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La primera jornada de esta nueva edición del ciclo Ahora Danza!, se erigió como una tarde inolvidable. De esas jornadas, que van cobrando más peso cuanto más recurrimos a su recuerdo. Y como si ello no fuese suficiente, los próximos 19 y 26 de mayo hay más danza por ver en el CICUS de la Universidad de Sevilla.

 

Foto: Rafa Núñez Ollero

Foto: Rafa Núñez Ollero

 

Cía. La Basal (Sevilla) interpretado por Rocío Barriga y Luna Sánchez.
QUIRAL -1,5M- 

Antes que nada conviene aproximarnos al concepto de quiral: El concepto de Quiral en química es algo que es inherente a cada molécula, propiedad que sale a relucir si lo hacemos en medio de un ejercicio de comparación, con su imagen especular; así ésta quedaría indicando, que cada molécula tiene otra que sería percibida como diferente al ser puesta en otro plano. Lo cual supone que si esa molécula es contrastada con su imagen especular, ambas imágenes no son superponibles.

Ahora bien, una de las cosas que hacen muy especial esta pieza es que estas dos profesionales andaluzas, supieron trasladar algo tan abstracto como es el concepto de quiral, a un lenguaje escénico quedándose en un plano netamente estructural (más que aludir con cierta “desesperación”, al campo de lo literal). Es decir: claro que en la dramaturgia de esta pieza queda reflejado lo que corresponde con definición de quiral, más no se conformaron. Sino ello se hubiese abocado a la ejecución de una idea “interesante” que se dirigía, irremediablemente, a un “intento bien intencionado”.

Pero no es el caso de Rocío Barriga y Luna Sánchez, dado que fueron fieles a su principal referencia sin que Quiral -1,5M- terminase siendo predecible. Ya que se su disposición en el espacio no sólo superaba a un plano frontal; sino que además, se afanaron en que cada segmento de sus cuerpos se proyectasen por todo el espacio. O dicho de otra manera, les estoy hablando de un trabajo que fue montado para que nosotros los espectadores, lo percibamos en cuatro dimensiones, más allá de las cualidades que nos caracterizan como seres humanos.

Foto: Rafa Núñez Ollero

Foto: Rafa Núñez Ollero

 

Al mismo tiempo, Quiral -1,5M- se desarrollaba a través de movimiento sostenidos, desequilibrios, respiraciones, etc.…, recursos que denotan que esta pieza ha sido compuesta con suma inteligencia y sentido de la estética. Dado que aunque en un principio no pretendía ser una pieza bella, nos es expuesta a nosotros los espectadores, con tal elegancia, mimo y sosiego, que no es posible quedarse embelesado ante cada movimiento. Movimientos que de un modo u otro, no había manera de predecir, pues, estas intérpretes y creadoras nos llevaban a donde ellas querían ¡De eso se trata montar un pieza en artes escénicas!

Y aún con todo, no recurrieron a efectismos, ni acrobacias, porque, probablemente, cayeron en la cuenta que un trabajo hecho de manera artesanal y desde un profundo amor a la danza, saldrá a relucir algo que desborde a los integrantes del público más receptivos. Porque desde luego, es una pieza densa y compleja, al que su público ha de dar parte de sí para que su proceso de transmisión se consuma por completo. Por lo contrario, habremos visto a dos personas bien formadas en su oficio, que empezaron con la mangas de sus respectivos vestuario unidas (cual siamesas), que tras un pequeña disputa terminan separadas. He allí que defienda que Quiral -1,5M- no sólo es un trabajo maduro; sino que encima, ayuda a sus espectadores a madurar como público.

Por supuesto que una cosa así no se consigue sacar a la luz, si uno no está acompañado de una persona con la cual la comunicación, los cuidados mutuos y demás cosas por estilo, fluyen sin cesar. Porque si no, no tendría manera de explicar cómo es posible que algo tan aparentemente sencillo (que incluso puede que bordee lo naif, sin llegar a alcanzarlo), se haya alzado con tal presencia escénica y consistencia.

