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El Limpiaparabrisas, ganador del Oscar en su última edición, es un filme que, de no existir tantos animadores talentosos creando historias asombrosas, sería un filme de culto instantáneo. Pero hay obras que nacen para apuntalar carreras. Para suscitar expectación. Para confirmar talento. Para acabar con carreras, pero el destino de El limpiaparabrisas ha sido el de ganar el Oscar a mejor cortometraje animado, ni más ni menos.

 

Antes de continuar, debo confesar que mi filme favorito para ganar era Bestia, filme chileno con un poder y espíritu que lo han hecho ya referente en el mundo de la animación independiente. Además, contiene una crítica y una reflexión más intensa y devastadora que el ganador del Oscar. Mi segunda opción sin dudarlo era El limpiaparabrisas, ya que desde hace mucho tiempo sigo el trabajo de Alberto Mielgo.

Alberto Mielgo es uno de los más brillantes artistas contemporáneos del arte animado. Es un artista que maneja rangos inusuales de sinceridad visual y de contenido. Se podría, desde la posición indie, reprochar su estilizada imagen de lo visceral para volverlo menos chocante, pero aun así su propuesta entera logra emocionar, conmocionar y reflexionar. Algo que no han logrado los últimos cortometrajes ganadores del Oscar. La aproximación de Mielgo al arte animado denota un profundo amor y disciplina. Cada plano refleja la búsqueda precisa de lo que quiere transmitir usando todas las herramientas de las que dispone.

 

Mielgo también es el firmante del que es posiblemente sea el mejor cortometraje de la serie Love, Death and Robots, me refiero a The Witness, un film que sí es una animación de culto y que además supuso tres Emmies y un Annie Award para Alberto. Quizá The Witness debió ganar el Oscar mucho antes que El Limpiaparabrisas. Pero sabemos que los jurados de los Oscar son bastante ignorantes en cuanto animación independiente se refiere y siempre buscan mantener el mainstream en los cortos ganadores; en cambio, el arte animado independiente debe resignarse con las nominaciones. Aquí el talento y la habilidad de Alberto Mielgo supo penetrar y sortear la ignorancia del jurado para alzarse con la estatuilla.

Creo que el hecho de que El Limpiaparabrisas haya ganado es una oportunidad y al mismo tiempo una condena. Mielgo es un artista clave para las grandes producciones animadas; él es capaz de unir texturas, trazos, diseños poco probables para dar ese feeling de indie y mainstream al mismo tiempo. Podemos añadir que logra una particularidad hermosa e innovadora porque Alberto Mielgo tiene una visión artística del mundo que puede unir opiniones en ambos mundos de la animación. En sus filmes más personales va más allá. Las historias que presenta están fuera de la brújula de lo establecido; estudiando su background, era de esperarse que en algún momento se atrevería a hacer un film tan introspectivo y “lento” para maravillar y reflexionar a la audiencia sobre el complejo significado del amor en nuestros tiempos. El Limpiaparabrisas es un pequeño filme que tensa aún más la pregunta y nos deja reconocer nuestros propios recuerdos en las imágenes que ilustran tan potente planteamiento. El artista español es un referente de éxito comercial, pero al mismo tiempo es el referente de un artista no asimilado por la industria de la animación mainstream. Alberto Mielgo irradia un aura de excéntrico cosmopolita y artista bohemio con alma punk, por lo que ha conquistado a la audiencia más global, y al mismo tiempo atrae al grueso de los amantes de la animación independiente.

 

Esperemos que sus recientes éxitos le den la oportunidad para profundizar en sus obsesiones como artista, y de explorar el vasto territorio del arte animado desde su personal forma de entenderlo, porque como él lo dice y suscribo: la animación tiene dentro todas y cada una de las otras artes. Estaremos atentos a sus exploraciones y descubrimientos que seguramente serán un regalo para todos los que amamos la animación como arte. Mientras tanto, muchas felicidades por su merecido Oscar.

 

 

 

 

 

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