Por Miguel Calvo Santos | Fotos La Diapo / Cris Andina
Tres sábados maravillosos. Eso nos regaló Raíña Productions y A Reixa, con el patrocinio de Martín Códax… Otro Outono Festival de sorprendente calidad, algo que a estas alturas ya damos por sentado.
Es un auténtico lujo para Santiago de Compostela que se realicen eventos de esta magnitud. Si en años anteriores la calidad musical -e histórica- fue pasmosa (LaLa Brooks de las Crystals, Maxine Brown, Barbara Lynn, The Chiffons…), en esta edición no se perdió un ápice de buen gusto, elegancia y excelencia. Una ceremonia cada vez más prestigiosa para emocionarse con una epifanía de soul, blues, rhythm & blues, rock and roll, country… y lo que se tercie.
Siguen presentes este otoño los grandes nombres de la música popular contemporánea, las mejores bandas de la actualidad musical internacional y ese saludable hueco para los grupos que trabajan este conjunto de gloriosos géneros en tierras galaicas.
Vayamos por partes:
El sábado 20 de septiembre comenzó la fiesta en la compostelana Sala Capitol. Abrieron los gallegos The Lakazans, que mezclan con descaro clásicos de blues, soul, rock´n roll y country, además de alguna que otra canción propia. Músicos competentes, dos buenas voces femeninas y un excelente armonicista que cumplieron a la perfección su función de ir caldeando la velada.
Una temperatura que se elevó cuando salieron a las tablas los portugueses TT Syndicate. Se trata de un grupo realmente divertido que supuró rhythm & blues por los cuatro costados y cuyo delirante y engominado frontman mezcló buen humor, rockandroll y monólogos en portuñol para delicia de una audiencia cada vez más entregada. Buena música interpretada desde Oporto para el mundo.
Tras esto llegó el plato fuerte: la banda de Sonny Knight, los Lakers. Después de una intro estilo soul del “Sweet Leaf” de Black Sabbath (!!) que dejó a la audiencia boquiabierta, el hombre salió al escenario desprendiendo magnetismo y carisma. Natural de Mississippi (USA), este ex-camionero, ex-combatiente de Vietnam y músico con una carrera marcada por la mala suerte (más de tres décadas intentando ocupar el puesto que le corresponde entre lo más alto de la música negra) nos dejó claro que a sus 66 años al fin está saboreando el éxito que inexplicablemente le fue negado todo este tiempo.
Knight no cesó de mascar su chicle en todo el concierto, sin por ello mermar en un ápice sus más que evidentes cualidades vocales y, toalla en mano para limpiar el inevitable sudor que provoca su música, ametralló al público con munición pesada de genuino funky y soul. Un excelente setlist en el que se incluyó, a parte de los mejores temas de su álbum “I’m Still Here”, una versión del “Day Tripper” de los Beatles tallada en ébano, un “Did You Sleep Last Night?” de Leadbelly que nos erizó el pelo a todos, e incluso una deliciosa “Sugar Man” de Sixto Rodriguez muy bien llevada a su terreno, ya que las carreras de ambos artistas tienen muchísimo en común en lo que a la relación entre calidad y éxito se refiere.
En total, más de una hora de directo sin tregua, en la que el exigente público del festival dio rienda suelta al baile desenfrenado y rindió pleitesía a uno de esos casos de soulman olvidados y justamente recuperados gracias a festivales como el Outono.
En la segunda noche del festival (sábado 27) ya se respiraba la expectación. Mucho más público abarrotó la Capitol para ver a una auténtica leyenda de la música. Pero antes, había que ir entrando en materia, y eso nos lo proporcionaron The Absenters. Estos coruñeses saben tocar y la simpática (y visiblemente emocionada) Carla Green sabe cantar. Lástima que el técnico de sonido no le diera un pouco más de volumen. En fin… no me quejaría, ya que en pocos minutos aparecería ante mi una de las grandes leyendas del soul de todos los tiempos, cuyo nombre merece estar junto a Aretha o Etta James.
La mismísima Irma Thomas en persona, arropada por un grupo de excelentes “músicos mercenarios” españoles (Julián Maeso al teclado, entre otros…), nos regaló una de las noches más emocionantes del festival.
73 años muy bien llevados los de esta mujer, que tras descalzarse unos zapatos que parecían incomodarla, nos trasladó esa noche directamente a Nueva Orleans. Una noche calenturienta, mágica, sensual y sudorosa, plena de Música con mayúsculas, como si la Capitol de Santiago se transformara de pronto en un oscuro tugurio de Louisiana.
Y la Thomas desencadenaría poco a poco su propio Katrina, salido de unas cuerdas vocales sobrenaturales, que devastó como un huracán sónico nuestros oídos y nuestras almas.
Soul del bueno, lento o rápido, pantanoso o sofisticado… Todo genial. Desde “Breakaway”, “Cry On” y “Hitting on Nothing”, tan bien versioneadas hace unos años por los Detroit Cobras, hasta sus inmortales éxitos sesenteros “Take a Look” o “It’s raining”, pasando, por supuesto, por su “Time is on my Side”, que como muy bien explicó, ya había grabado mucho antes que Jagger y Richards la hicieran pasar por suya.
