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#Cine en Achtung! | Por Pablo Cerezal

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Les haré una oferta que no podrán rechazar

Al menos eso es lo que pretendemos al invitarles a revisitar El Padrino, 40 años después de su estreno mundial en New York, el 15 de marzo de 1972. Sí, un día como hoy, 40 años atrás fue estrenada una de las obras cinematográficas más importantes del siglo pasado. Cualquier humano interesado en el 7º arte ha gozado alguna vez de esta épica cinta que constituye uno de los pilares sobre los que se asienta todo el cine que es, ha sido y será. Quién aún no lo haya hecho ha desperdiciado demasiado tiempo.

Enfrentarse a El Padrino, es como decidir, tras mirar sus lomos apenas ajados por el paso del tiempo, extraer un volumen, al azar, de los muchos que, en casas de tantos de nuestros padres, componen esa Enciclopedia Larousse (o derivados) que con tanto esfuerzo económico adquirieron (quizás a plazos) con el único objetivo de que algún día pudiese ser guía y cauce de nuestro conocimiento. Es, efectivamente, El Padrino, una voluminosa enciclopedia de cine.

marlon-brando-el-padrino-revista-achtung-cine-pelicula-2Gran Enciclopedia del Cine, del Arte, de la Vida, tal vez. Porque a pesar de relatarnos el atribulado ciclo vital de unos personajes amarrados a la existencia por los cordeles nefandos del crimen, nos ofrece, esta obra magna, el palpitante pulso de los más comunes sentimientos humanos: codicia, amor, envidia, traición, deseo, avaricia, fraternidad, piedad, dolor, pasión y un largo etcétera. No hace falta ser mafioso, no, para sentir la cuchillada tierna de la ingratitud, el aterciopelado mordisco de la envidia, y tantas otras sensaciones que, en El Padrino, toman vida ante nuestros ojos de forma magistralmente cruda.

Cierto es que, al igual que cuando orientábamos la vista hacia la Larousse en busca de soluciones y respuestas, nos perderíamos de pretender resumir en pocas frases el compendio de virtudes que hacen de este film, para muchos, el mejor dela Historia del Cine.

Acudíamos a la Larousse, por ejemplo, para encontrar significado a la palabra “befa”, tras oír de labios nuestro padre “no hagas befa de las gafas de tu hermano”. Cogíamos entre las manos el volumen A-B decididos a comprender la regañina, pero nos perdíamos en la A, descubriendo las distintas naciones que componen el continente “Asia”, un suponer. Igual en El Padrino. Acudimos al volumen A-B, por ejemplo, en busca de “Brando”, Marlon Brando, el por aquel entonces denostado actor que supo engrandecer un papel, un personaje, y convertirlo en representación arquetípica de lo que debe ser un cmarlon-brando-el-padrino-revista-achtung-cine-pelicula-3apo mafioso: Don Vito Corleone. ¿10 minutos?, ¿5 quizás? ¿Cuántos de los iniciales minutos de metraje necesita, Marlon Brando, para atraparnos en la densa atmósfera de las normas no escritas por las que se guían las familias que dominan a su antojo los mecanismos del hampa? Es inútil cronometrar. Una vez que tu mirada ha quedado presa en los pausados gestos con que Don Corleone acepta las peticiones de sus acólitos, ya no puede apartarse de la pantalla. Si prestamos atención a la entrada “Brando”, en la supuesta Enciclopedia, posiblemente quedaremos exhaustos. Pero, como cuando niños, antes de alcanzar con las manos la página en que figura el apellido del prodigioso actor ya hemos quedado absortos en la entrada “Atmósfera”, en el mismo volumen A-B. Y no se refiere aquí al aire, ambiente, espacio o firmamento, no. En la Enciclopedia del Cine, la entrada “Atmósfera” glosa con letras doradas el ambiente lóbrego y amenazador en que se sumergen los invitados a la boda de la hija de Don Vito Corleone, para presentar a este sus respetos. Difícil hallar en otra película semejante contraste de claroscuros: de la cegadora vitalidad de las danzas a ritmo de tarantella siciliana, en el jardín de la mansión Corleone, al juego de sombras milimétricas del despacho del gran capo. Esto ya identifica, para el espectador, el juego de opuestos en que se moverán los distintos personajes a lo largo del film: entre la luz y la oscuridad. Del resplandor del amor paterno a la nebulosa ténebre de la traición filial. Del destello inmaculado de una vida por hacer a la tiniebla asfixiante de la decadencia humana. De la claridad impoluta del sentimiento religioso a la demoníaca negrura del pecado capital.

marlon-brando-el-padrino-revista-achtung-cine-pelicula-4Es posible seguir paseando las pupilas por la “atmósfera” con que Francis Ford Coppola convirtió un mecánico juego de lentes y planos en magia pero, como con la Larousse, la mirada salta, sin solución de continuidad, a una nueva entrada. “América”, en este caso. Y comienzas entonces a leer las imágenes para comprender que no existe en la Historia del Cine más escrupuloso fresco de la creación de una nación que El Padrino. Observas, a lo largo de su metraje, la forja de una patria, los ensangrentados cimientos del progreso de una civilización, la edificación pausada y firme de la gloria de un imperio, el americano, que podemos identificar como el de cualquier imperio que, a lo largo de la Historia, haya llegado a dirigir los designios de la humanidad. Sí, El Padrino como espejo grandilocuente en que se mira la evolución humana.

Ya digo, una Enciclopedia en la que poder perderse durante una vida entera. Y no importa que hayan pasado 40 años desde su inaugural proyección porque, como en las viejas Enciclopedias, hay palabras, sentidos, significados que no pierden consistencia por mucho que las hojas amarilleen con el transcurso del tiempo.

¡Ah! El argumento…si alguien aún no ha gozado de esta joya cinematográfica, posiblemente se pregunte por el argumento. Es habitual, a día de hoy, querer saber “de qué va” una película para decidirse o no a pasar el rato frente a la pantalla. Sin embargo, como en cualquier buena película, el argumento, la historia, el tema es lo de menos. Sólo es seguro que cada espectador encontrará, en El Padrino, el rincón en que ocultar sus rencores y el cielo en que airear sus afectos.

En un momento de la cinta, Michael Corleone, el buen hijo metamorfoseado en ángel de la muerte, le dice a Tom Hagen, el circunspecto abogado de la familia, antes de asesinar a sangre fría a un policía corrupto: “No es nada personal, Tom. Sólo son negocios”.

Lo mismo puede decirse al recomendar la visión de esta memorable cinta: no es nada personal, es sólo negocio. Pero en este negocio gana siempre aquél que tome como buena tal recomendación. Afortunados aquellos que aún no hayan gozado la experiencia de descubrir El Padrino, ¡cuánta vida tienen por delante!

@pablo_cerezal

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