Del 1 de diciembre al 14 de enero se representará en el Teatro Valle-Inclán (Madrid), Los gestos, de la mano de Pablo Messiez. Una nueva producción en la que han estado presentes el Centro Dramático Nacional y Teatro Kamikaze.
Cada nueva obra es un intento por entender algo más acerca de la especificidad del teatro. Provocar una experiencia que adquiera su mejor sentido allí. Y como el teatro es un laboratorio de mundo, cada nueva obra es un intento por entender algo más acerca de la vida. Cada nueva obra es un intento imposible. “Vamos a no llegar, pero vamos a ir.
Este intento va de los gestos. De los que hacemos, de los que nos pasan.
El foco en los gestos es también el foco en aquello que no se puede escribir. En lo que el teatro tiene de extra-literario. En lo que adquiere sentido en la encarnación, en la presencia. En las cosas que hace el cuerpo como resultado de un ponerse en relación.
Los procedimientos que vertebrarán la cuestión serán la repetición y el desplazamiento. Hacer el gesto. Volver al gesto. La repetición como superposición. La repetición como herramienta para acceder a un saber del cuerpo. O, como escribió Bazin, la repetición como una intensidad, como una eternidad.
Volver al gesto es volver al sitio. ¿Es plegar el tiempo? El déjà vu como procedimiento dramatúrgico. “Los gestos ya son todos repetidos/ No hay nada ya de hoy que no sea un eco.
Pero también la búsqueda -el deseo- de un gesto incapturable. Recién nacido. Como escribió Didi Huberman, un gesto que abra una noche. Que desmesure las cosas del día.
¿Una quietud móvil, que retenga el porvenir en el presente? ¿Una suspensión, como la del cuerpo que busca la palabra que ha olvidado?
Pablo Messiez
Este profesional argentino asentado en España, se ha hecho un habitual en las principales carteleras teatrales del país. Un creador que no ha dudado en explorar diversas estructuras para llegar a comunicar lo que ha procurado comunicar a través de sus obras. Así, cómo uno plantee un tema resulta más accesible su comprensión, al componer sus elementos de un modo determinado. Piénsese que el individuo que hace filosofía, literatura y artes escénicas sobre la condición humana, pasa por la paradójica circunstancia de tener como objeto de estudio a su propia especie.
He allí que muchas de los trabajos de Pablo Messiez emanen cierto “hambre de conocimiento”, pero no tanto del tipo de acumulación de datos; sino más bien, de que se correspondería con generar un terreno propicio para que lo que se vive en el cotidiano sea concebido como algo extraordinario, y por tanto, digno de observar con atención. Sin más que añadir, les doy paso a la sinopsis de Los gestos:
Parece que Topazia ha heredado una sala circular en la que quiere abrir un bar. Bueno, en realidad quiere volver a actuar, pero es más fácil llevar gente a un bar que a un teatro, lo cual tiene sentido, ya que una caña no defrauda. Así que abrirá el bar y meterá un escenario dentro.
Parece que Sergio la ayuda a montar un homenaje a la cantante italiana Mina. Le dirige los gestos. Parece que es su novio, pero no lo tienen claro. Parece que aparece de repente un hombre con ojos de un terror antiguo. Parece que esta llegada genera cierta inquietud en todos.
Parece también que hay un pianista joven. Y una bailarina vieja. Parece que vienen de otro tiempo y parece que este tiempo va a los saltos, parpadeando.
Parece que algo pasa con los gestos. Como si también fueran a los saltos. -¿Parpadean?- Se han movido de sitio, parece, como en un terremoto que hace ahora temblar el sentido. Ya nadie sabe si hace lo que hace porque quiere o solamente repite lo que alguien ya ha hecho antes.
Parece que esto del antes es relativo. Que no se puede determinar si lo que pasa precede o si sigue a lo que sigue. O qué cosas se perdieron en un cerrar de ojos.
Parece que alguien ha estado en Roma. Y que allí el tiempo se despliega replegándose. Y que después de Roma, todo es poco.
Parece que eso es todo lo que se puede decir, de momento, de esta obra.