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Por Diego E. Barros

Hay mañanas en las que yo ni me molesto en salir de la cama por lo que pueda pasar. En eso comparto lo de mi amigo Tallón que dice que cada vez que se levanta tiene la sensación de que esto es España; así que se levanta poco. Él vive en Ourense y yo en el extranjero donde la vida siempre ha sido mucho más tranquila. Supongo que esta manía de pasarse las mañanas entre las sábanas es un remanente de aquel tiempo en que me saqué dos carreras a ritmo de bares por la tarde, estudio por la noche (sólo en exámenes, tampoco conviene abusar) y cama por la mañana. A mí las mañanas me parecen una pérdida de tiempo. Puede que por eso insistiera tanto en hacerme periodista. A menos que te calcen un acto inútil o seas una estrella, no es este un oficio en el que se acostumbre a madrugar. Por lo demás, yo no suelo ser persona hasta pasadas las doce, dos cafés mediante. Digo todo esto porque últimamente, la conciencia, pero también la radio me hacen cada día más difícil pasarme las mañanas en la cama. Yo no me levantaba con esta sensación de cabreo desde la última legislatura de Aznar así que supongo que es señal de que estamos haciendo las cosas bien.

Ayer por ejemplo tuvimos una mañana espectacular. Una especie de cuenta atrás esperando ver cuándo venía alguien a desenchufar Canal Nou. Y no nos llegaba el momento. Todos sabíamos cómo iba a acabar la cosa pero allí seguíamos pegados a la pantalla (radio o internet) viendo la evolución de los acontecimientos. A la primera salió coitus interruptus. Nunca llegaremos a ponderar bien el hecho de que la Generalitat hubiera encargado el apagado de su canal autonómico a un reparador de televisiones de pueblo. Al menos esto hace todavía más grande nuestro recuerdo de Berlanga. Y qué espectáculo, oigan. Está la caída de la estatua de Sadam en Bagdad y lo de RTTV. Una especie de despelote colectivo que no se veía en España desde que a Ozores, Pajares y Esteso les dejaron jugar con una cámara. Pero aquellos eran los años de la Transición donde todo era tan divertido que es ahora cuando nos descojonamos de verdad.

En un momento dado, al plató de la tele valenciana sacaron a la presidenta de la Asociación de Víctimas del Metro de Valencia (43 muertos y 47 heridos) y a alguien se le ocurrió vendernos que era «la primera vez» que esto ocurría. Como símbolo de lucha imagino. Lo de Canal Nou estuvo a puntito de llegar a paja cuando una de las presentes soltó: «lo que han visto esta noche ha sido un golpe de estado televisado». Supongo que lo de los últimos 20 años ha sido producto de nuestra imaginación. Una vez consumada la muerte de RTTV que, como pasa con todo, entre todos la mataron y ella sola se murió, nos cayó la bomba. El monólogo de Roy Batty en Blade Runner cobra todo su sentido en la España de hoy. Allí estábamos repitiendo lo de «yo he visto cosas que vosotros no creeríais…, atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad, cerca de la puerta de Tannhäuser…» cuando alguien, de repente, gritó: ¡Una dimisión, una dimisión!, dejando las palabras del replicante en pura batallita de abuelo cebolleta. Desde el 91, así a golpe de memoria, han dimitido en España nueve ministros. Ocho del PSOE y uno del PP. Pero lo de Manuel Pimentel, en fin… El tío lee y hasta edita libros así que ya se sabía que no era de fiar.

Todo estaba en Twitter, que es ese sitio donde hacemos las revoluciones a golpe de 140 caracteres para después volver a la normalidad. Fue Jorge Bustos pronosticar que la carta de dimisión del líder de UGT-Andalucía debía de estar «en un maletín color caqui hallado en una marisquería» y que a mí se me diera por pensar que las de la cúpula del PP tenían que estar llegando en sobres. Pero sabemos de la lentitud de Correos. «Correos es cierto salvo alguna cosa», me contestó acertadamente el amigo Bustos.

Las mañanas, especialmente las de los fines de semana, las descubrí en EEUU. Es ese un país en el que perder el tiempo en la cama está muy mal visto por cuanto que es dinero no ganado. Y hacer según qué cosas en ella, en algunos sitios, hasta penado porque allí la libertad se ejerce en público. Aunque sea quemando banderas, que era síntoma de salud mental hasta que nuestro Jorge Fernández Díez se cayó del caballo en un casino de Las Vegas. Así las cosas yo paso de volver a levantarme de la cama. Al menos hasta que González Pons salga a dar su explicación vestido de domingo.

 @diegoebarros

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