Por Diego E. Barros
Es día de júbilo y regocijo nacional. Los ministros de Economía de la UE han acordado poner el punto final al rescate bancario español. Además, con una «salida limpia» oigan, lo que significa que no habrá prórroga o ayuda adicional alguna. Como volver a ganar el Mundial pero sin arritmias cada tres minutos y en el tiempo reglamentario. Lo hemos hecho fetén y en Bruselas consideran que el plan ha sido un éxito: el sector financiero español, el de Botín, las cajas, los Ratos y compañía es una muestra más, la enésima, de esa marca España. No es descartable que justo en el momento en que leen esto, Montoro esté durmiendo aun la resaca. Había mucho que celebrar. Es probable incluso que De Guindos, flamante hacedor del milagro económico sin parangón (sic), se haya comprado otro reloj. Carísimo como los que le gustan. De cinco cifras el peluco.
Alégrense. Sólo nos quedan 15 años para devolver los 41.300 millones de euros que se comió banca. No se quejen, la factura pudo ser de hasta 100.000 millones. Los mismos que De Guindos, tan correcto, nada que ver con Wert, dijo que no eran «un rescate» sino un «crédito en condiciones muy favorables» para que las entidades necesitadas se recapitalizaran. También dijo que éstas lo «devolverían», no los españoles, pero al final sí. Fíjense si eran buenas las condiciones que a «nuestros socios de la UE», las entidades le quitaban la pasta de las manos. Una fiesta. Una bacanal. Que andaba Calígula el romano petando como un loco en la lápida para que le dejaran participar. Dinero al 3% de interés frente al 6% o el 10% al que el Estado llegó a pedir limosna. Pasta que los bancos utilizaron, no para dar créditos, eso no, que ya bastante jodimos dejando dinero a todo quisqui, sino para comprar deuda soberana de los mismitos Estados que los estaban salvando. También para cerrar oficinas, despedir a 50.000 trabajadores y estafar a otros muchos colocándoles preferentes. Y provisionar fondos, otro eufemismo para referirse a los ahorros que le dejamos y que ellos se jugaron a la ruleta. Qué negocio.
Alégrense. A cada españolito sólo nos va a costar unos 1.000€ haberle salvado el culo a nuestros banqueros. Le llaman liberalismo. Lo que gana un afortunado mileurista hoy en España, un 40% más de lo que ganará al mes un barrendero de Madrid si las empresas contratadas se salen con la suya (no lo duden). Sin contar los intereses. Pero qué son unos intereses si tenemos a nuestros banqueros contentos porque el dinero llega de todas partes. Ya han oído a Botín. Y también a César Alierta. En su caso lo han oído pero probablemente no lo han entendido. Nos pasa a todos. Ojalá una conversación entre Botín hablando inglés y Alierta en castellano (o lo que sea que hablan). Televisada y yo con palomitas. Ellos son nuestro «mejor activo».
Alégrense. Son 41.300 millones en 15 años. Perdidos para nosotros ya que usted era el avalista y ahora tiene que devolver el crédito porque la banca va bien pero está débil todavía. La misma banca que antes de que llegara la pasta de Bruselas se había comido casi otros 100.000 millones soltados directamente por el Estado de usted. Este comunismo por un rato le haría saltar lágrimas de emoción al propio Stalin. Barra libre, paga el Estado. De momento ya se han esfumado 36.000 millones. Magia potagia, se siente y Santa Rita Rita lo que se da no se quita. Socializadas las pérdidas queda esperar a la próxima privatización de beneficios una vez que las entidades vuelvan a volar solas. Lo ha dicho hasta Brufau, el debate ya no es salir, sino la velocidad. España va a «estar mejor que antes», puede que «más pobre» ―lo dice un señor que gana millones al año―, pero «mejor». Dejen ya de joder con el pesimismo.
Alégrense, somos gente formal con la resignación cristiana grabada en el ADN y no «matones» de chancleta. Lo dice esa prensa que no dice nada de la estafa. Nos ha quedado una factura grandiosa fruto de la mejor gestión liberal. Unas veces se gana, otras se pierde aunque ya se sabe quién pierde siempre. Ahí tienen a Ana Botella amenazando con solucionar la huelga de la basura de Madrid tirando del mismo manual: como las empresas privadas no cumplen hemos de recurrir a la teta pública que es, a la vez, la que estamos en trámites de desguazar.
En cualquier momento Tony Leblanc saldrá escopetado de la tumba y entonces sí nos vamos a descojonar con el timo de la estampita.
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