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Por Marcos Rodríguez Velo

Acostumbrado a saltar de un proyecto a otro, a mil vidas artísticas paralelas y a aparecer ante su fans en diferentes versiones como si fuesen spin-offs de sí mismo, para la creación de Morning Phase, Beck ha creado una hoja de ruta que ha seguido al pie de la letra y cuyo objetivo final no es otro que la concepción del sucesor de Sea Change. Y esto es algo que se aprecia desde el primer momento incluso sin haber leído ninguna crítica o entrevista antes de escucharlo, es suficiente el giro de guitarra que abre Morning o el acorde inicial de Heart Is a Drum para que acudan a nuestro recuerdo las atmósferas de The Golden Age y Lost Cause. Incluso con los ojos cerrados se podría apostar a que los arreglos de cuerda llevan la firma de su padre, David Campbell, y no sorprende que el más hábil autor de la canción popular americana del cambio de milenio haya recuperado al mismo grupo de personas con las que creó el disco de 2002, los fieles Smokey Hormel, Justin Meldal-Johnsen, Roger Joseph Manning Jr y Joey Waronker. Podríamos escuchar los dos discos a la vez y se disolverían en una especie de continuidad.

¿Pero es todo tan árido y programático como podría parecer a primera vista? Es una pregunta legítima. Pero no, no es así. Antes de nada hay que decir que este disco fue grabado parcialmente en Nashville en 2005, cuando fueron creadas tres canciones: Blackbird Chain, Country Down y Waking Light, que clausura el disco. En cuanto al resto, a pesar de encontrarnos con unos sonidos especulares (por definirlos de algún modo), en Morning Phase se respira una atmósfera diferente, más ligera, sin la carga emotiva que Sea Change arrastraba tras de sí, y abre la puerta a la promesa de un nuevo comienzo como leitmotiv. Es éste, en definitiva, un disco que crece poco a poco, dejando aflorar lentamente el estilo de una escritura elegante que gustará menos a los entusiastas de las extravagancias beckianas; es más, no se podría definir de otra manera que como clásico e impecable.

El envoltorio sonoro es siempre meticuloso y perfecto: las pinceladas vintage de Morning y Country Down, los ecos de Byrds o Nick Drake en Heart Is A Drum o Waking Light con sus reminiscencias a The Beatles muestran unas melodías convincentes y arregladas de un modo exquisito. Y entre los homenajes al clásico sonido californiano desde Crosby, Stills and Nash a Gram ParsonsTurn Away tiene unas armonías vocales que no pueden sonar más a la Costa Oeste – y los matices de la americana moderna que traen a la mente a Wilco y el neo folk rock de Fleet Foxes nos encontramos con el country rock teñido de blues de Say Goodbye, el exotismo psicodélico de Blue Moon, las envolventes baladas Unforgiven y Don’t Let It Go o los teatrales arcos de Wave, que se ponen de manifiesto con claridad tras una escucha más en profundidad. Aún con ese poso de imprevisibilidad, quizás la única pega de un disco con una sensación de déjà vu bastante acentuada, representado por los cambios de tiempo de Blackbird Chain, es evidente que Morning Phase no llega al nivel de obra maestra, pero bien merece toda la atención recibida.

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