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Cartas desde México

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Dos manifestantes por la desaparición de 43 estudiantes en Ayotzinapa

Por Adrián Estévez

Programada para el pasado miércoles 22 de octubre, alrededor del medio día, una gran cantidad de estudiantes de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla se dio cita en dos puntos clave: el Patio del Colegio de Lingüística, emplazado en la Facultad de Filosofía y Letras, ubicada en el centro de la citada urbe. El otro lugar de encuentro fue la explanada de la facultad de Antropología que, aunque también pertenece a la misma facultad, está dentro del complejo de Ciudad Universitaria. ¿Cuál era el motivo de esta reunión? Hacer una demostración de fuerza y organización, pero sobre todo de consciencia, y protestar sobre la situación que nos sigue irritando los nervios y perturbando la inteligencia: la desaparición de 43 estudiantes normalistas en Ayotzinapa, Guerrero. A pesar de la distancia de unos kilómetros, estas dos manifestaciones tenían como fin encontrarse. Y así lo hicieron.

La desaparición de estos 43 normalistas, de entre 18-21 años, el pasado mes de septiembre es un aura oscura, que nos gustaría despejar con un simple movimiento colectivo de manos o haciendo uso de un conjuro de antaño, esos que dicen los abuelos que curan todo. Pero, a pesar del reclamo nacional e internacional, de promesas, de juramentos, dichos y repeticiones de nuestros políticos y de más representantes de los tres poderes, nadie los aparece con vida. En Guerrero, a diario, hay marchas y manifestaciones, que incendian edificios gubernamentales, mientras que policías comunitarias hacen el trabajo que correspondería a los cuerpos públicos. 

Pero, regresando a la protesta en Puebla, los estudiantes ya estaban listos para salir de su cuartel céntrico sobre las 12 del mediodía. Todos nos dirigimos hacía una de las calles vitales de capital poblana, Juan de Palafox y Mendoza. Los primeros pies que pisaron y avanzaron tuvieron que vérselas con los automovilistas que, sin aviso previo ni advertencia, pitaban y gritaban “¡Hay otras formas!”… ¿de qué? ¿de protestar? ¿de no tener clases por el resto del día? Quien sabe. A ese automovilista “crítico” no se le preguntó sobre qué se estaba quejando. Las pancartas y los carteles recién hechos disparaban ya hacia todas direcciones sus consignas. 

Llegamos al bulevar 5 de mayo, avenida vital de Puebla en lo que respecta el tráfico vehicular. Según las indicaciones, el punto de reunión con la protesta surgida en Ciudad Universitaria era el entorno del centro comercial Plaza Dorada. La banda sonora que le dio ritmo a la protesta fueron las consignas y lemas que han pasado de generación en generación. ¡VIVOS SE LOS LLEVARON, VIVOS LOS QUEREMOS! ¡AYOTZINAPA AGUANTA, LA BUAP SE LEVANTA! Ya cerca de Plaza Dorada, en la contra esquina, se encuentra la Procuraduría General del Estado. El saludo de los asistentes hacia tal edificio y los que en él fue: ¡ESOS SON, ESOS SON, LOS QUE JODEN LA NACIÓN! En ese momento, cuando se unieron las dos protestas, las consignas se oían más fuerte: ¡A TI QUE ESTÁS MIRANDO, TAMBIÉN TE ESTÁN CHINGANDO! Así fueron nuestras formas de invitar a los mirones a sumarse.

Y, como todo viaje de regreso otra vez al centro de la ciudad, éste se sintió más largo que el de ida. Quizá el sol ya había menguado, o los pies ya estaban cansados. Aterrizamos frente al Palacio Municipal. Ahí esperaba un contingente más civil que estudiantil. Y se escuchó lo que jefes y pseudo sabios tenían que decir. Se pegaron algunas de las pancartas con las que hicimos el recorrido. Y se exigió una y otra vez justicia esclarecimiento y respuestas a las desapariciones de los normalistas. 

Y es que al usar nuestros pies como la máxima herramienta o medio de nuestro reclamo e indignación, la caminata fue para que los 43 estudiantes aparezcan vivos y a salvo, caminando. No usamos nuestro pies como señal contradictoria de reclamo, no queremos que los 43 estudiantes aparezcan en el suelo, en una fosa. No. Repetimos, los queremos vivos. Caminando. 

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