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Plancton de Hilo Rojo Teatro es un trabajo que a través de su multidisciplinariedad, consigue terminar de convencernos que la riqueza contenida en las artes escénicas, es algo que transciende a lo que se hace en el ocio y tiempo libre (aunque hay quien desde el desconocimiento se comporte como tal).

Foto: Rafa Núñez Ollero

Foto: Rafa Núñez Ollero

 

En la Antigua Grecia existió una controversia sobre cómo calificar a las estrellas que no se desplazaban de manera circular, o al menos en forma de elipse. Siendo que en personalidades cuyos postulados produjeron gran influencia durante siglos (como fue el caso de Platón), se mantenía férreamente la idea de que la figura geométrica  más perfecta es círculo. Y claro, cómo no clasificar a aquellos fenómenos celestes dentro de un espectro que se enmarcaba entre lo perfecto y lo errático. He allí que se precisaron muchos años y acalorados debates, para que se terminase de esclarecer que aquellas estrellas que se movía de manera “irregular”, no eran más que planetas que se desenvolvía en función de su vínculo con una estrella.

Actualmente, cuando se habla de planetas errantes nos estamos refiriendo a aquellos que se plantea que no tienen ni amanecer ni atardecer, y que se mueven en un eje independiente a una estrella. Si es que la palabra “errante” hace alusión a algo que no da en blanco, algo que va de un lugar a otro sin un emplazamiento fijo. Dicho lo anterior, considero que tenemos los recursos suficientes para dilucidar qué tan lejos llega la obra Plancton, en su indagación sobre qué supone preguntarse sobre qué tan errante es la condición de un artista de lo escénico.

Conviene dejar en claro que esta pieza es un trabajo de investigación sumamente arriesgado y experimental, en el que Riccardo Benfatto, Giulia Esposito y Santi Rivera, pusieron todos sus recursos a disposición de una obra que a pesar de sus “rodeos”, se mantiene en su eje, aunque de escena a escena se muestre una cara diferente de un mismo “dado”. Sí, un dado, porque no se me ocurre mejor alegoría para explicarles cómo estos profesionales nos han expuesto  la gran diversidad de posibilidades que tienen las artes escénicas para tratar un tema. Para colmo en este caso, ellos recurrieron a cosas que nos son familiares al respecto de que muchas veces, la vida de los artistas de los escénico son  erráticas: van de un lugar a otro para ejercer su arte. Estando éstos dispuestos a reconstruirse como seres humanos, si ello es necesario para seguir vinculados a la disciplina que les ayuda a reconocerse a ellos mismos; o qué decir sobre que hay cierta “erotismo” en vivir una vida llena de subidas y bajadas, donde no hay forma de predecir si uno estará sumergido entre aplausos o a punto de caer en la indigencia; etc.…

Foto: Rafa Núñez Ollero

Foto: Rafa Núñez Ollero

 

De lo que no me queda ninguna duda, es que los artistas de lo escénico viven en un mundo que no está diseñado para personas de su condición, y menos aún para terminar de acoger como imprescindibles, a quien se entregue de lleno a ejercer estas nobles disciplinas. Pues, todos esos estereotipos de los cuales se valen los integrantes de Cía. Hilo Rojo son cosas que tienen una base de verdad, más ello no implica que el destino de cada persona que se dedique a  realizarse profesionalmente en ello, sea fatídico o una quimera. No obstante, es un hecho que hay que ser muy valiente para atreverse a responder a esta vocación, y al mismo tiempo,  existen unas cuantas personas que ante su desapego por su lugar de origen o su ansia de aventuras (cual marinero británico de la Edad Moderna), posee el grupo de pretextos idóneo para desafiar a la incertidumbre.

Por tanto, Plancton es una pieza capaz de mostrarnos los lugares en donde se articula el incierto destino de los que dedican toda su empresa a las artes escénicas,  y de quienes con cierta picardía, saben encontrar las herramientas para poder vivir una vida que se desentienda de ataduras que vayan más allá de la mera supervivencia. Ya lo componentes de Cía. Hilo Rojo, tuvieron el acierto de citarnos a algunas ilustres personalidades de la historia de la música y el teatro, como ejemplos de que pocas cosas han cambiado a pesar del paso de los siglos, incluso jugaron con el qué pasaría si uno de ellos tuviese el “atrevimiento” de llevar en su equipaje una máscara, en el momento de intentar superar el check-in de un aeropuerto.

Foto: Rafa Núñez Ollero

Foto: Rafa Núñez Ollero

 

¡Qué de reflexiones sobre su profesión y la condición humana habrán intercambiado estos tres profesionales representando esta obra!  Aún con todo, confío que muchas de ellas nos han “rozado” a través de un guion que merecería ser leído al menos un par de veces más, después de ser representado sobre un escenario. Ya que está escrito con una sensibilidad poética que no se priva de ciertos chascarrillos de humor, como tampoco oculta, lo difícil que es vivir esta vida por más que apasione a los que la han protagonizado.  Desde luego, el guion de Plancton dota a la labor interpretativa de estos profesionales de un terreno consistente donde sentirse seguros y a la vez libres, siendo que da tanto margen a que saquen a relucir todo su arsenal, que al final queda comprobado que Santi Rivera, Riccardo Benfatto y Giulia Esposito son excelentes intérpretes y creadores.

La puesta en escena fue compuesta de una multitud de colores, volúmenes y sonidos, que de algún modo u otro nos balanceaban de lo onírico a un mundo donde sólo hay cruda realidad. Quizás ello lleve tras de sí el mensaje de que a pesar de la belleza que constituye el mundo de lo escénico, su sostenimiento supone pagar un alto precio, que de no visibilizarse como por ejemplo lo han hecho los integrantes de Cía. Hilo Rojo, pareciese que estos profesionales hacen público sus “juegos” para engrandecer sus egos, y demás cosas que como poco, están incompletas. Así, nosotros los espectadores estuvimos ante tres intérpretes que derrocharon toda su fe y amor a las artes escénicas, mientras defendían un trabajo que puede convencer más o menos a un público que busca algo “digerible”; a la par, esta obra contagia de ganas de seguir yendo al teatro.

 

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