Se representó en el Teatro la Fundición (Sevilla), Nonna, de la mano de la compañía andaluza Cía. Teatro Güi/Mané Solano. Una obra que supo conjugar una exhibición de cómo hacer clown, con una obra para toda la familia sin que ello entorpezca tratar un tema como la muerte, con profundidad y respeto a la inteligencia de sus espectadores ¡Aprovechad! Que esta pieza seguirá en cartel hasta el día 30 de diciembre de este año.
Nonna es una pieza que sabe escabullirse en esa estética entrañable y aparentemente naif, para exponernos cómo los más tiernos recuerdos de la infancia de una niña, pueden ser la base de aquello que la mantiene con la capacidad de amar a alguien, por más que todos habitemos un mundo lleno de contradicciones. Es más, estoy convencido que cuando el personaje que interpretó Susana Villegas llegué a cierta a edad adulta, habrá sabido transcender los lindos momentos que compartió con su Nonna, dándoles un pequeño espacio en su corazón, como si de una maceta se tratase, en donde irá creciendo una planta que seguirá evolucionando mientras haya alguien capaz de dar testimonio de Nonna.
Este trabajo de Cía. Teatro Güi/Mané Solano, nos cuenta la vida de Nonna (personaje interpretado por Mané Solano), quien es una tierna abuela que cuida de su nieta tras ser recogida de la escuela, como también de vez en cuando, hacen cosas como ir al parque de atracciones. Así se nos van planteando imágenes de lo más cotidianas, aunque eso sí, desde el prisma y el lenguaje clown. No obstante, ello no nos privó, a nosotros los espectadores, de situaciones que nos podrían remitir a nuestras infancias, ya que aunque muchas de las disparatadas cosas que sucedían sobre el escenario, son complicadas de emular; ello no entra en contradicción, con que cada uno tengamos nuestros propios recuerdos de nuestros abuelos. Es decir: Nonna es una pieza que se nos presenta como universal, en tanto y cuanto, nos hace reencontrarnos con recuerdos íntimos, desvelándonos que cada uno de los que tenemos en nuestras mentes, son irremplazables.
A quien quizás piense que la obra es triste, porque la misma termina con que el personaje de Susana Villegas va visitar la tumba de su abuela, pero tal y como ella lo cuenta y lo vive, la misma lo está canalizando a una dirección donde un ciclo acaba de finalizar, pero la vida de Nonna continuará a través de cómo esta pequeña niña lo vaya gestionando.Pues, considero que la pieza Nonna nos plantea una forma más edificante de confrontar el hecho de que un ser querido fallezca, dejando de lado el tabú y el miedo a la muerte. Un hecho tan natural y común, como que vemos hojas de árboles caer en otoño, como que comemos un trozo de pollo o pescado en nuestros almuerzos, y demás cosas por el estilo.
Si bien es cierto que el tema ha generado ríos de tintas a lo largo de la historia de nuestra cultura occidental, pocos han sido los autores que lo abordan desde la inmanencia que le define. Por ejemplo, El filósofo de la era Helenística de la Antigua Grecia, Epicuro, en su famosa Carta a Meneceo, dijo entre otras cosas, al respecto:
Acostúmbrate a pensar que la muerte es nada para nosotros. Porque todo bien y mal reside en la sensación, y la muerte es privación de sentir. Por lo tanto el recto conocimiento de que es nada para nosotros la muerte hace dichosa la condición mortal de nuestra vida, no porque le añada una duración ilimitada, sino porque elimina el ansia de inmortalidad.
(…) De modo que es necio quien dice que teme a la muerte no porque le angustiará al presentarse sino porque le angustia esperarla. Pues lo que al presentarse no causa perturbación, vanamente afligirá mientras se aguarda.
(…) (El sabio) Y así como en su alimento no elige en absoluto lo más cuantioso sino lo más agradable, así también del tiempo saca fruto no al más largo sino al más placentero.
Saco a colación estos fragmentos de este texto, porque entiendo que la inocencia de la nieta de algún modo u otro, le permitía saber extraer lo máximo y más gustoso, de sus recuerdos de su abuela. No con ello quiero dar a entender, que ella no llegó echarla mucho de menos, o no haya llorado su fallecimiento (o como ella decía en la última escena: “mi padre dijo que simplemente ha dejado de existir”); sino más bien, que desde el principio estuvo “saboreando” (por así decirlo) cada minuto con su abuela, aunque ella le dejara restos de saliva cuando le daba besos en la frente.
