Vaso Roto Ediciones publica el nuevo poemario de María Negroni, Oratorio (Madrid, 2020), con la exquisitez a la nos tiene habituados a los amantes del género: sugerente grabado de cubierta de Víctor Ramírez sobre un fondo blanco nuclear, y elegantes guardas rojas. No es para menos, el nuevo libro de la aedo argentina hace honor a su trayectoria con una estructura sencilla que en verdad encierra una gran complejidad. El carácter sacro de la palabra que titula el libro y la cita en francés de Nicolas Malebranche con la que lo inicia, cuya traducción sería “La atención es la oración natural del alma”, nos pone sobre la pista de su contenido, de índole metafísica, como veremos.
En Oratorio, María Negroni nos ofrece treinta composiciones separadas por un asterisco, sin rótulos ni segmentaciones superfluas, la autora hilvana una pieza tras otra, como perlas ensartadas “en un collar de duelos”, y lo hace con extrema precisión para ordenar un mensaje en apariencia hermético, que exige del lector una debida atención, aquella a la que apelaba la cita del filósofo y teólogo galo. Con una clara preferencia por el verso libre de arte menor, raramente este supera las 8 sílabas, Negroni hace gala de un estilo propio, único capaz de extraer “el todo de nada”.
Lo primero que llama la atención, como decíamos, es la forma de expresión que la vate emplea para conformar su discurso, donde la práctica ausencia de mayúsculas y la total de signos de puntuación sitúa cada composición in media res, donde nada empieza o acaba, donde todo forma parte de un todo mayor, algo que podemos constatar desde los primeros versos:
lo que debiera oírse
no se oye.
Un poco más adelante cita dos elementos clave sobre los que pivota buena parte del libro: el “Palacio del Vocabulario” y “la prisión invisible”. Acaso el primero sea ese lugar edénico donde el artista, el poeta en este caso, sacie su hambre; y el segundo la realidad donde nos vestimos con “ropas de silencio”. Será precisamente el silencio, “del silencio que se calla”, contra que la poeta entone su canto.
María Negroni hace uso del pareado y del terceto, fundamentalmente, para propagar su discurso, como las ondas de un lago tras lanzar una piedra al agua, y en numerosas ocasiones dichas estrofas tienen valor por sí mismas, tanto que podríamos tomarlas por verdaderos aforemas, veamos algunos ejemplos significativos:
quien tiene fe
no cree en nada
también las cosas
están en las palabras
por su ausencia
la ausencia de dios
es también un dios
la sabiduría está en lo que se ignora
Y sin embargo, su forma de comunicar semeja austera, otra virtud necesaria para la profundidad de un mensaje que lejos de cualquier atisbo de pobreza se enriquece con un lenguaje tocado por la luz de la inteligencia, de otra forma no podría vislumbrar con una lucidez alta y serena una verdad inmanente:
lo que está quieto
está danzando