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Por Marta García Márquez | Fotos Miguel Trillo

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En poco más de diez años internet se ha encargado de cambiar las coordenadas del mundo y hoy en día los jóvenes beben de infinitas fuentes, tantas como medios tienen a su disposición. Ellos pueden salpicar su fisionomía con elementos de distintas tribus y bailar con la más guapa, esto es, cascarse un tupé rockabilly y cambiarlo al día siguiente por un peinado garçon en una época donde lo importante pasa por ser trending topic. Vivimos en la era del todo vale. De ahí la dificultad para encasillar las tribus como tales cuando el mismo Inditex comercializa camisetas de Los Ramones.

Es por eso y por la falta de costumbre que sus identidades aparecen borrosas en el paisaje. La mirada aún no ha digerido que esas chicas que van a la última como si caminaran por una pasarela recebada son, en realidad, miembros de una misma tribu. Su obsesión no pasa por ir de festival en festival con una cresta bien afilada sino que tiene que ver con la señora tendencia. Las egobloggers peinan todos los días las páginas webs de los principales modistos en busca de las colecciones más recientes. No levantan la pata como los pointers cuando divisan presa pero lo cierto es que las pillan al vuelo y acuden veloces a la tienda para hacer sus versiones low cost de la altura costura. Ellas posan para el mundo sin ningún tipo de prejuicios. Sabedoras de que tienen buen gusto para la ropa o al menos eso es lo que creen, las egobloggers funcionan a golpe de “post” en un blog que aderezan con combinaciones perfectas y renuevan tan rápido como su armario porque la tendencia es efímera. Igual que la nata de un Dalky.

De esta forma, la calle se nutre de conjuntos similares a los que muestra Prada por Milán. O incluso mejores. Sus conjuntos fantásticos democratizan un sector que hasta ahora tenía la etiqueta de elitista. Ellas hacen que lo que sube Galliano a París baje pasado mañana a la Gran Vía. Cibeles ya no le tiene alergia al suelo y se puede decir que una vez que el diseño lo pisa, las egobloggers son una tribu urbana más aunque su herramienta de trabajo se quede en casa.

Si quieres seguir leyendo el reportaje hazte con el número 4 de Achtung!




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