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El pasado 16 de octubre pude al fin darme el gusto de ver a Pink Tones sobre las tablas de un teatro, en concreto en el Nuevo Apolo de Madrid. Pude presenciar un concierto mayúsculo, en la línea de la excelencia a la que la banda nos tiene acostumbrados y que, además, ofreció algunas sorpresas que me resultaron emocionantes. La banda de Alvaro Espinosa, con 15 años ya sobre los escenarios, es una máquina de hacer música, de extasiar a su público, en un ejemplo de generosidad sonora que aúna respeto por los maestros y libertad creativa en las interpretaciones.

Ya lo he dicho hasta la saciedad: Pink Tones no es una banda tributo, es una orquesta de rock que interpreta la música de Pink Floyd como una gran filarmónica lo haría con las partituras de Haydn, Mahler o Beethoven, por ejemplo. ¿Qué significa eso? Que le imprimen a estas composiciones legendarias un sello propio que convierte sus actuaciones en una aventura para los sentidos.

En efecto, Pink Tones despliega una música sentimental, es decir, un sonido sinestésico, que se percibe no solo por el oído, también por la vista y por el tacto que produce en la piel, que suele ponerse de gallina con mucha facilidad en los conciertos de esta banda. Pero la música de Pink Tones alcanza, todavía, más allá. ¿Más allá? Sí.

Fue el escritor argentino Jorge Luis Borges quien creó a un notable personaje: Pierre Menard. Este gris escritor francés protagoniza uno de los relatos más celebrados del argentino, el titulado Pierre Menard, autor del Quijote, de su libro Ficciones del año 1944. En unas pocas páginas, se nos cuenta la biografía y la bibliografía de Menard que, como principal mérito literario, había conseguido escribir los capítulos noveno y trigésimo octavo de El Quijote cervantino, así como un fragmento del capítulo veintidós.

¿Los copió?, os preguntaréis. En absoluto. El mérito consiste en eso: Menard logró reproducir esos capítulos línea a línea, palabra a palabra, letra a letra, convirtiéndose en un Cervantes fuera de su tiempo. Menard intentó:

 “saber el español, recuperar la fe católica, guerrear contra los moros o contra el turco, olvidar la historia de Europa entre los años de 1602 y de 1918”.

Solo de esa forma podía aproximarse a la perfección cervantina.

Al final, semejante esfuerzo desembocó en los fragmentos escritos a los que me refería antes, pero nunca a la obra completa que, sin embargo, y como afirma Borges en el relato:

A pesar de los obstáculos, el fragmentario Quijote de Menard es más sutil e infinitamente más rico que el de Cervantes”.

¿Por qué semejante afirmación? Pues porque los capítulos escritos en el siglo XX se han cargado de otros significados (insisto, a pesar de ser iguales, con las mismas palabras, puntos y comas) a la luz del momento en que fueron creados. Las reflexiones y aventuras de Sancho y su Quijote se revisten de una trascendencia muy distinta como producto espontáneo de otra época, tal y como consiguió Menard.

Borges y su siempre peculiar interpretación del mundo.

En cierto modo, Pink Tones encarnan el espíritu borgiano de este Pierre Menard porque siguen algunos de sus pasos creativos. No han intentado convertirse en Pink Floyd como Menard lo intentó con Cervantes, pero tal y como ellos afirman en su página web, y con muy buen tino:

Sin caricaturas, sin caer en lo fácil. Estudiando palmo a palmo la extensa obra de los Floyd, sus paisajes sonoros, su técnica, su filosofía de vida, los entresijos de sus espectáculos… Pink Tones no es una banda al uso y su actitud sobre el escenario dista mucho de los llamados grupos covers o tributos”.

Sin duda, en esto radica el éxito de estos Pierre Menard musicales, en que reproducen de forma espontánea esta música, cargándola así con nuevos significados. ¿O acaso el tema Money del año 1973 no puede ahora entenderse de otra forma desde nuestra perspectiva consumista desaforada del siglo XXI? ¿Y qué podemos decir de Time, también del 73, cuando ahora nuestras agendas se encuentran a rebosar y sin un minuto para nada? Estas canciones, interpretadas ahora, son demoledores alegatos contra nuestra sociedad egoísta y alienante.

Esta recarga de significados inserta la obra de Pink Floyd emanada en una tradición cultural, la de los años 70, en otra tradición cultural completamente diferente, la del siglo XXI, y por ello la dota de un nuevo mensaje totalmente distinto, aunque la estructura, la melodía, las notas y las canciones, sean exactamente las mismas.

Pero el asunto no termina aquí, todo lo contrario. El trabajo operativo que ejerce Pink Tones sobre la música de Pink Floyd significa que hay tantos grupos de Pink Floyd como intérpretes y receptores de la música de Pink Floyd. Así, se produce un trasvase personalísimo de la música del grupo, que es decodificada por cada oyente de una forma diferente en función de su propio momento existencial…

Y, además, está siendo interpretada de diferentes formas en función de los estados de ánimo de los músicos de la banda, del lugar en donde tocan, y de miles de variantes que inciden sobre esa música como el rayo de luz sobre el prisma de la portada de The Dark Side Of The Moon, con el resultado de una miríada arcoíris de nuevos tintes, sabores, texturas y matices distintos en cada actuación.

