En un sala Sala X con una de las mejores entradas de la temporada, Hendrik Röver y su banda nos dejaron bien satisfechos con lo que mejor saben hacer: su Rock Americano brutalmente salpicado de blues cuajó uno de los shows mejor hilvanados que se les recuerdan en sus 30 años de ruta por las carreteras patrias.
Chupas de cuero, cazadoras vaqueras con mangas cortadas… y mucha cana conformaban el atrezzo de nuestra sala de conciertos favorita afianzando el tópico de que el (buen) rock es una ACTITUD. Saboreábamos el primer sorbo de cerveza cuando, con puntualidad cántabra, los miembros del elenco tomaban posiciones en el menudo escenario del viejo cine porno: Hendrik Röver (Voz y guitarra), Fernando Macaya (guitarra, voces), Pablo Z (Bajo) y Javi Arias (Batería).
En el repertorio elegido hubo tiempo para todo. Por un lado, de presentar su último trabajo (Los DelTonos – 2017) con un generoso puñado de sus temas: Sur (dedicado al “viento de levante” de ellos), Magia con su marcado regusto a J.J. Cale, un arenoso y contundente Colisión, con el que viajamos en descapotable a través del desierto de Arizona o Sanmartín, al que le va de perlas el acompañamiento de armónica, y que se erigió, al menos en actitud, en el mejor tema de la noche.
Tras lo nuevo, los acérrimos no les hubieran perdonado lo contrario, más de la mitad del repertorio se apoyó en temas clásicos. Sonaron fuerte y claro sus himnos de toda la vida: Salud!, Listo (y su deje a lo Deep Purple), la melancolía acompañada de bourbon (Marker´s Mark, por favor) de Brindemos, el rock incendiario de Gasolina y, como no podía ser de otra manera, como brillante epílogo de una actuación redonda, (Soy un) hombre enfermo, que dio la puntilla a un público absolutamente entregado que había obligado a “tripitir” el bis a los de Muriedas.
Desde el punto de vista instrumental, mientras las guitarras aportaban una precisión y sincronización casi siamesa, el binomio bajo-batería se mantenían en un (in)discreto segundo plano, dotando del cuerpo y contundencia necesarios pero sin robar el protagonismo a las primeras.
Sinceramente, fue una de las sorpresas más agradables con las que hemos topado en un concierto (y ya son unos pocos) de rock.