La catástrofe del Covid-19 ha detenido la vida libre tal y como la conocíamos y estar en medio de esta tragedia nos hace replantear el significado de la danza y bailarines.
En un pasado lejano, la danza era un medio de primordial expresión y comunicación a través de los gestos; convirtiéndose en arte escénico que conmovía el alma e inspiraba al público. Es un arte momentáneo que es difícil de restaurar a su forma original una vez completado porque es creado con todo el cuerpo y el alma. La danza está hecha de momentos efímeros, lo que predestina a los bailarines a estar en constate movimiento. Sin embargo, el Covid-19 ha restringido e incluso bloqueado el arte de la danza en su forma original.
Aunque la situación está mejorando, los espectáculos de danza todavía están sujetos a muchas restricciones. Esto nos hace atesorar los preciosos recuerdos de los tiempos en que la danza y los bailarines brillaban como joyas e iluminaban el mundo, transmitiendo la angustia y la ansiedad humana, la voluntad y la esperanza de vivir.
Del mismo modo, es importante recordar que durante las réplicas de la Peste Negra en la Europa medieval, el ballet Giselle que representa el amor más allá de la muerte se representó en la Ópera de París el 28 de junio de 1841 y recibió una respuesta explosiva. Desde entonces, Giselle se ha presentado en toda Europa y en todo el mundo para consolar y animar las almas de la humanidad devastada por la pandemia. A mi manera de entender y como se demostró desde su primera representación, Giselle es el magnífico espíritu de una bailarina que intenta escapar de la gravedad de las penurias del mundo.
El público solitario y cansado está sediento de la simpatía y el consuelo de los bailarines. Como bailarines, creemos que el aleteo de nuestras alas da esperanza al corazón de los que aman el arte de la danza y les da el coraje para superar esta pandemia.
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