Por Rosa Bao | Ilustración Antón Novás Iglesias «shouvas»
Cómo nos venden la moto fue publicado en castellano por la editorial Icaria en el año 1995, ha sido reeditado en quince ocasiones,y retrata,con hechos, una de las carencias de base del viciado sistema democrático actual : el brutal despliegue propagandístico que lleva a cabo el poder político con el objetivo de adoctrinar, despistar, desinformar y fabricar ciudadanos-espectadores pasivos, y así, una vez anestesiados, legislar y ejecutar en connivencia con los poderes financieros. Estos dos ensayos, firmados por dos autores de la talla de Chomsky y Ramonett, son rotundos, intemporales y aplicables a cualquier lugar del planisferio donde el llamado sistema democrático esté instaurado.
Las ideas desarrolladas por ambos autores están perfectamente acompasadas con el marco político- económico actual, en el que lo público es dinamitado en favor de unas docenas de influyentes entes económicos que ciegan a algunos de nuestros cargos públicos con la oferta de ponerlos en nómina para cuando terminen su carrera política y estos , agradecidos de antemano, toman decisiones en beneficio de su futuro jefesin analizar, convenientemente, las consecuencias a corto, medio y largo plazo para el resto de los mortales.
Chomsky y Ramonett diseccionan nuestros maquillados sistemas democráticos tomando como punto de partida los tres poderes a los que nuestro actual sistema rinde pleitesía: en primer lugar ,el poder financiero; en el segundo puesto, el político, y el tercero en el podium de los poderosos, los medios de comunicación de masas. Por supuesto, entre los tres poderes mencionados no se encuentran los ciudadanos, ya que precisamente su primer objetivo es mantenerlos( nos)atomizados, segregados y en silencio.
El primero de estos poderes – la mano que mece la cuna- se resguarda de las embestidas parapetado tras el segundo, el poder ejecutivo. Éste toma decisiones de índole política condicionado por las directrices, exclusivamente económicas ( mercado, moneda fuerte, privatización, libre intercambio sin límites, competencia o competitividad) marcadas por el primero. Los poderes políticos, desde su segundo puesto en el podium, a su vez, influyen sobre el tercero,los megagruposde comunicaciónque deciden titulares en función de los intereses políticos y económicos. La hoja de ruta para estos medios está clara: retrasar la publicación de noticias – incluso omitirlas- si resultan dañinas para dichos intereses y desviar la atención de los hechos, y las consecuencias de los mismos, hacia cualquier otra cosa.
“ Lo importante es la buena propaganda, no la buena política” y“ cada día de silencio en las portadas es un día ganado” : he aquí dos de las máximas de la maquinaria propagandística del desvirtuado sistema democrático.
Noam Chomsky,uno de los pensadores contemporáneos más relevantes del s.XX, lingüista y acérrimo detractor de la política de las diferentes administraciones norteamericanas – sobre todo en lo concerniente a las actuaciones en política exterior-, expone cronológicamente y con claridad hechos de la reciente historia democrática de los EE. UU. , que son un claro ejemplo de los desmanes políticos acometidos por la administración estadounidense, tanto dentro como fuera de sus fronteras, en los últimos cien años. Desmanes a los que no se opusieron los norteamericanos gracias a una eficiente maquinaria propagandística que logró domesticarlos, al tiempo, que obtenía su consentimiento silencioso. Chomsky se remonta a 1916, cuando Woodrom Wilson , recién elegido vigésimo octavo presidente , crea una comisión de propaganda gubernamental – “ Comisión Creel”– con la que pretendía avivar el miedo en los ciudadanos y utilizarlo como estímulo para lograr anularlosy asimismo, reducir su actuación en el sistema a un simple apoyo a la I Guerra Mundialy evitar que se cuestionasen lo que allí se les planteaba. Como muy acertadamente acuña Chomsky :“fabricaban consenso” de la nada. La historia muestra otros momentos similares, donde la instrumentalización de los medios y una propaganda feroz amedrenta, desinforma y adormece a los ciudadanos, buscando su apoyo a través de eslóganes vacíos y “ la fabricación , cada cierto tiempo, de algún monstruo de primera línea del que hay que defenderse”:los soviéticos, los huelguistas a los que el gobierno -tras su victoria legislativa con la ley Wagner en 1935- pretendió reconducir con el resto del rebaño manipulando a la opinión pública para que se tornase en su contra , las campañasdel gobierno de Eisenhower cuandointervino militarmente Guatemala en el 54, Vietnam, Fidel Castro, Oriente Próximo … Lo fundamental es conseguir distraer a los ciudadanos – en el caso que nos ocupa, a los estadounidenses,-contar solo los muertos de un bando – el propio – y nada de preguntas, solo eslóganes y lazos amarillos en las solapas.
Hay otra variable previa y necesaria para conseguir un control efectivo y duradero sobre los ciudadanos a través de la propaganda: dinamitar el sistema educativo. Cientos de panfletos u horas de propaganda elitista, en programas televisivos que vomitan opiniones enlatadas, no servirán si enfrente hay individuos que se niegan a llevar sin más un pin en la solapa y tienen los conocimientos suficientes como para cuestionar lo que ven, leen y oyen. Los poderes político y empresarial lo saben, y por ello, entre sus prioridades está encargarse ellos mismos de “educar”, más bien domesticar, a sus ciudadanos, dándoles todo masticado para que sólo tengan que tragar.
¿ Hasta dónde? ¿ Hasta cuándopan y circo? .
En cuanto al poder de los medios de masas, Ignacio Ramonett va un paso más allá analizando – y denunciando -,en la segunda parte del libro, la responsabilidad del capitalismo y el mercado de comunicación en la expansión del pensamiento único mediante varias técnicas de persuasión: publicidad, marketing y sondeos. Ramonett, periodista( fue director de la publicación mensual Le Monde Diplomatique y la bimensual Manière de voirdesde 1990 hasta 2008),catedrático de Teoría de la Comunicación en la Universidad Denis-Diderot (Paris) y consultor de la ONU, sostiene que ambos – mercados económicos y de comunicación- priman la comunicación por encima de la información, dos conceptos claramente distintos que tienden a confundirse, distorsionando la realidad de los ciudadanos- espectadores.
“Con ver creemos ya comprender, pero las imágenes no son suficientes; debemos ahondar en lo que se nos muestra”
Chomsky y Ramonett invitan a los lectores a cuestionar todo lo que se les muestra – incluso lo aquí escrito-, a no dejarse anestesiar y aumentar su escepticismo hacia el poder, sin tregua.
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Me temo que se llama Ignacio Ramonet con una sola t, aunque el Ramonett suene más cool.