Por Paloma Torrecillas
La profesión de científico es una carrera de fondo. Nada de acabar los cinco años de universidad y salir a buscar trabajo para estamparse contra el edificio del INEM. Lo suyo es quedarse en la universidad para estamparse, eso siempre, contra la realidad de los recortes y si eres mujer, también contra la de la desigualdad. Por que sí científicos, en la ciencia también hay desigualdad entre hombres y mujeres. “Es sutil pero existe y es fuerte”, señala Pilar López Sancho, presidenta de la asociación de mujeres científicas y tecnólogas de España.
Escasas opciones
Una persona que quiera dedicar su vida a la investigación, al acabar la carrera, debe hacer el doctorado y después varios posdoc, que si son fuera de España mucho mejor. Así que se planta de nuevo en casa, con treinta y pico años, hiperformado y con una situación lamentable en la ciencia. Tiene dos opciones, o volverse a ir para, casi seguro, no volver, o pedir una beca Ramón y Cajal o Juan de la Cierva y así seguir investigando. Para ello necesita un CV sobresaliente y una paciencia infinita para llevar a cabo todos los trámites burocráticos que se piden. Si lo consigue, se queda una temporadita para que, seguramente al terminar, intente la casi imposible tarea de conseguir una plaza en una universidad o en el CSIC. Allí podrá pasar de científico titular a investigador científico y de este último a profesor de investigación para finalmente jubilarse y regar las plantas de su casa mientras piensas en neutrones, cuerpos gravitatorios o cromosomas. Cada cual con lo suyo.
Cuestión de porcentajes
El año pasado, el Ministerio de Economía y Competitividad publicó el informe “Mujeres en la ciencia 2011”, donde se ponía de relieve que las mujeres son todavía una minoría en la profesión científica en nuestro país, alcanzando sólo el 37,50% del total del personal investigador en la Universidad pública y el 43,57% en el sector público. Además, El libro blanco sobre la situación de las mujeres en la ciencia, dice que el 41% de los licenciados o con másteres en ciencias puras y matemáticas son mujeres y representan un 78% en ciencias de la salud. El 50% de doctorados y los post-doctorados en ciencias los hacen ellas, por lo que hay paridad de género a la hora de enfocar la carrera hacia la investigación entre hombres y mujeres. Sin embargo, el porcentaje de catedráticas en ciencias es de un 16%.
Durante el año 2011, en el CSIC (centro superior de investigaciones científicas), los estudiantes de doctorado eran sobre todo mujeres, mientras que muy pocas llegaban al estadío más alto, profesor investigador (lo equivalente a catedrático). Si en el principio de la carrera científica hay similar número de hombres y mujeres ¿por qué, entonces, hay menos mujeres coordinando equipos o menos mujeres catedráticas?
Mejor no tener prole
Uno de los motivos fundamentales que marcan la diferencia entre hombres y mujeres en la ciencia son los hijos. Por un lado, está la consideración profesional de este hecho: cuando ellos los tienen se considera que han sentado la cabeza y que van a dedicar más tiempo a la profesión para mantener a la familia, de hecho incrementan sus posibilidades de promoción. Mientras que si les ocurre a ellas su productividad académica desciende y tienen más problemas para ascender profesionalmente.
“Una mujer científica entra en conflicto cuando acaba el doctorado, es la edad en la que uno quiere casarse y formar una familia. Eso supone un parón y en ciencia si te paras, aunque solo sea unos meses, te quedas obsoleto. Antes era algo que ni siquiera se planteaba porque la mayoría de nosotras decidía casarse y abandonar su carrera científica. Ahora no es así”, afirma María Josefa Yzuel, la primera mujer en España en conseguir una plaza fija de profesora agregada en físicas. Por ello, en las altas esferas académicas hay muchas menos mujeres con hijos que hombres.
Hoy María es Profesora Emerita y, a pesar de haber cumplido los 71 años, sigue impartiendo clases en la Universidad Autónoma de Barcelona, además de dar conferencias sobre la situación de la mujer en la ciencia. María Josefa es de un pequeño pueblecito de Pirineos, y cuando era joven sus vecinos no acaban de entender cómo una mujer quería estudiar una carrera de ciencias, pero tuvo el apoyo de sus padres y se matriculó en físicas. Nos cuenta que durante sus años de estudiante universitaria nunca se sintió discriminada, pero al presentarse a la oposición para ser profesora agregada, algunos compañeros hicieron comentarios sobre que los otros opositores, todos hombres, necesitaban más la plaza que ella. “Era un discriminación verbal, para desanimarme a presentarme, porque luego fui yo quien consiguió esa plaza”.
