Por Marcos Rodríguez Velo
Todo lo que uno escucha o lee sobre Mica Levi suele terminar convirtiéndose en un ataque a la propia autoestima. Esta joven inglesa de 25 años y establecida en Londres posee un espíritu indomable y turbulento que le ha llevado, entre otras cosas, a escribir una composición para la Orquesta Filarmónica de Londres, a construir sus propios instrumentos y a formar un grupo, Micachu & The Shapes, con el que ha recibido reconocimiento y críticas favorables tras el lanzamiento de su primer álbum, Jewellery, en 2009. Poca gente puede presumir de un bagaje semejante tras un cuarto de siglo de vida.
Mica ha crecido rodeada de arte y de discos, tal y como se espera de alguien con tantas inquietudes, y su música es un gran batiburrillo de sonidos, imágenes y sueños vívidos. Un desorden ordenado, como las habitaciones de los jóvenes en las que los padres no encuentran nada, pero en la que el hijo sabe perfectamente que bajo la pila de discos están las fotos de las vacaciones del año pasado y que su camiseta preferida está guardada en el cajón de las revistas.
Como suele ser habitual cuando se habla de artistas tan peculiares y enérgicos, el segundo álbum tiende a sonar más oscuro que el predecesor, y Never no es una excepción. A pesar de utilizar los mismos instrumentos, la música suena mucho más chirriante, en contraposición a Jewellery, donde todo resultaba mucho más claro y limpio. Incluso puede parecer a veces un poco caótico, sin que esto sea malo por fuerza. Tomemos como ejemplo Slick, uno de los temas más accesibles gracias a su ritmo sugestivo e hipnótico. Es inevitable admirar la habilidad artística a la hora de conjugar los instrumentos y preguntarse cómo han conseguido esos sonidos, dejando, aún así, la sensación de ser una melodía fría. Lo que probablemente esté hecho a propósito.
Si hubiese que destacar otras composiciones de las catorce que conforman el disco, es necesario hacer referencia a Heaven, con sus sonidos tortuosos y alucinados; a Nothing, que hace rememorar un poco al grunge; o a la balada Fall, con trazos que traen a la mente el mundo de Lynch y que añade algo de colorido al conjunto. Aunque sin duda es Nowhere la que destaca por encima de todas las demás con su ritmo acelerado a lo largo de sus breves dos minutos y medio de duración. Es una pena que esté situada al final del disco y muchos no lleguen a escucharla, ya que el camino hasta este sobresaliente colofón es duro e intrincado.
Never es un disco difícil de recomendar por su, a veces, desvencijada propuesta. Pero es precisamente ahí donde Micachu & The Shapes destacan más. Y pese a que mucha gente no estará de acuerdo, lo cierto es que Micachu mantiene una firme disciplina escondida tras su locura.
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