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Por Diego E. Barros

La verdad fue revelada por Tony Soprano: «Es como una pirámide, desde tiempos inmemoriales, la mierda baja y el dinero sube, es así de simple». La principal dificultad de la vida radica en alcanzar el lugar adecuado en la pirámide para que no te pille la mierda que baja y aprovecharte del dinero que sube. Pongamos por ejemplo una sociedad pequeña y conservadora como la gallega. Una «aldea global», según Manuel Rivas, en la que todos se conocen. Anda Galicia desde hace meses viviendo un nuevo capítulo de su larga historia de realismo mágico. Cuatro de los cinco gobiernos de las principales ciudades están salpicados por un caso de corrupción que los investigadores han bautizado como Pokémon no sabemos si para que PPdeG y PSdeG puedan jugar a intercambiarse cromos como críos a la puerta del colegio.

La parte del sumario que se ha hecho pública incluye la pasta que sube a cargo de empresas que prestan servicios básicos a la ciudadanía: agua, recogida de basuras y aparcamiento. Pagos de hasta 3.500 euros al alcalde de Lugo y a Francisco Fernández Liñares, alias Garbancito, expresidente de la Confederación Hidrográfica y mano derecha del regidor. López Orozco habría recibido, según las escuchas, 2.000 euros al mes a cambio de aumentar las plazas de la ORA o los vehículos retirados por la grúa. También la mierda que baja. Tres políticos han reconocido ya haber intercedido ante empresas privadas en beneficio o perjuicio de terceras personas. En Santiago por ejemplo, el concejal de Deportes, Adrián Varela, conocido como Pijolandia, incluso reclamó el despido de la esposa de un sindicalista porque este estaba «tocando los huevos»; una manera de decir lo que sabía el bueno de Toni: «No se caga donde se come. Y mucho menos se caga donde como yo».

Entre subidas de dinero y bajadas de mierda, la vida sigue su curso y aquellos que se encuentran en los puntos más altos de la pirámide prefieren mirar para otro lado. Por si acaso, el presidente del Macondo gallego ha pedido perdón y santas pascuas. El resto se fía a la conciencia de los implicados que, como no podía ser menos, está «muy tranquila». En Honrarás a tu padre, Gay Talese explicaba que el primer mandamiento de la mafia es que no existe la mafia. El segundo es que sus miembros no hacen nada malo por eso su conciencia estaba tranquila. Al fin y al cabo solo proporcionaban servicios que la sociedad demandaba. La única diferencia es que el suyo era un trabajo delicado que exigía más discreción. Algunos capos sabían que todo era cuestión de tiempo pues llegaría un momento en que «sus hijos se graduarían en la universidad y se convertirían en ejecutivos de negocios o abogados y aprenderían a robar de manera legal».

En este proceso, como en otras cosas, los gallegos somos vanguardia. No por casualidad llevamos siglos haciendo caja después de convencer media humanidad de que bajo las piedras de la catedral descansan los restos de un Apóstol. Así en la nueva Galicia, por ejemplo, ya no hay caciques sino «gestores de la cercanía» para los que las urnas cada cuatro años siguen siendo poco más que un ligero trámite.

«¿Cómo tengo que comportarme ahora con mi hijo? Debo ser más duro o más blando», le preguntó un día Tony a la doctora Melfi. «Es difícil de aconsejar» dijo ella, a lo que el capo de Nueva Jersey respondió: «No querrá que la pague más para que responda». Bien lo sabía él, los tiempos cambian pero la pirámide sigue siendo la misma.

 @diegoebarros

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