Discriminación de cristal
Ana Guerrero tiene 26 años y está estudiando el doctorado sobre el virus del SIDA en Inglaterra, sabe, como el resto de sus compañeras, que ser madre puede dar un giro a su carrera profesional. Pero para ella tener hijos no es una opción, sueña con “ser investigadora, pero pienso formar una familia, aunque eso suponga trabajar en industria, que es el lado oscuro de la ciencia”.
Ana nos cuenta que los científicos tienen pasión por el trabajo y que por eso necesitan una pareja fuerte que les entienda porque “son continuos viajes, llegar muchos días a las diez del trabajo, cambios de residencia…” Sin embargo, ese compañero fuerte, suele estar representado por mujeres. Amaya Moro-Martín, astrofísica becada con el programa Ramón y Cajal y miembro de la plataforma Investigación Digna bromeaba con sus compañeras durante su post-doc en EEUU con la frase “necesitamos una esposa”.
Si fuese la maternidad el único motivo de la desigualdad de género, no debería existir entonces dicha desigualdad en los escalones más altos de la profesión, donde muchas mujeres ya rondan los cincuenta años. Amaya cree que sigue habiendo un techo de cristal: “es evidente que el hecho de que no existan muchas catedráticas ahora se produce por un arrastre de la situación de discriminación del pasado, pero eso no explica todo, porque los informes que demuestran esta desigualdad hablan de las promociones actuales, cuántas mujeres promocionan ahora. Esta claro que sigue habiendo filtros”.
Toma de conciencia
A pesar de que la discriminación de las mujeres en el ámbito científico siempre ha existido, la toma de conciencia es relativamente nueva. Fue gracias a la publicación, en 1999, de un estudio realizado por la bióloga molecular Nancy Hopkins del Massachusetts Institute of Technology. Ella se dio cuenta de que muchas colegas de profesión recibían salarios más bajos, tenían laboratorios más pequeños o que recibían menos premios, ante igual cualificación que sus compañeros. Este informe, que dio la vuelta al mundo, levantó la liebre del sexismo dentro del mundo científico y muchas mujeres empezaron a tomar conciencia de su situación. En España se creó la Asociación de mujeres científicas y tecnólogas que continua luchando para conseguir una situación de igualdad entre ellos y ellas.
Las afirmaciones de que las mujeres tienen “una capacidad innata menor para las matemáticas y las ciencias” que los hombres por razones genéticas, pueden sonarnos al siglo pasado. Pero lo dijo, hace tan solo unos años, el que por entonces era el presidente de la prestigiosa Universidad de Harvard, Lawrence Summers. La comunidad científica puso el grito en el cielo y Summers dejó su cargo, aunque también dejó patente cuál es la visón que aún algunos tienen sobre la mujer científica. Por ello no es de extrañar que María Josefa Yzuel piense que “las cosas no han cambiado tanto con los años porque, a pesar de las políticas de igualdad, lo que no cambia es la visión de algunos compañeros”.
Pero no hace falta trasladarse hasta EEUU porque a mediados de junio de este año el Diario Médico de nuestro país publicó un artículo donde los presidentes de las asociaciones españolas médicas de Obstetricia y Ginecología, Pediatría y Endocrinología y Nutrición advertían del peligro de la feminización de la profesión que podría empeorar la calidad asistencial de los servicios, ya que son ellas las que piden el 98% de los permisos de maternidad y el 96% de las excedencias por cuidado de hijos. Para evitar esta posible situación, el presidente de la Asociación Española de Pediatría, propuso “exigir que en la cobertura de las plazas MIR se tenga en cuenta la feminización”. La denuncia de este artículo no se hizo esperar y Maite Paramio Nieto, presidenta de la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas de Cataluña, apuntó que estas doctoras que copan los servicios en los hospitales “fueron las jóvenes que sacaron la mejor nota para entrar en Medicina, las jóvenes que sacaron la mejor nota para hacer el MIR y las más calificadas después para tener una plaza en el hospital. Están donde están por méritos propios y objetivables”.
Perfiles
Es bioquímica especializada en virología, actualmente está haciendo el doctorado sobre redes de señalización celular en la infección con virus del SIDA. Estudia en el Blizard Institute en Queen Mary University de Londres.
Estudió físicas en Zaragoza y su especialidad es la óptica. Fue la primera mujer en conseguir una plaza de profesora agregada en física en 1971 y es doctora honoris causa por la Universidad Miguel Hernández de Elche. Ahora es profesora emérita en la universidad de Barcelona
Es astrofícica. Hizo su doctorado en la universidad de Arizona. Ahora trabaja con una beca Ramón y Cajal en el CSIC, donde investiga sobre sistemas planetarios extrasolares