¡Que excelente concierto nos dio esta señora…! Humilde, aunque fardando de galardones (ese Grammy, ese Blues Hall of Fame…). Siempre sonriente, aunque malhumorada en algún momento concreto (“No more smoke…”, abroncó al técnico que se había pasado con el jodido falso humo…), auténtica y honesta como pocas (reconoció que debía hacer uso de su Ipad para recordar esas letras que no había cantado en años… “Y como sigáis bebiendo, vosotros tampoco recordaréis…”), y a veces sibilina y traicionera, improvisando casi a capella un «I’ve Been Loving You Too Long” de Ottis Redding para horror de unos músicos que no se lo esperaban.
No importó… Todos ellos cumplieron acompañando muy eficazmente a esta monarca del soul y estimulando a cada tema el alma de la audiencia como solo esta música puede hacerlo.
Y como colofón, una apoteósica “Forever Young” de Dylan, que llegó a provocar torrentes de lágrimas en más de un duro rockero. Todos nos emocionamos con ella y agradecida, se retiró acompañada de un marido/manager/guardaespaldas, curioso personaje que ya había cometido varias veces un allanamiento de escenario con una copa de coñac en su mano llena de anillos de oro.
En resumen, un genial y emocionante concierto, en la que sus músicos dieron la talla sobradamente (y levantaron más de una ovación), y ella brilló como lo que es: una reina.
El tercer día (11 de octubre) se puso la guinda al pastel. Unos espectaculares Mad Martin Trío interpretaron su rockabilly a todo volumen mientras parecían pasárselo de maravilla, y es sabido que eso es algo que suele contagiarse al público. Bombardearon al público con un setlist propio y ajeno interpretado con energía y buen hacer. Muy buenas sensaciones dejó el casi recién nacido conjunto compostelano para disfrutar del siguiente plato.
Hannah Williams y su Tastemakers son un sólido conjunto británico en el que destaca sobre todo su líder y voz (también ocasional trompetista). La carismática Hannah Williams, descalza en el escenario de la Capitol, es una de esas cantantes que lo sacrifican todo por transmitir sentimiento con una voz desgarradora, aún si esta sale de su garganta como un torrente sin domar y desbocado. Su excepcional voz muestra un abanico de matices que van de lo áspero a lo suave, de lo íntimo a lo salvaje, pero siempre dándolo todo con una actitud impecable y una personalidad arrolladora.
Canciones de amor y desamor que no pueden ser sino auténticas y vividas, dada la intensidad con la que la vocalista las interpretó. A veces casi llorando, otras mirando a un miembro concreto de la audiencia con lascivia (pasándose la lengua por los labios), muchas veces riendo, bailando y disfrutando de la música, y otras jugueteando con el público para ver si hacen mejores coros en el sector derecho o en el izquierdo.
En definitiva, devorando el escenario, que domina a la perfección.
La banda, muy correcta, a la altura de su cantante. Interpretaron temas de su álbum “A Hill of Feathers”, además de fantásticas versiones, como el “I’m a Good Woman” de Barbara Lynn o el “Sunny” de Bobby Hebb.
Soul y Funk perfectamente interpretado, aunque quizás (permítanme esta subjetiva crítica) abusaron demasiado de baladas, edulcorando en exceso la velada, aunque permitiendo a la Williams demostrar que es uno de los vozarrones del actual panorama internacional.
El desenfreno; elegante, eso sí, lo pondrían los Giants y el gran Ray Gelato, que tienen el honor de ser llamados “Los padrinos del Swing”. El telón se abrió y apareció una Big Band de siete miembros interpretando Swing, Jump n’ Jive, Mambo, R&B, Tarantela y otras diversas músicas que hizo imposible el no bailar a la audiencia.
Si Irma Thomas nos había transportado a Nueva Orleans el sábado anterior, esta noche Ray Gelato hizo lo propio con el Cotton Club de Harlem en los años 40 y 50, y casi se podía sentir el espíritu de Louis Jordan y Louis Prima en el escenario.
Bebiendo de vez en cuando un vaso de licor al más puro estilo crooner, secando su sudor, y arengando al público con chasquidos de dedos y palmas, Gelato y unos Giants parecían sacados de una película de Scorsese.
Seguramente el Joe Pesci más enloquecido habría disfrutado con versiones de swing italianizado como “Buona Será Signorina”, “Angelina”, “Oh Marie” o “I Ain’t Got Nobody”, popularizadas por Louis Prima, “Tu vuo’fa l’americano?” de Carosone o “That’s Amore” de Dean Martin. Y también con temas propios como la latina “Mambo Gelato» o “Bar Italia”. Creo que con tal repertorio, está claro que este británico de nacimiento quiere resaltar sus orígenes italianos.
En medio del concierto, y echando mano de una metáfora púgilestica, Gelato nos regaló un duelo de saxos tenores entre él (recordemos que su gran vocación siempre fue la de saxofonista) y Ollie Wilby, dándonos la oportunidad de ver un excepcional combate entre dos grandes músicos, sin menospreciar a los demás vientos, bajista y piano.
Hacia el final sonó a gloria “Night Train” (otra canción versioneada por Prima!) un “Sing, Sing, Sing” a lo Benny Goodman (no olvidemos que fue escrita por… Si, otra vez: Louis Prima) que llevó a la audiencia al delirio, sobre todo por el impecable solo de batería de Seb Krom y tras un “Zooma Zooma” que hizo parecer a la Capitol la boda de “El Padrino”, ya se venía venir: la inevitable “I’m just a gigolo” nos dejó con un excelente sabor de boca.
Un festival extraordinario, otro año más. No quiero ni pensar a quien nos van a traer en el otoño del 2015, pero yo de vosotros ya iría adquiriendo una entrada. La buena música está garantizada.
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