La idea de que la animación es un entretenimiento infantil es una idea bastante arraigada casi en todas las sociedades actuales que la asumen como un mero entretenimiento sin más. Tras la clara infantilización del público adulto muchas de estas películas parecen directamente creadas para ellos. Los niños van más por el arsenal de marketing que por la historia en sí, si se le pregunta a un niño qué entendió de la película no va saber qué responder, solo querrá la manta, el peluche o el pijama con los personajes. Ojo, no quiero decir que los niños son tontos, todo lo contrario creo que ellos saben que esas películas hace mucho que ya no son para ellos. Las películas de animación de Pixar, DreamWorks, Sony, etc…, dieron con la fórmula de un producto para consumo de niños que los adultos puedan pagar y al mismo tiempo no sentirse defraudados, haciendo creer que han visto un reflejo de la vida en las metafóricas historias de los estudios hollywoodenses.
La creatividad está en horas muy bajas en los grandes estudios, no es secreto, pero la bonanza en taquilla se mantiene iluminada. Y ahí donde hay talento y creatividad no se pone el foco de atención porque no hay posibilidad de bonanza económica; todo son sombras y grises. Es decir, un niño querrá una playera y termo de Frozen o unas zapatillas con el estampado de Inside Out. Quién querría lo mismo de El mundo de mañana o por ejemplo de El niño y el mundo. No hay comparación porque vivimos en un sistema consumista sin remedio.
Hace poco leí en The Awl un árticulo llamado The Pixar Theory of Labor de James Douglas. Si bien tengo mis reservas, por lo sensato que parece su argumento, resultan interesantes muchas de las ideas que expone. Desde hace tiempo había notado en cada película de Pixar un aburrido esquema demasiado maniqueo como para no pensar que la formula la tienen guardada, una formula en la que nos quieren hacer creer que ellos son los únicos poseedores de la imaginación iluminadora para darnos lecciones de vida. Pero no vislumbré hasta donde al parecer el señor Douglas sí lo hizo. Según él, las películas de los estudios fundados por Steve Jobs, son una metáfora de la vida laboral, en la que los personajes tienen, desean o se les ha desprovisto de un trabajo.
En Toy Story dos personajes luchan por el mismo puesto, en Inside Out el padre se queda sin trabajo por eso tiene que trasladar a su familia a una nueva ciudad, curiosamente San Francisco. Además Joy no entiende cuál es el trabajo de Tristeza. En Monsters Inc, se trata de dos empleados intentando ser los más eficientes en un mundo muy competitivo. En esta teoría, Pixar presenta personajes que intentan ser los mejores en lo que hacen o intentan probar su utilidad. Por ello, continua Douglas, el entorno y la filosofía de Pixar son las mismas. Los envidiables trabajos ahí donde hay canchas de ping pong, sofás y comida para desayunar si se quiere llegar más temprano al trabajo.
La idea es hacer que el trabajo parezca que no es trabajo y los trabajadores no se den cuenta de que trabajan más, anulando la dicotomía trabajo-descanso. Y para terminar con una teoría que ya algunos acusan de conspiranoica, lo más malo que puede pasarle a un personaje en las películas de Pixar no es la muerte, es acabar en el basurero, ya sea en Toy Story, Wall-E o Inside Out lo peor que les puede pasar es dejar de ser útil. En esa lógica capitalista el que no es capaz de producir y ser eficiente no sirve y se va a la basura. Además un buen trabajador productivo debe consumir, así la dinámica del consumismo se queda plenamente grabada en los espectadores que lo absorben e interiorizan como algo natural. Todo esto puede sonar paranoico pero si nos alejamos un poco nuestras ideas sobre lo que creímos entender de las películas de Pixar, la lectura que propone el señor Douglas quizá no esté tan fuera de lugar. En todo caso es notable como cada película está muy bien maquillada para hacernos creer que nos están contando otro gran momento de aprendizaje humano a través de personajes tiernos, maravillosos e hiper-pensados.
Pero por fortuna hay un circuito visible y al mismo tiempo invisible de creadores de animación que usa este arte para retar a todas las percepciones preconcebidas de la realidad. Que plantan cara a supuestos contratos sociales y creencias cuasi únicas. Que se preocupan sinceramente por explorar todas las emociones, pensamientos, sentimientos y etapas del ser humano sin dobles intenciones. Y muchos gritan con su animación a los regímenes políticos ¡Ya basta! Estos son creadores que no tienen mesas de ping pong, ni estudios ultra modernos, son creadores con una voluntad casi infinita que los lleva testarudamente a seguir adelante. Con renombre y sin él. Con financiación o sin ella. Su motor es la voluntad de mostrar su vida interior en dialogo con el exterior.
La animación como arte es una herramienta que ayuda a sentir y vivir emociones muy poco exploradas en otras disciplinas como la pintura, la música o el cine de ficción. Quizá esta cualidad es su misma condena ya que es más fácil enfrentarse y revivir emociones básicas y autocomplacientes que nos otorgan los entretenimientos mainstream. La cualidad de la animación para transitar emociones y estados poco explorados la hacen una herramienta imprescindible para estos tiempos en que se nos somete a una estandarización emocional, sensorial e ideológica, ya que como arte le habla a la realidad desde diferentes perspectivas; es semillero de dudas ahí donde todo empieza a darse por sentado.
La animación independiente no solo puede reinterpretar un mundo o una realidad si no que es capaz de reconfigurarla sin necesidad de justificaciones narrativas y de estructura, no exige al espectador una predisposición creada por el marketing. Por ello es más difícil encajarla en gustos generales. Es más fácil ver un personaje simpático con una supuesta inteligencia que lucha por ser el más eficiente y con el cual es más fácil una identificación que por ejemplo una animación experimental que no exige identificación sino que es un espejo donde puedes reflejarte, respirar y dejar fluir emociones sin necesidad de que lleguen los momentos de guion donde te digan donde debes reír, donde debes llorar o sentir angustia.
Hay una forma de saber cuándo estás viendo una buena animación y otra que pretende solo matar la imaginación, esa forma es la honestidad. Hay animación independiente donde se cuentan historias sencillas también pero son más honestas porque las hace gente que no tiene nada que perder, no busca la competencia, no busca ser el mejor solo quiere acercarse lo más posible a su forma de ver la vida. Los animadores independientes son una raza muy rara que más bien aprende de los suyos, se retroalimentan, se ayudan y no se juzgan apresuradamente, crecen juntos en la humildad y ahí está su éxito; ellos saben que nunca terminaran en el basurero porque nunca les van a robar su imaginación.