Esto es lo que diferencia a Pink Tones del resto de las bandas tributo. O por eso Pink Tones no es una banda tributo. No es lo mismo verlos en la sala de La Riviera que en el Teatro Nuevo Apolo de Madrid, son un conjunto de intérpretes que desleen la partitura de Pink Floyd, nunca de dos formas iguales. Las bandas tributo, epígonos, además de buscar un grotesco parecido con la referencia que imitan, interpretan maquinalmente, una y otra vez de la misma forma, los temas aprendidos de la banda.

Simplemente hay que insertar las canciones de Pink Floyd en el discurso político y social del momento en el que vivimos para que la apoteósica interpretación de One Of These Days nos ponga los pelos de punta insertada en la marea posmoderna de violencia y crispación que soportamos (por cierto, uno de los temas donde la banda raya a mayor altura y que en un ejercicio menardiano han convertido en plenamente suyo).

Nos ocurre lo mismo con el resto de las canciones, desde Another Brick In The Wall, revestida como ninguna de una nueva significación, Wish You Where Here o Shine On Your Crazy DiamondPink Tones reformula la visión del mundo contenida en los temas de Pink Floyd y de esa forma nos ofrece un concierto gilmouriano, menardiano y pinktoniano. Y en esa Santísima Trinidad (sin olvidar lo watersiano, por supuesto) radica el éxito de este descomunal ejercicio de inteligencia musical.

Y no cabe duda: el estado natural de Pink Tones es sobre la tarima de un teatro, con la tramoya a las espaldas y la cuarta pared brechtiana enfrente mientras las melodías floydianas corretean entre bambalinas. Es ahí donde deben estar. Son animales de teatro, porque este hábitat les permite dotar a su música de un relieve especial, casi reverencial e intimista, tal y como exigen muchas de las piezas de Gilmour y Waters.

¿Nos tomaríamos un valiosísimo coñac en un vaso de tubo? Evidentemente no: para eso está la copa de balón, que recoge mejor las fragancias y el buqué. Pues ocurre lo mismo a la hora de degustar a esta banda. Entiendo que las salas de rock y los pabellones sean tal vez más populares, pero los matices, los aromas, las maderas, la riqueza de la música que ejecutan, necesita de un entorno teatral para que podamos saborearla en todo su esplendor.

En el repertorio, como dije antes, algunas sorpresas emocionantes. Un Empty Spaces seguido de un Young Lust descomunal entregados para empezar y esa interpretación de Nobody Home en el primer bis. Esta canción me resultó especialmente notable. Primero, por que la considero una de las mejores composiciones del disco de The Wall, aparece dentro de su aparente sencillez entre el maravilloso barroquismo conceptual de la obra, y después porque me alegró que Pink Tones la recuperaran demostrando así que es un temazo; y además porque Álvaro Espinosa la interpretó al mejor estilo Waters: con el butacón y la lampara, tal y como lo hace en sus giras.

La suite de Dogs, del disco Animals, un Brain Damage/Eclipse tomado de The Dark Side Of The Moon o la interpretación íntegra del álbum Wish You Where Here (algo que cada vez que lo hacen me sigue admirando y maravillando), viene a demostrar sobre qué conceptos musicales ancla sus firmes raíces Pink Tones.

Aunque siempre incluyen varios temas del disco The Wall, el grupo nada, aletea y respira en el repertorio de tres discos que resultan fundamentales para la historia de la música rock: The Dark Side Of The Moon, Wish You Where Here y Animals; un abanico temporal que encierra desde 1973 a 1977. Saben que, dejando aparte The Wall, son los momentos de mayor explosión y riqueza creativa, y que las canciones de esa época se adaptan a la perfección para la naturaleza interpretativa del grupo.

Esta es una opinión producto de haberlos visto ya varias veces: es en la gélida y hermosa Shine On Your Crazy Diamond, en la fervorosa Have A Cigar? y en la demoledora Welcome To The Machine, además de en la monumental interpretación que hacen de Time, Money, The Great Gig In The Sky, Us & Them, Brain Damage y, especialmente, en ese sobresaliente y estremecedor final con Eclipse, en donde Pink Tones demuestran toda su solidez, la garra y lo enorme de su valía.

Por supuesto, uno siempre echa de menos alguna que otra canción dentro de un repertorio de casi tres horas de música. Esta vez no tocaron Run Like Hell, algo que personalmente no me importa mucho, no soy muy partidario de esta canción. Terminaron con Confortably Numb, como no puede ser de otra forma, pero me hubiera gustado escuchar en el teatro High Hopes (quizás la última gran canción de verdad de Pink Floyd) y cómo no, mi eterna reivindicación: que algún día suene On The Turning Away.

Pero por encima de estas pequeñas manía personales, producto de querer reivindicar algo a un espectáculo que ya de por sí es perfecto, un concierto de Pink Tones es una obra de música clásica, puesto que clásico es el grupo al que interpretan, clásicas sus canciones, y maestros los intérpretes que, una y otra vez, nos las aproximan a nuestros días.

Puedes comparar esta crónica del concierto en el Teatro Nuevo Apolo con aquella que hicimos en Achtung! del concierto en La Riviera de noviembre de 2017:

https://achtungmag.com/pink-tones-madrid-guitarrista-las-puertas-del-alba/

Y si deseas saber algo más de la personalidad de Álvaro Espinosa, no dejes de leer esta entrevista que le realizamos para nuestra Galería de Cronopios:

https://achtungmag.com/al-final-disco-libro-una-conversacion-lo-comunicacion/

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