Por Jacobo Vázquez
Aunque ya hace unos meses del lanzamiento de Trouble Will Find Me, la fuerza de sus canciones lo convierte en uno de esos discos destinados a perdurar durante mucho tiempo en nuestros oídos y en nuestros reproductores de música. Uno de esos discos a los que recurrir cíclicamente y de los que resulta difícil deshacerse, algo habitual con los álbumes firmados por The National. Su carrera ha sido la de un corredor de fondo, la de un grupo creciendo pausadamente, sin hypes ni campañas de marketing a sus espaldas. Agrupados dentro de la corriente de alt-country que dominaba los Estados Unidos a principio de la década pasada, no fue hasta su tercer álbum que consiguieron deshacerse de las etiquetas y convertirse en un referente y un modelo mil veces imitado desde entonces. Todos los elementos que ya habitaban en sus canciones cristalizaron en aquel Alligator hasta dar forma a su propio sonido. Melancólico pero reconfortante pop de cámara, nostálgico, tan triste como cálido.
Desde entonces, cada paso que ha dado el quinteto de Brooklyn los ha acercado más y más al éxito masivo -dentro de los parámetros de la música independiente, no lo olvidemos-, aunque alguno de ellos, como el irregular High Violet, fuera un poco en falso. Pese al notable nivel de las canciones, algunas carecían de esa chispa necesaria para hacer brillar incluso las composiciones tristes. Al final al conjunto se veía lastrado y se percibía cierta desconexión entre los temas. En cambio, en Trouble Will Find Me se distingue otro aire. A pesar de la difícil gestación del álbum, que casi provoca la disolución de la banda, cada canción forma parte de un todo que se antoja indivisible. Los momentos álgidos, donde la batería se desboca como el bombeo de un corazón acelerado, se alternan con la pausa, asemejando el disco a una suerte de ciclo vital, en el que las cumbres y los valles se suceden sin brusquedad.
Entre la perezosamente optimista I Should Live In Salt que abre el disco y la extrañamente esperanzadora Hard To Find que lo cierra, se encuentran algunas de las mejores composiciones de la banda. En especial la triada compuesta por Demons, Don’t Swallow The Cup y Sea Of Love. En ellas The National hace lo que mejor sabe, y donde se pueden descubrir las claves de su identidad. Guitarras envolventes que se acercan temerosas al primer plano, pianos que mecen las canciones lentamente, violines que acechan la voz de barítono de Matt Berninger hasta apuñalar las melodías en el momento idóneo y una marea de sonidos apuntalada por el bajo y los insospechados ritmos de batería.
Trouble Will Find Me tiene ese algo especial que convierte un gran disco en un disco inolvidable. Esas características intangibles del arte, llámese alma, corazón, o como se prefiera, pero que habitan en las grandes obras. Esta colección de canciones difícilmente te abandonará una vez que te dejes atrapar y, a partir de entonces, The National se convertirá en parte de la banda sonora de tu vida, si es que todavía no lo es.
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