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Origen es un trabajo que ensalza los momentos de convivencia y festejos. Resulta hasta irrelevante si se trata de celebrar el Año Nuevo o la recogida de la cosecha, aquí caben momentos de recreo y, lo que un buen amigo llama, el “cultivar recuerdos”.

 

Aún así, han tenido la honradez de visibilizar discusiones o contextos de ensimismamiento. Ya que al fin al cabo, como obra escénica de calidad, se trata de reflejar y reflexionar sobre nuestra condición humana, no de recrear un anuncio de “una marca de turrones para la campaña navideña” para dejar un buen sabor de boca en los que integran al público. Lo cual le dotó de mayor profundidad y credibilidad a los contenidos a esta pieza, dignificando el sentido y el significado de celebrar con quien se haya coincidido. Así, todo lo que sucedía a nivel colectivo e individual era entendido como una ofrenda al estar juntos, no como una imitación de un ritual al que se le ha diluido el valor de actualizar lo que impulsó a su fundación. Por ello, entre otras cosas, creo que  Marco Vargas y Chloé Brûlé decidieron empezar esta pieza desde el silencio, el reposo y la consciencia de cómo ellos se encontraban en ese preciso instante.

Foto: Francisco Reina

Foto: Francisco Reina

 

Es fascinante la solvencia que adquiere cada acto si uno se da el tiempo para desarrollarlo, no mecanizarlo; y si se da el caso de que sale algo más o menos similar a la vez anterior, ello es signo de que se ha absorbido su “néctar”. Precisamente, Origen sublima lo anterior. Por ejemplo: yo afirmaría que los solos de Carmen Muñoz tuvieron un pie en los valores básicos de las disciplinas escénicas a las que se debe, y otro en la experimentación desde lo más profundo de sus entrañas. Da igual cómo ella o nosotros los espectadores hayamos leído sus movimientos (es decir: si los mismos son más asociables al baile flamenco, a la danza contemporánea o lo que fuere), a donde hemos de poner el foco es que en ese “aquí y ahora” ella estaba realmente dentro. Asimismo, ella tuvo la generosidad y valentía con nosotros los espectadores y con ella misma, de habitarlo hasta sus últimas consecuencias.

Marco Vargas y Chloé Brûlé se explayaron tanto en su dúo que, se llegó a un punto en el que sólo quedaban sus emociones y sus impulsos. Es decir: sabéis esos momentos en los que uno cava bajo nuestros propios pies de manera desbocada que, habría que dar un enorme rodeo para retornar al punto de partida. Pues, en este dúo ya no cabía intentar descifrar cómo iba evolucionando la relación interpersonal entre ellos y de qué trataba el diálogo que estaban teniendo, porque estos profesionales ya habían alcanzado otra dimensión. Pero, afortunadamente, supieron mantenerlo en el mismo carril durante su desarrollo, tal y como si hubiesen dado con la tecla para “invocar” en escena lo mejor de lo que habrán extraído de las sesiones de investigación y montaje de Origen. Esta es una de esas cosas que distinguen a los que saben improvisar de los grandes creadores de lo escénico.

Foto: Francisco Reina

Foto: Francisco Reina

 

O qué decir de la introducción del trío entre Chloé Brûlé, Carmen Muñoz y Yinka Esi Graves, pues, no sólo es que estos profesionales supieron medir los tiempos lo suficientemente bien como para que Origen no terminara siendo una obra predecible y en permanente apogeo; sino que en realidad, nos regalaron momentos coreográficos en el que lo estilizado y lo elegante sacaba a relucir el gran número de capas que componen a esta pieza. En lo que a mí respecta, este trío fue muy emocionante y casi un respiro después los contrastes entre los solos y la coreografía conjunta en la mesa entre estos profesionales. Así, es como de una forma u otra uno podría concluir que, todo lo que se había puesto en juego y lo que estaría por salir, estaba medido con organicidad y precisión.

La guitarra de Miguel Vargas y la de Raúl Cantizano junto al diseño de iluminación del incombustible Benito Jiménez y la brutal presencia escénica de Manolo Marín, desplegaron el marco ideal para que todo lo que he destacado y más, se eleve tan alto que, sinceramente, me cuesta imaginar que Origen es una obra que ha sido montada y ensayada, no aquello que sólo se podría presenciar una vez en la vida. Les hablo de esas cosas a las que deberían aspirar todas creaciones escénicas, para hacerse valer como una obra de arte.

 

Foto: Lorenzo Carnero. Bienal Arte Flamenco de Málaga

Foto: Lorenzo Carnero. Bienal Arte Flamenco de Málaga

 

 

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