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Los días 21 y 22 de enero del presente año se representó en el Teatro Alameda (Sevilla), Natanam, de la mano de la compañía andaluza Da.Te Danza. Es uno de esas piezas de danza para la infancia, que te ayudan a recobrar el interés en ampliar nuestros gustos, a la par que  mantenemos nuestros espíritus críticos.

 

Natanam  es una pieza que aunque en un inicio haya estado compuesta para un público de dos a cinco años, diría que verla desde los ojos de una persona que está acostumbrada a ver artes escénicas, es un ejercicio muy sano e ilustrativo para actualizar nuestros respectivos criterios. Lo digo porque su estructura responde a otro tipo de necesidades creativas que “una pieza hecha para adultos”, siendo que la forma en cómo se va desarrollando su dramaturgia, se manifiesta más por lo sensorial que por lo formal.

Ya sólo su iluminación y el vestuario que habrán sido escogidos minuciosamente, fueron los elementos básicos para que nosotros los espectadores entremos en ese marco, sin saber a dónde vamos y qué será de nosotros cuando acabe la pieza. Nos mantienen “sujetos” cuando sus dos intérpretes empiezan a dibujar detenidamente un mandala con sal. Sal que se va tiñendo con los colores de los focos que iluminan al escenario, como signo de que se está abriendo una especie de portal que nos conducirá a un mundo mágico, donde la creatividad y la alegría de estar vivos, es lo que se respira. Dicho mandala fue trazado con tal delicadeza y cariño, que a sus personajes les evocó cantar una canción que ayudó a que dejásemos lo que corresponde a nuestras respectivas vidas personales para sumergirnos al mundo de Natanam.

Esta pieza se fue desplegando sobre todo el escenario, intercalando coreografías  con las interacciones de los personajes, como si su forma de vida fuese la celebración de que sea quién sea el que tengo al lado, con esa persona compartiré el estar vivo en un mundo con tantas posibilidades para desarrollar la creatividad con un espíritu lúdico. Por si queda alguna duda, las coreografías fueron ejecutas con una seriedad solemne, y nunca olvidando que aunque la mayor parte de su público no está versado en danza, éste merece el mismo respeto que cualquier otro.

 

El mandala antes mencionado, no tardó en ser borrado con esa danza embriagada de júbilo. Cosa que a muchos nos puede entristecer, pero una vez más, se trató de representar una alegoría que se ponía a la par con una de las características inherentes a la danza: su carácter efímero. Con ello no sólo vale la pena decir que Natanam significa danza en sánscrito; sino que además, me sugirió que esos momentos de recreo con la mejor de las compañías, hay que degustarlos como si no hubiera otra cosa en este mundo. No tanto porque “todo es horrible”, sino más bien porque también los estados y momentos que vivimos son efímeros. Quizás lo que nos da una sensación de permanencia y consciencia del paso del tiempo, es la expectativa de que hay un mañana (a pesar de que somos mortales), y lo que ya sucedió es reconducible por diversas direcciones. Asumiendo eso ¿En qué lugar dejamos el presente?

En Natanam se ejercen una serie de principios, los que me han llegado implican decir:  «Ya que estamos aquí, bailemos». Tú bailas así, yo bailo de esta otra manera, porque:

Hay un mar de  fuegos, unos grandes, unos chicos, y de todos los colores. Hay gente de fuego sereno que ni se entera del viento y gente de fuego loco, que llena todo el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, ni quemas ni alumbran. Pero otros, arden la vida con tantas ganas, que no se les puede mirar sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.

Lo anterior, es parte del dosificado texto que va acompañando a las acciones que van llevando  a cabo los intérpretes, ilustrando con pocas palabras, la riqueza que reside en cada uno de nosotros, como en el hecho de poner dicha riqueza en común con nuestros semejantes. Generando espacios de convivencia y entendimiento, valores necesarios en un mundo que pone a prueba constantemente.

Tal vez parte de este mensaje a alguno le resulte cursi y poco desarrollado, otros tratarán de asociarlo con que es algo “a la altura” de las capacidades de los más pequeños.  Considero que la manera más edificante de abordar dicho mensaje, es asumiendo que en realidad nunca nos sobra retomar ciertos temas, y si además se nos presentan a través de una pieza de danza que, inocentemente, hemos visto acompañando a una persona de dos a cinco años. Pues, que suerte tenemos que aún nos queda margen para ir más lejos, en nuestras respectivas resoluciones personales.

Por tanto, Natanam es una pieza preciosa, hecha con mimo…, fundamentada en valores que hay que difundir sin complejos.  En fin, un trabajo recomendable para todos los públicos, se tenga la edad que se tenga, sea cual sea el vínculo que se tenga con las artes escénicas ¡Tenemos tanto que aprender de Da. Te Danza! Una compañía veterana, que sigue siendo dirigida con la frescura, el tesón y la ilusión, que irradia su director Omar Meza.

 

 

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