Claro, que ese gesto era un poco incómodo, pero si al final al se lo hacía al osito de peluche que se le regaló después de haber “casi matado al feriante o haber tumbado una de las luces del teatro La Fundición” (esto último ya lo explicaré mejor), se le hacía. No me queda ninguna duda, que ese es uno de tantos recuerdos que le enseñaron a vivir, al margen de que tanta larga haya sido la vida de su abuela.
Quizás haya habido personas entre el público que no tuvo oportunidad de conocer a sus abuelos, o no tuvieron una buena relación con los mismos. Pues en la pieza Nonna, pudieron aproximarse a sensaciones y pensamientos propios de alguien que habrá sido fundamental, para llegar ser quién es. Es de sobra conocido ese dicho popular que versa: “En lo que nos educan nuestros padres, en ello nuestros abuelos nos miman”. Obviamente no es que nuestros abuelos nos hayan tolerado cualquier cosa, pero no queda duda que muchos conservarán en sus recuerdos, momentos en que más que reñir, hubo una mirada de comprensión, y sobre todo, el afán de satisfacer: una suerte de crear una pequeña burbuja donde el cuidado está basado en el amor, antes que el “enseñarnos a sobrellevar los obstáculos de este complejo mundo”.
Los integrantes de Cía Teatro Güi/Mané Solano, supieron contar esta historia a la par de tratar lo que pasaba entre Nonna y el pobre pluriempleado (interpretado por José Luque), quien entre una cosa y otra, se la pasaba coincidiendo con Nonna a donde fuera, y aunque ella le volvía a dar su teléfono porque, digamos, le había caído muy bien, no pasaba mucho tiempo para que se volviesen a encontrar. Estas cosas que pueden parecer secundarias, dotaba a esta pieza de consistencia, siendo que Nonna no era sólo un personaje para ayudarnos a conocer a la niña que fue interpretada por Susana Villegas; sino que además, era un ser humano que su edad no le limitaba a relacionarse con los demás, como si ella no fuera otra cosa que abuela. Y de paso, al menos quedaba sugerido, la precaria condición económica del personaje de José Luque, por si alguien quiere indagar al respecto.
Si nos concentramos en las características que hacen a Nonna una obra clown, pues, cabe mencionar el inteligente y travieso uso de recursos propios de esta disciplina teatral, que aunque se lleve muchos años siendo utilizados de miles de maneras, ellos se los apropiaron para enriquecer a cada escena de toda la pieza, favoreciendo a que se genere ese ambiente tan amable y a la vez tan loco. Esto es: Qué sería de la escena del sándwich sin el solo de “acordeón-sandwich” de Susana Villegas, donde como esta disciplina nos posibilita, “una cosa es lo que es y no es lo que parece a la vez”. De tal forma que con el dominio de la técnica, basta hacer un gesto para que quede justificado la mutación de este sándwich en cuestión, porque este personaje lo transforma en eso al usarlo así. Y claro, al ser presentado de la manera más exagerada e innecesaria (cosa propia del clown), ya se dejaba margen a que sucediese lo que fuere, incluso que el sándwich volviese a ser un sándwich ¡Maravilloso!
También estuvo el juego de repetir y repetir una cosa, hasta que se genera una regla que es transcendida, de tal manera que la lógica de la historia queda entre paréntesis, para que luego se vuelva a reconducir. Uno de los varios ejemplos en que pudimos ver escenificado este recurso clown, es en la escena del autobús en donde unos baches, hicieron “rebotar” a Nonna y al conductor (interpretado también por José Luque), como si las leyes de la física les dieran permiso para que una fantasía que quizás alguno de estos profesionales hayan tenido en uno de esos rutinarios viajes en autobús, llegasen a un más allá de una simple representación surrealista proveniente de sus cabezas. En fin, me podría alargar muchísimo enumerando la cantidad de cosas que hacen afirmar que esta pieza es fantástica para los que somos admiradores del clown, para quienes buscan modos alternativos de abordar la muerte, y si se pueden llevar a los más pequeños al teatro, más que mejor.
Nonna es un trabajo muy equilibrado, que ayuda a lo que se le suele llamar “teatro infantil/familiar”, a ser dignificado: no como algo tan tonto que a veces se llega a insultar la inteligencia de los niños, sino como algo accesible para todos, en tanto y cuanto, que puede ser disfrutado desde muchos puntos de vista. Por tanto, invito a que todos reevaluemos nuestra relación con las obras que se les adjudica esta etiqueta, al mismo tiempo, que los que generan este tipo de trabajos escénicos, se pregunten qué hay de verdad en esa fama.