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Cartas desde Marruecos

Por Carlota Miranda Largo 

Sólo hay una cosa que guste más que el dinero, y es que se note que lo tienes. En Marruecos tener algo y que el resto no lo sepa no tiene ningún sentido. La sociedad, en mayor o menor medida, es mucho de aparentar, de tener una imagen pública, de tener una buena reputación. Tenerla, pero sobretodo mantenerla.

Es muy habitual conocer a alguien y que al poco rato de conversación ya te hayas enterado de dónde trabajan sus padres y amigos, de en qué universidad ha estudiado, de lo bien que conoce la maravillosa Costa del Sol y de cuántas casas tiene la familia en todo el territorio marroquí, siendo la de Marrakech la que más orgullo parece generar aunque no necesariamente sea la más bestia. Todo eso sin preguntar; si encima muestras un interés especial te sorprenderás de la cantidad de detalles que no dudarán en hacerte saber.

Y es que ‘tener’ está bien, pero si encima los demás lo saben parece que tiene más gracia. ¿Te acuerdas de la típica a la que a la salida de clase iba el novio a buscarla en moto? (¿Buscarla o buscarle?) Poco tardaban todos los compañeros del instituto en enterarse de semejante acontecimiento. Y lo orgullosa que estaba ella, oye. No por el novio, claro. Sino por la moto. Pues aquí pasa un poco igual. Si el novio de la muchacha tiene moto pronto lo sabrás. Y así con todo.

Esto ocurre en todas las clases sociales, cada uno aparenta como puede, a su manera. La gente de pasta no se conforma con el último BMW si encima puede tenerlo con los asientos de piel de color rojo. Los críos de las familias más humildes prefieren mil veces unas Nike Air antes que otros 6 pares de zapatillas. Porque son Nike, joder. Los más pijos del lugar van a la nueva cafetería con precios desorbitados, no sólo para Marruecos sino para el mismísimo Suecia. ¿Es el mejor sitio de la ciudad? Por supuesto que no, pero allí estará la mujer de tal o el hermano de cual. Y siempre viene bien que sepan que tú también te lo puedes permitir. Los chavales con menos recursos se irán a pasar el fin de semana a una bonita ciudad cercana con el coche de uno de sus amigos que emigró a Francia y hacerse una foto con él, con las puertas abiertas, es algo más que inmediato.

Se hacen muchas cosas de cara a la galería y a menudo no entienden que gente de Europa, de clase media allí y alta aquí, no alardee de ciertas cosas pudiéndoselo permitir. Pero es que, una vez más, la mentalidad, para bien y para mal, es muy distinta. Yo creo que a todo el mundo le gusta tener dinero, es algo lógico y normal, pero el cómo conseguirlo, cómo ahorrarlo y cómo gastarlo es lo que nos diferencia a unos de otros. El que todo el mundo por aquí, de una forma u otra, te intente impresionar es el pan de cada día y creo que ya me he acostumbrado a ello. Y, aunque está claro que otras cosas de este país ya son parte de mí y las llevo conmigo allá donde vaya, el aparentar me parece a mí que no va a terminar de cuajar…

Puedes conocer más historias de Marruecos en el blog No es Nada Personal

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