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El 4 de marzo se pre-estrenó en el Teatro Centro Cultural de la Villa (San José de la Rinconada, provincia de Sevilla), Memoria de la Ceniza, de la mano de Sennsa Teatro. Un trabajo monumental y apabullante de Sennsa Teatro que se centró en hacer actuales, los puntos en común de aquellas mujeres a las que su dignidad humana les fue arrebatada a lo largo de la historia de la humanidad.

Cuando indagamos en Memoria de la Ceniza, se nos advierte que la destrucción de la ciudad de Troya puede ser interpretada como algo que es susceptible de extrapolarse a cualquier otro sitio que haya sido devastado con ensañamiento. Así, la tragedia de Las Troyanas de Eurípides  fue utilizada  como pretexto (palabras del director y escritor de esta obra, J.M Mudarra), dando  cuerpo y voz al dolor por el que han pasado todas esas mujeres que han perdido a sus maridos, a sus hijos, a los lugares en donde ejercían sus oficios,  y demás calamidades que las ha hecho sentirse como despojos humanos.

Sin embargo esas mujeres todavía no han perdido su condición humana, aún les queda margen para levantarse con sus iguales para reclamar un trato digno, porque cualquiera que atente contra la integridad de un ser humano (aunque haya pecado de Hybris durante una contienda bélica) está agrediendo a toda la humanidad. No nos engañemos, aunque estas mujeres se muestren vigorosas y con determinación, no faltan los momentos en que su dolor les hace que les cueste mantenerse en pie, en donde hasta llegar a una voz ronca por gritar y llorar desconsoladas, se puede traducir como que sus cuerpos no están preparados para digerir semejantes desgarros.

Foto: Sergio Tallafet

Foto: Sergio Tallafet

 

Por tanto, las mujeres representadas en esta pieza son todas las que todavía no han sido redimidas, aunque las guerras desaparezcan de las posibilidades del ser humano. Porque esas vejaciones ya fueron perpetradas, esas lágrimas ya fueron derramadas…, sólo está a nuestro acceso constituir un terreno en el que lo que nunca debió haber pasado, vuelva a suceder. Creo que esta es una de las pocas cosas en las que se puede trabajar para honrarlas, sino caeremos en esa lectura que tanto criticó el filósofo alemán Walter Benjamin en sus Tesis sobre el Concepto de Historia, en la que los historiadores “historicistas” operan desde una lectura lineal y homogénea de la historia. Lectura que hace irrecuperable ese hecho del pasado por más que se haya alcanzado cierto “consenso”, sobre que ello no debió haberse llevado a cabo. De tal forma, que cualquier denuncia que se plantee recibirá silencio, porque eso ya es cosa del pasado.

En este contexto ni los muertos estarían seguros, porque toda nuestra civilización se ha emplazado sobre un montículo de cadáveres, que ni si quiera su historia ha sido merecedora de ser citada. A esas personas no sólo no se les auxilió en su momento de peligro; es que encima, una vez que ya se ha acabado la guerra o lo que fuere que haya estado en juego, sus cadáveres se han quedado sólo como parte del sedimento de la tierra que pisamos cada día. Dice Benjamin en su séptima tesis: “(Los bienes culturales) deben su existencia no sólo al esfuerzo de los grandes genios que los han creado, sino también a la servidumbre anónima de sus contemporáneos. No hay un solo documento de cultura que no lo sea a la vez de barbarie. Y si el documento no está libre de barbarie, tampoco lo está el proceso de transmisión de unas manos a otras”.

Foto: Sergio Tallafet

Foto: Sergio Tallafet

 

Ello responde a que hasta ahora hemos vivido en un estado de excepción que se ha hecho regla (así lo versa Benjamin en su tesis VIII), en el que se han aplicado leyes que han dejado en suspensión a las que fueron diseñadas para  la celosa conservación de la dignidad humana. He allí que no hemos de confiar en aquellos que hablan en nombre del progreso (por más que algunos de ellos, tengan intenciones respetables), siendo que estos discursos plantean dicho progreso como algo inacabable que se lleva por delante, incluso, a los que se vieron afectados por “daños colaterales”.

