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A lo largo de esta semana de octubre, se ha inaugurado una nueva temporada en el Teatro Real. Con piezas coreografiadas por Jirí Kylián, Andrea Schermoly, Nacho Duato y el dúo compuesto por, Sol León y Paul Lightfoot. Las mismas han sido interpretadas por bailarines de la Compañía Nacional de Danza de España.

Foto: Albiru Muriel

Foto: Albiru Muriel

 

Bella figura de Jirí Kylián

De vez en cuando me encanta encontrarme con piezas en las que el mero ejercicio de sacar a relucir todas posibilidades de la estructura formal de un trabajo en juego, es lo que realmente basta para comunicar lo que se pretende comunicar. En las artes escénicas (más si cabe en las contemporáneas) hay un sinfín de oportunidades que esperan ser más exploradas, en especial, las que responden a crear desde lo netamente formal.

En esta línea, Bella figura nos despliega  una concatenación de imágenes que, perfectamente, pudieron haber pertenecido a una pieza de una hora u hora y media. Y aún con todo ello, este profesional checo tuvo la capacidad de sintetizar sin precipitaciones o redundancias innecesarias, un puñado de ideas en la que no faltó nada de lo que nos iba trazando a través de Bella figura. Esto es: el diseño de la iluminación, llevar hasta sus últimas instancias el uso del telón como escenografía, los cambios de vestuario de los intérpretes (sin haber caído en “efectismos” o “fuegos artificiales), la cohesión de la música con el resto de elementos de la pieza (y si se trata de música barroca, considero que tiene más mérito)… Son varias de las cosas que merecerían detenerse  de una manera más exhaustiva, para aprender de un maestro de la coreografía como lo es Jirí Kylián. Adónde quiero llegar con esto, es que todo sucedía con tal fluidez y simplicidad, que me resultaba increíble que Bella figura no fuere producto de la Naturaleza.

Los intérpretes se sentían todos unos privilegiados por bailar este repertorio, siendo interpretar Bella figura un reto que pocos estarían a la altura de lo que exige. Lo digo más que nada, porque no se abusó del virtuosismo del que disponen los bailarines de la Compañía Nacional de España (que es incontestable), sino que el mismo se puso al servicio, insisto, de la estructura formal que tenía “entre sus planes” Jirí Kylián, la cual fue la que dio pie a que haya danza. Esto lo distinguí de forma nítida, en el cómo se percibía una progresiva evolución en los registros de movimientos que ejecutaban los intérpretes. Y ya con sólo lo anterior, tiene sentido que un intérprete sea capaz de reproducir  lo que le indique el director de la pieza en juego. Focalizarse en lo demás, sería confundir los medios con los fines.

 

Foto: Albiru Muriel

Foto: Albiru Muriel

 

Kübler-Ross de Andrea Schermoly

Kübler-Ross es de esos trabajos en los que se ha hecho tal grado de abstracción de lo que se pretende representar, que lo que uno ve es pura danza. Dado que esta profesional sudafricana hizo que sintonizasen los cambios de etapas en las que estaban enmarcados los personajes de esta pieza, mientras los mismas estaban siendo “bailados” a lo largo de su representación. O dicho de otra manera: Maria Kochetkova y Joaquín de Luz supieron ser los catalizadores perfectos en su interpretación, para que se generase la alegría de que nuestra vida puede ser entendida como un espectáculo de danza que se proyecta, incombustiblemente, hasta que la escena en juego se extinga.

Así, Kübler-Ross  traza el cómo nuestra condición humana es algo apasionante de estudiar y entender, a pesar de que en ocasiones, los que están transitando malas experiencias, o que son complejas de gestionar, se vean en una situación de lo más inhabitable.  Por si queda alguna duda, no se trata de encontrar morbo en las desventuras de nuestros semejantes; sino más bien, en que las artes escénicas son capaces de manifestar lo que está contenido en disciplinas como la filosofía, la psicología, la antropología… De tal modo, que las afirmaciones de las mismas, resultan insuficientes para expresar por completo el tema que sea que nos convoque.

Mientras tanto, la puesta en escena de Kübler-Ross puso en diálogo de una manera sobria y elegante, el vestuario que portaban los intérpretes, con el diseño de iluminación, y la proyección del videodanza en el que se nos “ampliaba” (por así decirlo) la información sobre los estados por los que pasaban los personajes de esta pieza, a raíz de interactuar entre ellos. Ahora bien, dicho videodanza fue una de las cosas que hizo que la ejecución de los movimientos que coreografió Andrea Schermoly, no fuesen trasladables a cualquier dúo de danza. Es más, me atrevería a decir que la coreografía fue aquello que dotó de mayor consistencia al contenido del videodanza, siendo que sin la interpretación de Maria Kochetkova y Joaquín de Luz sobre el escenario, hubiera quedado velado que, nosotros los seres humanos, solemos evitar caer en confrontaciones directas. Sea porque en el fondo no siempre sabemos lo que queremos; a veces carecemos de las herramientas necesarias para que haya una comunicación fluida y constructiva; perniciosas dinámicas por quien pretende situarse en una posición de poder; y demás cosas por el estilo.

