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Por Javier Vayá

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El autor de Los Cuadernos del Hafa, Pablo Cerezal

A Pablo Cerezal no lo he visto en mi vida y sin embargo tengo el privilegio de contar con su amistad. Al menos toda la amistad que permite la lejanía y otorga sabernos compañeros en este difícil oficio de juntar palabras o ensuciar páginas como a él mismo gusta decir. Por esta razón esta reseña se me antoja tan difícil como placentera al mismo tiempo, difícil por la seguridad de ser tachado de imparcial y placentera por el hecho de poder hablar de un libro tan exquisito como es Los cuadernos del Hafa. Sirva este preámbulo para alimentar o disipar las inevitables suspicacias, a gusto del consumidor.

Creo que fue Follwig quien se preguntaba si acaso vivir no era permanecer siempre al borde de un recuerdo. En ese ingrávido territorio, también al borde de un sueño, se instala la primera y magnífica obra de Pablo Cerezal. Poliédrica y muy hermosa estampa de un Marruecos oculto a la visión del turista occidental disfrazada de apócrifo libro de viajes, Los cuadernos del Hafa nos invita a transitar por paraísos artificiales y físicos de la mano de personajes reales y ficticios. Aunque nunca sabemos a ciencia cierta quienes de ellos fueron en realidad producto de la imaginación del autor.

Es posible que el lector más convencional se sienta un tanto perdido al comenzar la lectura de Los cuadernos del Hafa, un narrador en primera persona del que nada sabemos (suponemos el autor) nos sitúa en la ciudad de Tánger y en el famoso Café Hafa, a partir de aquí y mediante una estructura aparentemente caótica se van sucediendo nombres, distintos lugares de la geografía marroquí,  voces y ecos del pasado, el presente y el futuro que como el humo del hachís aparecen y desaparecen volátilmente. Toda la novela está impregnada con maestría de la ensoñación propia que produce estar bajo los efectos de la mencionada sustancia.

Como si se tratase de un perseguidor de fantasmas, Cerezal presta su voz a personajes como William Burroughs, Paul y Jane Bowles, Bryon Gisyn o Brian Jones quienes habitaron en algún momento  nuestro ninguneado país vecino a la vez que conocemos a personajes anónimos y autóctonos del lugar como Munir o Aanisa que nos ayudan a comprender que la pretendida distancia entre Oriente y Occidente no es tan amplia como acostumbramos a creer.

Los cuadernos del Hafa es una obra valiente, en ella podemos encontrar encarnizadas destrucciones de tópicos, recetas de cocina, deliberaciones musicales, arquitectónicas o artísticas, elucubraciones personales y mucho más, en una disección del país y de la cultura magrebí de una lucidez apabullante. Pero también encontraremos bellas historias de amor y de amistad. Sobre todo de lo primero, porque en su maravillosas últimas páginas y tras el agónico viacrucis onírico propio de un Harry Haller de su autor, se nos desvela uno de los más hermosos finales que quien firma esto recuerda.

 Los cuadernos del Hafa es un libro escrito con una prosa exquisita, Pablo Cerezal parece haber construido cada frase de la novela con un mimo similar al de un maestro de orfebrería, cada palabra está situada en el lugar preciso y cada una de ellas parece haber sido escogida meticulosamente. De esta manera el autor consigue crear párrafos y páginas de una sobrecogedora belleza, algo casi imposible de encontrar en una primera obra. Si bien es cierto que en algunos momentos ese gusto por encontrar la metáfora perfecta o de alargar cada frase hasta el límite de la adjetivación pasa factura al lector e incluso al propio escritor que a veces parece perder el contexto o el hilo de lo narrado.

No importa. Cerezal conoce bien los riesgos que asume en esta primera y valiente novela y sabe que sin dicho riesgo no hay gloria. El autor prefiere con inteligencia decantarse por perseguir la excelencia, y encontrarla en la mayoría de ocasiones, que quedarse en acostumbradas y tibias tierras de nadie como parece ser la cómoda norma entre las novedades literarias que pueblan las librerías a día de hoy. Una obra tan emocionante como necesaria.

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