A pesar de que esta pieza la haya visto cuatro veces en total (tienen a su disposición una crítica más a fondo de la misma, en una publicación que salió en este medio el 22 de marzo de 2021), sigo absolutamente enamorado de este trabajo. A la par que deseoso, de conocer más y más de lo que nos representarán en el futuro las integrantes de La Basal.

 

Foto: Rafa Núñez Ollero

Foto: Rafa Núñez Ollero

 

Cía. Daniel Abreu (Madrid), interpretado por Daniel Abreu.
ÍNDICO

Antes que nada, sólo un bailarín con la trayectoria y la madurez del canario Daniel Abreu, se puede permitir hacer una cosa así, y salir reforzado ante su público. Puesto que en los días que corren, no faltan los “aventureros”  que despliegan todos sus recursos de improvisación con alguna que otra idea por madurar, para terminar desaprovechando una oportunidad de exponer su auténtica valía.

Si es que las prisas y la ansiedad por no quedarse sin sacar un nuevo estreno ante el público, nos traicionan y nos desmerecen. Lo cual se ve claramente acentuado, en una profesión que se desenvuelve en un terreno en España, donde hay pocas oportunidades para poder subsistir con certidumbre mes a mes (incluyendo a los profesionales ya consolidados). Desconozco si este tipo de planteamientos han estado en la mente de Daniel Abreu durante en la composición de Índico. Pero la misma contrasta tanto de otros trabajos, que me ha resultado inevitable compartir estas palabras a colación de lo que me ha suscitado dicha pieza.

Tómese en cuenta, que en la sinopsis Daniel Abreu nos avisa que esta creación fue montada “dejándose a sí mismo de lado”, sin juzgar las cosas le iban surgiendo durante el tiempo de investigación que le habrá dedicado a la elaboración de este trabajo. Ahora bien, lo que más sobresale de esta pieza es que no se percibe impaciencia en cómo ha enlazado cada una de las acciones que lleva a cabo en escena; como tampoco, hay un afán de “presumir” lo bien ejecutados que están sus movimientos. Consiguiendo algo que muchos profesionales de lo escénico  aspiran durante toda su vida. Esto es: que lo que se vea sobre el escenario parezca que sucede aquí y ahora. Lo cual se diferencia de algo que está bien montado, y que se nos presenta como uno de los “mejores ensayos”.

Foto: Rafa Núñez Ollero

Foto: Rafa Núñez Ollero

 

Daniel Abreu se centró en ser coherente con lo que le fue sucediendo durante el montaje de Índico (incluyendo la necesidad de que su “discurso” sea comprensible antes sus espectadores. Al menos, en lo que correspondería con una escala formal). Se entregó con amor y confianza a lo que iba brotando dentro sí, sin que ello signifique, necesariamente, que toda idea que le habrá emergido durante la composición haya sido descartada de primeras, por ser algo que se asociaría con “lo mental”. Es decir: Esta pieza es un buen ejemplo de cómo se puede diferenciar el estar conectado con nuestros cuerpos y los movimientos que tenemos a nuestro acceso, con la necedad de rechazar cualquier cosa  relacionable con una labor “intelectual” en medio del proceso del montaje de una pieza.

Sus movimiento eran nítidos; se identificaba, perfectamente, el foco al que se dirigían cada uno de los segmentos que forman parte de su cuerpo… Claro, que en la sinopsis consta que Índico se nutrió de diversas imágenes que habrá recogido, de un reciente viaje que hizo el mismo a la India. Y aunque Daniel Abreu haya enlazado esto con lo otro, ello no quita que haya  dado con la tecla para que su pieza fuese una demostración de que todo lo que forma parte de este mundo (incluyendo a lo que asociamos con la idea de artificial) constituye una totalidad, no una maraña de cosas yuxtapuestas.

Daniel Abreu apostó por despersonificarse durante toda la pieza, siendo que en ningún momento se le podía ver el rostro. Haciendo que  lo que había en escena, fuese una entidad cuya forma se definía por estar en permanente movimiento. Aunque lo anterior suene como una paradoja, el caso es que nos invita a pensar que la idea de “quietud” quizás no sea más que algo que hemos delimitado como la hemos delimitado, bajo una necesidad formal. En vez de calificarlo, directamente, como aquello que de por sí carece de solidez ontológica.

 

 

 

 

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