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En los años en los que se conmemora la vida y obra de artistas célebres, se suele reditar monográficos, realizar nuevos documentales, y en menor medida, creaciones de artes escénicas como Picasso (rey, monstruo y payaso). No obstante, pocas son las que se desmarcan de una supuesta “neutralidad”, para, precisamente, entrar a fondo en el cometido de un proyecto que consiga transcender a la alabanza irreflexiva de figuras que se han hecho imprescindible en la historia del arte occidental.

 

Ante todo, hay que poner en su contexto a quien nos convoque. De lo contrario, no seremos capaces de comprender la razón de ser de que se le haya destacado por encima de otros artistas, como también, qué aspectos de su biografía fueron claves para que la misma haya alcanzado tal renombre. Por tanto, corresponde que uno se haga con las herramientas necesarias para introducirse en una discusión de tipo historiográfica, si a uno le impulsa el afán de adquirir más conocimientos y un criterio propio al respecto. He allí que, en el caso de Picasso, no baste con orientarse cuáles fueron los lugares en que residió y se formó, cuáles fueron las etapas de su obra o a quiénes influyó, ya que estaríamos ejerciendo una suerte de “cronismo”.

En esta línea, María Folguera nos plantea una obra que busca ampliar los ámbitos de análisis sobre la figura de Picasso, o si uno apenas ha visto un par de cuadros y le suena su nombre por el colegio, tendrá algo que le dará pie a curiosear más. Así, Picasso (rey, monstruo y payaso) se nos perfila, a nosotros los espectadores, como una pieza capaz de hacer vibrar a todo tipo de públicos, y encima, teniéndonos a todos con la expectativa de lo que pudiera venir a continuación, dado que no había forma de predecir el cómo se abordaría el siguiente episodio de la vida y obra de este pintor andaluz.

 

Foto: David Ruano

 

 

Por ello y muchas más cosas, esta obra dirigida por Joan Arqué  me parece ejemplar, en la medida de que no sólo hace una labor pedagógica en lo que se refiere a modos “creativos” (por así decirlo) de enfrentarse al legado de grandes figuras de nuestro imaginario compartido; sino que además, dentro de sí contiene una inconformista crítica, en la que aunque se revele que no se llega a una conclusión sobre el sentido de que se le reserve un nicho en el “mausoleo de la historia del arte occidental” (porque ello lo podemos determinar por nuestra cuenta con la información que disponemos a nivel bibliográfico, en las pinacotecas del mundo, en las investigaciones de tipo académico, etc.…), sí que queda claro que la historia es algo que se constituye y se actualiza de forma colectiva, no aquello que debe quedar “fosilizado” por cualquier contingencia que se haya hecho con el protagonismo en un momento puntual.

 

Foto: David Ruano

 

Por otra parte, Picasso (rey, monstruo y payaso) es muy gustosa de ver, al desarrollarse las acciones de un extraordinario elenco de intérpretes y músicos, con tal templanza y fluidez que uno apenas cae en la cuanta que está “aprendiendo”. Eso sucede, entre otras cosas, porque los miembros de dicho elenco se estaban divirtiendo, lo cual favorecía a que estuviesen comprometidos con que esta pieza se luzca al máximo. Es decir: una idea tan ambiciosa como poner en escena una obra que pasa de escenas propias de una comedia, de una tragedia, pasando por el surrealismo, la ruptura de la cuarta pared, el apoyo de unas proyecciones que sobrepasaron lo que entendemos por “attrezzo”, el cuidado de mantener una gama cromática determinada gracias al vestuario y el diseño de iluminación durante la representación con coherencia… En fin, un montón de recursos puestos al servicio de algo que parecía un “juego”, que al final consiguió que todo cobrase sentido, y sin que nada sobrase.

Es más, estos profesionales tuvieron el gran acierto y la habilidad de tocar temas como la salud mental, el respeto a la integridad de nuestros semejantes o el cómo los grandes acontecimientos de la historia han suspendido las inercias de las vidas de las personas, sin que ello se llevase por delante el foco de esta obra, que estaba entrar en debate sobre el cómo nos posicionamos hoy en día con la figura de Picasso. Y justo este sería el principal motivo de por qué pienso que creaciones como esta deberían reservar parte de las funciones de su gira en curso a estudiantes de secundaria, bajo la finalidad de revitalizar y complementar la labor de nuestros docentes. Con suerte, los estudiantes entenderán que lo que les ha llegado al respecto, tiene muchas más traducciones que las que le han interpretado sus profesores a través de sus lecciones, y de paso seguirán desarrollando su espíritu crítico hacía lo que han hecho “sus mayores” con ellos.

 

Foto: David Ruano

 

En definitiva, Picasso (rey, monstruo y payaso) pienso que es una obra maravillosa, divertida y muy bien fundamentada en los artístico y lo historiográfico. Ojalá que la misma se convierta en una referencia a la cual consultar, una vez todos asumamos el enorme potencial que tienen las artes escénicas en cuanto se encauzan a entrar en el “foro público”.

 

 

 

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