lecciones, que nos va enseñar aquello que todavía no terminamos de aceptar; sin embargo, el ver abordar este tipo de temáticas a través de la poética de la danza, pues, promete que saldrán cosas que las grandes filósofas y activistas feministas, se habrán quedado en la abstracción o la mera sugerencia.
Sin más que añadir, les dejo con un adelanto de Las Furias:
La cólera de Las Furias se ha despertado en pleno siglo XXI. Su aliento es el calor de un infierno lleno de brujas, arpías, féminas vengativas que se levantan en armas contra una sociedad patriarcal. Marcada la piel con el sentimiento de culpa, con el estigma incluso del no saber amar, Las Furias han vuelto del Infierno para vengar la historia de la mujer.
En escena tres bailarinas encarnan el mito clásico sostenidas por la música de César Jiménez, Bernardo Parrilla, Óscar Lago y Ana Salazar. Un montaje desde lo más profundo de las entrañas para remover el alma.