Sin olvidar, que Kübler-Ross nos plantea lo anterior a lo largo de unos quince o veinte minutos, lo cual le brinda credibilidad ante el público. En el sentido de que no siempre es necesario, buscar “rellenar” los bloques que constituyen a la pieza en juego, con más y más movimientos (aunque uno disponga de excelentes intérpretes, y posea ingenio a la hora de enlazar imágenes de gran interés estético), ya que hay temas que lo mejor es dejarlos en puntos suspensivos. Y justo esto se vio expuesto con inteligencia y madurez, por parte Andrea Schermoly en este trabajo.

 

Foto: Albiru Muriel

Foto: Albiru Muriel

 

Morgen de Nacho Duato.

Morgen es un trabajo que, probablemente, me convendría verlo al menos una vez más, para llevar a cabo una crítica que aspire a ser precisa y equilibrada, sobre el mismo. Siento que era tal la concentración de información y de imágenes en el marco de una media hora o cuarenta minutos, que me quedé con la idea de que Nacho Duato tenía un material que requería hacer un montaje de una hora u hora y media. Ello, necesariamente, no lo digo como algo malo, sino en realidad, como un signo de que no siempre los lugares a los que llevan una creación a un coreógrafo son sencillos de ajustar a un encargo, o cualquier otra eventualidad.

En paralelo, las transiciones de escena a escena en Morgen  son magistrales, dado que podía llevarnos de una escenografía e iluminación diferentes, en cuestión de pocos minutos, sin que uno como espectador, se encuentre ante unos cambios abruptos . Ello se fue desarrollando a la par, de cambios de vestuarios y modos de relacionarse de los personajes que interpretaron de forma eficaz, un elenco de bailarines de la Compañía Nacional de Danza de España. Imagínense la dificultad que hay en representar de una manera totalmente alegórica y sin recurrir gangs de humor, diversos modos de suicidio. Y que encima su final deje un cierto alivio a su público.

He allí que diga que Morgen me resulte un trabajo sumamente pedagógico e interesante de analizar. Siendo que aunque quizás haya cosas que se pudieron haber hecho de otra manera, ello no quita que presenciarlo me haya puesto a prueba a la hora de situar mi criterio, frente a un profesional que ha sido de lo más influyentes e importantes de la historia reciente de la danza de España. Así que durante su representación estuve haciéndome numerosas preguntas, más que emitiendo afirmaciones.

 

Foto: Albiru Muriel

Foto: Albiru Muriel

 

Sad Case de Sol León y Paul Lightfoot.

Con Sad Case yo me reafirmo en la idea de que la danza contemporánea tenía que surgir si o si (incluyendo otros factores) de la danza clásica. Es que por más que se busque un repertorio de movimientos que vaya más allá del lenguaje canónico de dicha disciplina, éste se quedará en mera sugerencia ante ciertos temas y modos de representarlos. Tanto es así, que el estrambótico vestuario y su diálogo con el diseño de iluminación, hubieran quedado en un ingenuo intento, si Sol León y Paul Lightfoot no hubiesen conseguido que sus intérpretes oscilen por registros de movimientos extremos, a lo largo de la representación de Sad Case .

Los contrastes de la dramaturgia de Sad Case nos conducen, a nosotros los espectadores, a estar emplazados en un lugar en el que “todo puede pasar”. Eso se debió a ese espíritu tan travieso y de sentido del humor ácido, que facilitó a que no hubiese manera de desconectar de lo que fuese que  estuviese pasando en escena (tómese en cuenta que esta fue la última pieza en ser representada de lo programado en Pura Danza). Es hasta irrelevante no haber captado cada uno de los detalles que se nos planteaban, porque los intérpretes entraron de tal forma en el juego de estos dos profesionales, que Sad Case se erigió como una garantía de éxito, al margen de que la misma haya ido de gira bajo las siglas de la Nederlands Dans Theater.

Sol León y Paul Lightfoot nos han vuelto a demostrar, lo lejos que se puede llegar teniendo los mejores medios a su disposición. Pero no menos importante, si no se sabe lo que se está haciendo, los mismos no serán más que una “cortina de humo” que apenas cubriría la falta de seriedad y de desinterés por materializar un buen trabajo. Por ello cuando me he tenido la oportunidad de acercarme a parte del repertorio de la NDT, me he encontrado ante la excelencia de todos sus profesionales, más que con las “facilidades” que han contando. Restringiendo todo lo posible, cualquier sentimiento de envidia o de frustración.

 

 

 

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