Por eso el historiador materialista histórico que perfila Benjamin, es quien busca entre las ruinas y la basura ,porque parte de la premisa que lo que ha sido “descartado” de la lectura de la historia de los vencedores, no es más que una multitud de ahoras que precisan ser redimidos siendo citados en el presente. Un presente en el que siguen sucediendo atrocidades similares a las que padecieron personas que fueron llevadas por delante gracias a la barbarie, o por el insaciable empuje del progreso por el progreso. En el presente siguen latiendo esos ahoras a la espera de ser recuperados  a través de sus propias cenizas, con el fin de hacer “saltar” un determinado ahora de esa lectura lineal y homogénea de la historia.

Foto: Sergio Tallafet

Foto: Sergio Tallafet

 

He allí que haya interpretado a Memoria de la Ceniza de esta compañía andaluza, como una  reivindicación de estas mujeres que la historia “historicista” ha querido borrar de la faz de la Tierra. Quizás las investigaciones de los integrantes de Sennsa Teatro, no hayan sido suficientes para rememorar todos esos ahoras que al menos de forma indirecta han citado. Sin embargo, han apostado por concentrar en esta pieza todo aquello que es universalizable de esas historias que esperan ser redimidas. Por eso Memoria de la Ceniza es un acto político que se abre paso en los teatros  en los que será programada, demostrando que el compromiso político se puede ejercer también desde las artes escénicas. Dado que representar una pieza no deja de ser un acto público, algo que está al acceso del foro común que compartimos todos los ciudadanos.

Dejemos de asociar la acción política con los espacios que ocupan los partidos políticos, los sindicados, asociaciones, etc…, ya que vivir en un espacio de lo público, supone ser seres políticos con el derecho y deber, de ejercer nuestra ciudadanía. Siendo guiados por valores capaces de transcender el correspondiente respeto al estado de derecho en el que estemos enmarcados, para que así los actos de barbarie no se conviertan en algo que se sanciona. Si no será cuestión de tiempo, que se instaura un estado de excepción que se haga regla, a través de una serie de contingencias históricas que a esas alturas, habrían ganado una guerra de relatos que haya situado un hecho como “fundacional”, para facilitar un  “refuerzo y garantía de progreso para la humanidad”.

Foto: Sergio Tallafet

Foto: Sergio Tallafet

 

Para ello los integrantes de Sennsa Teatro, se valieron de una composición escénica en la que se enlazaban un sinfín de imágenes que dan testimonio de que la bibliografía y otras fuentes audiovisuales que consultaron, es amplísima. Un trabajo exhaustivo y obsesivo, que también fue fundamentado con un rigor corporal de cada uno de sus intérpretes que sobrepasa cualquier expectativa (incluyendo la de los que conocen a esta compañía desde hace unos años). Y no les estoy hablando sobre que salió a escena “un ejército” de profesionales moviéndose al unísono  en cada partitura de movimiento, sino en realidad, que la dirección de J.M Mudarra tuvo la inteligencia y el acierto, de sacarle partido a cada uno de los intérpretes que disponía: al margen de su edad, contextura física y demás cosas por el estilo.

A dónde quiero llegar con lo anterior, es que aunque se haya identificado un lenguaje común en todos los intérpretes de Sennsa, el caso es que se supo sacar ventaja de la consistencia, veteranía y presencia escénica de Javier Martín y Sandra Pozo. O qué decir sobre que la juventud de Inés Salgueiro, Patricia Jiménez, Sara Fresno y Carmen Atienza, no fueron en ningún momento algo que les haya entorpecido para defender un trabajo que pocos serían capaces de si quiera seguirle el ritmo. Y Thais N. Izquierdo, simplemente, es de las actrices más completas y responsables con su labor escénica, que he visto sobre un escenario.

Sin todos ellos, la ambiciosa y poética puesta en escena de Memoria de la Ceniza, se hubiese quedado en un espectáculo visual que hubiera hecho sustituible a todo un elenco que se han dejado años de vida sobre el escenario.

 

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