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Por Miguel Fernández Ibañez

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El sonido de Manchester se impuso en el Festival Internacional de Benicassim. Ni Bob Dylan pudo eclipsar el renacer de The Stone Roses, el tirón de Noel Gallagher y los clásicos electrónicos de New Order, el mítico grupo que nació tras Joy Division y su malogrado líder Ian Curtis. Depués de cuatros días de música internacional sólo se puede criticar la ausencia justificada de Florence & The Machine y la falta de ‘background’ del público con el maestro Bob Dylan.

El bagaje final, si se atiende a datos, muestra un 20% menos de asistencia en esta 18ª edición. Algo que no es de extrañar si se tiene en cuenta que Radiohead se paseó en las mismas fechas por el BBK, en Bilbao, y el Optimus Alive, en Portugal. Esta competencia y los buenos datos de los tres festivales demuestran la buena acogida en la Península Ibérica de este tipo de eventos donde los abonos suelen superar los 100 euros.

En un plano musical hubo un gran ganador: The Stone Roses. El grupo del vocalista Ian Brown ha vuelto por la puerta grande tras una larga temporada separados que comenzó en el FIB de 1996. Su directo, nunca grandioso, demostró las ganas de volver a triunfar que tienen los cuatro de Manchester. Empezar con ‘I wanna be adored‘, tal vez su tema más conocido, sirvió para encender a un público que tenía reciente los ecos del pasado de Noel Gallagher, que cantó temas de Oasis para el deleite británico y demostró quién era la inspiración de su fallecido grupo.

La voz de Ian Brown nunca fue un lujo y sigue sin serlo. Pero ahora disimula, se esfuerza por la perfección y deja mucho peso, como siempre hizo, al fantástico bajo de Mani. Al final, como primerizos triunfadores, se abrazaron y disfrutaron de la ovación más larga que este FIB ha dado en el escenario principal.

Un día antes había pasado por allí Bob Dylan, que probó la medicina de la juventud siendo cabeza de cartel. El de Minesota eligió el repertorio más cercano al blues ante un público que no conocía sus parlamentos a pesar de adentranse en masa al concierto. Poco a poco esta evidencia se hizo patente y el colofón llegó con ‘Like a rolling stone‘, uno de sus temas más conocidos y que sirvió como tributo a los 50 años del grupo de Jagger. El público, adolescente, no pudo cantar los estribillos que Dylan brindaba a un Benicassim que se olvidó de su grandeza.

Óscar Mulero: «Es importante no perder la identidad»

La música electrónica sigue creciendo en cualquier festival. Ya sea de pop, rock o folk, siempre aparece una arista que rezuma electrónica. En el FIB uno de sus estandartes fue Óscar Mulero, la mayor referencia del techno nacional. Su contundencia y constancia sonora le han llevado a ser tan respetado fuera de nuestras fronteras, con producciones para sellos tan importantes como Tresor. Atiende a Achtung! antes de pinchar en el FIB para contar su vida profesional, siempre ligada al techno.

Para comprenderle hay que remontarse a los años 90, a clubs ‘underground’ de Madrid como el Soma o el One. Allí cristalizó durante décadas un sonido que hoy en día sigue cultivando porque para él «es importante no perder la identidad». Lo del techno es su vida y se siente un poco «indiferente ante la moda musical». Recalca que es importante tener claro de donde viene uno: «Obviamente hay una evolución en mi sonido pero lo mío es el techno, es lo que me gusta. La gente que sigue mi sonido es lo que valora». Algo que sin duda apreciarán en su último álbum ‘Black propaganda‘, del sello Warm Up Recordings.

Su carrera nació en paralelo a dj’s como Pelacha o Elesbaan. Él ha llegado más lejos si se atiende a la demanda internacional y nacional. ¿Por qué? «No te sabría decir exactamente. Creo que tiene que ver con la producción, sacar discos, crear mi sello. Creo que el tema de la producción es definitivo. Depende un poco de las aspiraciones de cada uno. Mi ilusión era darme la vuelta al mundo pinchando y para eso había que sacar discos».

Aún no conoce todo el planeta pero sí bastante. Su nombre varía en función de la sesión. Algunas veces veremos a Dr.Smoke, otras a Infamous Monster. Sus ‘akas’, como se conoce en la jerga los cambios de registro de los dj’s, son tan exitosos como el propio Mulero. Con estas caretas afirma «divertirse y desconectar un poco del rollo más duro del techno».

Reconoce que variar es algo que le aporta mucho a nivel personal y profesional: «Es una vía de escape». En su caso siempre se notan sus señas, los rasgos techno. Una tendencia que en España parece condenada al ostracismo ante el dubstep, el sonido importado de Londres que rompe como variable sucia del drum&bass con toques de trip-hop. Estos cambios, que sin duda se deben a la demanda social, «hacen que evolucione una escena, sea pop, rock o electrónica. La gente es la que hace la música».

Defensor de la innovación que promueven los clubs, «que están en primera línea», es cada vez más complejo verle por Madrid. Tanto es así que ya no conoce la escena de la capital, tal vez por ser un dj internacional al que se rifan por esos agudos tan contundentes. Por no abusar de los graves en los subidones. Por apreciar la pulcritud en las transiciones. Por ser, sin duda, él mismo desde hace un cuarto de siglo.

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@MFIjournalist

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