Seleccionar página

Oskara se representó el 18 de febrero en el Teatro Lope de Vega (Sevilla), de la mano de Marcos Morau/Kukai Dantza. Una pieza que lleva más de un centenar de representaciones desde su estreno en 2016. Lo cual con el paso del tiempo, diera paso a que a Jon Maya (director de Kukai Dantza) se le haya concedido un Premio Nacional de Danza en 2017; como también, para que Marcos Morau (en tanto director de La Veronal) se haya ido convirtiendo en uno de los directores más innovadores de este país, con su correspondiente proyección internacional.

 

Es curioso, porque ver Oskara en tanto espectador que haya presenciado alguna de las piezas de Kukai Dantza y Marcos Morau, puede poner a uno en la estéril posición de buscar identificar qué es de una y qué de otra compañía, en vez de centrarnos en lo que más se habrán enfocado estos profesionales. Así que me decanté por poner  mi mente en blanco para degustar el despliegue de una imponente composición de imágenes, que aunque todas ellas son capaces de ser el germen de sesudas elucubraciones; también es posible tomarlas como una oportunidad para sumergirse en un mundo de lo más onírico, que hipnotiza hasta incluso llegarse a perder la noción del tiempo. Lo cual no significa que Oskara no tenga una estructura sólida en la narración de la historia que nos cuenta. Ello me conduce a preguntar: ¿En qué lugar queda el mensaje que se pretende transmitir si su puesta en escena, la interpretación de sus intérpretes, etc…, se terminan adueñando de la atención de sus espectadores?

Esta obra empieza con una escena en un hospital el que está un paciente siendo atendido. En el muro del fondo se nos proyectan unos textos que versan sobre que nuestras mentes harán lo posible por interpretar la realidad de la manera más acorde a su forma de entender, hasta incluso quedarse con lo más agradable de lo que ha sustraído en lo que lleva de vida. Lo cual es enlazado, con que el personaje del paciente asiste a una serie de episodios de su vida que le llevaron a dicho estado. Ahora bien, a estas alturas lo intuitivo sería pensar que este personaje todavía no ha asumido su fallecimiento, por lo que se nos brinda el cómo éste interactúa con una serie de seres que habitan en esa especie de “limbo” (por llamarlo de algún modo), en el que dicho personaje se va adaptando.

 

A partir de este momento, yo me perdí. Esto es: Se fundía todo con todo, siendo que a nosotros los espectadores, se nos desplazaba del lugar de “observadores privilegiados” (seres capaces de distinguir el qué sucede en cada momento) a un punto de vista en el que los confines de ese “limbo”, no nos permitían saber a qué atenernos. Carecía de sentido analizar esas imágenes y personajes de lo más misteriosos y bizarros. De cualquier modo, lo interesante es que resultaba antinatural resistirse a esa vorágine de imágenes cargadas de una alta sensibilidad estética y elegancia.

Las danzas grupales intercalaban todas las escenas, como signo de que cada vez  el personaje del paciente  estaba más dentro de la comunidad que habita en dicho “limbo”. Esta comunidad  le acogió como si se tratara de un familiar que llevaba mucho tiempo que se había ido de su lugar de origen. Así, lo que podría parecer una historia triste de un fallecimiento, se convirtió en un “retorno” a un lugar en el que dicho personaje con cada experiencia, iría “recordando” de dónde viene en realidad. Hasta que la pregunta de sí su vida fue un sueño, mientras si este “limbo” es lo que se corresponde al hogar que había “olvidado”, cobraba sentido.

La manera tan barroca de plantear esta historia, es lo que me ha hecho caer en la certeza de que mi interpretación es una de tantas posibles. Pues ¿Por qué llegados a ese punto, vale la pena seguir esforzándose por dar con la “interpretación correcta”: descifrar una especie de acertijo?¿Qué nos empuja a muchos de nosotros los espectadores, a intentar entender en vez de dedicarnos a contemplar lo que se nos presenta con entrega? Dicho lo anterior ¿Será posible que piezas como Oskara, es una de las piezas que están llamadas a enseñarnos a ver danza contemporánea?

 

Lo que no me queda dudas, es que este trabajo conjunto de la compañía vasca Kukai Dantza y del valenciano Marcos Morau, se desenvolvía en un terreno tan amplio, que éste ofreció un desenlace para aquellos que busquen  ver una historia con su inicio, nudo y final; como también, dar margen a que sus espectadores se centren por entero a  percibir los volúmenes, las texturas…, de todo aquello que se nos exponía en escena.

La inmensa mayoría de las acciones que se iban sucediendo en Oskara, fueron enmarcadas dentro de un conjunto de tres telas blancas, que se confabulaban con que el vestuario de la mayoría de los seres que habitaban dicho “limbo”, era totalmente blanco. Así, con estos y otros aparentemente simples elementos, Oskara hacía que el público no tuviese margen a asociar a su estética con nada que se le pueda parecer con nuestra cotidianidad. Y por más que esta estética haya quien la señale de extravagante e incluso caprichosa, no se podría decir que la misma no haya sido diseñada con minuciosidad, para que junto a los movimientos de los intérpretes, se generaran imágenes de lo más irrepetibles, y de una belleza inédita.

Lo anterior me lleva a afirmar, que el que hayan estado profesionales con registros tan diferentes (Marcos Morau con el lenguaje Kova, y Kukai Dantza con su lectura contemporánea de las danzas tradicionales vascas) ha sido una de las cosas que más dotaron de consistencia estética a Oskara. Ya que generar tal expectativa con una buena puesta en escena, lo que demuestra es que se tiene un amplio presupuesto, pero que éste ha sido “desaprovechado” (si se me permite la expresión) descuidando que toda acción que se representa en escena cuenta. Por tanto, pienso que en Oskara se supo hacer valer los movimientos de sus intérpretes con su puesta en escena, para que todos los elementos de esta pieza se justificasen entre sí.

En definitiva, me siento sumamente afortunado de haber visto uno de esos trabajos que te dejan con esa sensación de haber leído un libro. Y lo más curioso de todo esto, es que de dicho “libro” uno no es capaz de citar aforismos o parágrafos para presumir ante los compañeros de tertulias nocturnas. Más bien en este caso, tenemos a nuestro acceso un recuerdo que sustentarán la emergencia de preguntas y reflexiones, que se siguen haciendo presentes cada vez que vamos a ver algo de artes escénicas contemporáneas de primer nivel, como lo es Oskara.

 

 

 

 

Comparte este contenido