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Elektra.25 de Ricardo Iniesta/Atalaya llega al Teatro Central, sobrepasando las expectativas generadas y demostrándonos a los que residimos en Sevilla, la suerte que tenemos que se programen producciones de esta calidad, tan cerca de nuestros hogares.

Cada vez que voy al teatro a ver una obra que forma parte de los “grandes clásicos”, me reencuentro con que, o no conozco el contenido de la historia que va a ser recreada (por más que la haya oído nombrar en varias ocasiones); o bien, mis conocimientos son tan vagos, que he de documentarme para considerarme preparado, para entender todo lo que sucederá en escena en cada momento. Lo que me lleva a preguntarme, si nuestro papel como espectadores pasa por estar informado de lo que se va a ver, o quizás uno ha de confiar en cómo ha sido montada la obra en cuestión, para seguir el hilo. O dicho de otra manera ¿En quién ha de recaer el traslado de los contenidos necesarios, para la compresión de un “gran clásico”?

Tómese en cuenta, que en nuestra época  tenemos un acceso a la información como nunca antes, pero es más conocido lo que es tendencia que lo que le dio lugar, a menos que se haga un estudio genealógico al respecto. Porque siendo claros, las tragedias griegas ostentan uno de los pilares fundamentales de las artes escénicas de occidente.  Y clásicos como la tragedia de Electra, nos son familiares, pero pocos son los que conocen el por qué Agamenón tuvo que ir a la guerra de Troya, por qué este rey decidió sacrificar a su hija Ifigenia en honor a la diosa Artemisa, para continuar su campaña militar a Troya; entre otras cosas.  A dónde quiero llegar, es a compartir con ustedes la problemática, sobre cómo la brecha generacional se ha ido ampliando, tras el asentamiento de la cultura popular y otras manifestaciones artísticas que se han hecho autónomas de los “grandes clásicos”, hasta el punto, que cuando los vemos recreados, nos resultan extraños, y a veces su lenguaje, se percibe como poco eficaz en la transmisión de contenidos.

Ya que decir que la historia de Electra es un relato sobre sobre la venganza, más o menos “barroca”; es  hacerla parecer a la misma, como algo que fue contado de forma críptica y a veces hasta sobre actuado. Siendo que el texto y la interpretación que han de acogerse los intérpretes y quien los dirige, ha de ser llevado al límite, porque sus personajes se están jugando sus vidas y sus respectivos destinos, en cada acto. Entonces ¿Cuándo se lleva a escena un clásico, se está haciendo una tarea de conservación similar a cuando una orquesta toca El Pájaro de Fuego de Stravinsky?  ¿Está tan codificada su forma de cómo ha de ser representada, que no hay mucho margen de maniobra? ¿Cualquier cosa que se salga del guion, del contexto que la hizo posible…, es poco menos que una traición?

Foto: Félix Vázquez

Foto: Félix Vázquez

 

Claro que el tema de las adaptaciones más o menos explícitas de los “grandes clásicos”, es algo que se ha abordado de muchas maneras ¿Pero está resuelto? ¿Nos hacemos estas preguntas cuando vemos las versiones de Disney, de algunos cuentos clásicos de los Hermanos Grimm, o alguno que otro de los cuentos de Hans Christian Andersen? Lo digo, porque Disney ha tenido la capacidad de hacer que sus versiones, se queden más asentadas en el imaginario colectivo que la historia de la cual se basan. Que si se me permite, han hecho parecer estos cuentos más ñoños e ingenuos, de lo que eran en inicio. Y por más que Disney cuando ha versionando a La Cenicienta, Blancanieves o la Sirenita; se dirigían a un público concreto en un contexto histórico concreto, ello no quita, que se hable muy poco de que en la versión de la Sirenita de Andersen, su protagonista estuvo a punto de asesinar al príncipe con una daga (por quien sacrificó su hermosa voz para tener unas piernas) al verlo en su lecho nupcial con otra mujer…

En otro lugar del tablero de lo que he comentado de algunas películas de Disney, yo colocaría Elektra.25 de Ricardo Iniesta/Atalaya, esto es: Dado que es una versión que ha sabido equilibrar el lenguaje propio de Atalaya, con la historia de Electra; de tal manera que se ha hecho un homenaje a la altura de la celebración de que han pasado veinticinco siglos del nacimiento de Eurípides (de quien se basaron el guion de la obra), entre otras cosas que dieron razón de ser, a que se ponga este número en el título. En fin, la cuestión es que la puesta en escena poco tiene que ver con otras versiones más “clásicas” u “ortodoxas” (según se mire) de esta tragedia, mostrando que desde el respeto y un conocimiento minucioso de la historia de Electra, se puede contar a la misma desde otro lugar, con otro lenguaje escénico.

Les aseguro que el ritmo con el que operan los intérpretes de Atalaya, ha hecho que el texto no se haga pesado y complicado de entender, incluso, para los que estamos más inmersos en esta  época digital. Siendo que los cuerpos de sus intérpretes, hacían que resonasen el significado de cada una de sus palabras que emitían. Y con el permiso de quien interpretó el papel de Electra (quien estuvo sosteniendo la dinamismo de esta obra, desde la primera vez que salió a escena, con su estado de sedienta de venganza, dado que ello es lo que identificó como su único destino posible), me gustaría dar especial mención al coro, esto es: cada vez que intervenían me tenían con los pelos de punta, sus integrantes nos mantenían en escena de manera irremediable. Es tal la potencia de su proyección (y tómese en cuenta que el Teatro Central, no es precisamente un pequeño teatro de barrio en sus dimensiones), que “ritualizaban” con sus partituras de movimiento y cánticos, puntos de inflexión de la dramaturgia, o  que te atravesaban con sus miradas ansiosas, para mantener a Electra en el destino que ella misma se entregó. E incluso, cuando hicieron de las veces de las Erinias, persiguiendo a Orestes tras haber asesinado a su propia madre, dado que él puso por delante vengar a su padre (entre otros ejemplos, dignos todos ellos de mención).

Foto Elena Davidson

Foto Elena Davidson

 

O qué decir de su escenografía, compuesta de varias bañeras con las que iban configurando la “arquitectura” que delimitaba los desplazamientos, o en función de la relación espacial que tenían los intérpretes, regulaban los estados de ánimos de sus personajes. Dotando de matices a cada gesto, a cada palabra…, y justamente así, es cómo se consigue revivir y representar (en su sentido etimológico, es decir: representar, es hacer presente lo que está ausente),  a personajes tan míticos como los que fueron llevados a un escenario, con la responsabilidad y la valentía adecuadas ¡Insisto, con bañeras! que de ningún modo cualquiera que no conociese a esta compañía, se le hubiese ocurrido.

Tan sólo pretendo transmitirles el valor que tiene acercarse a los “grandes clásicos” del teatro, porque éstos son una garantía a la hora de representar parte de los orígenes del drama humano de occidente: nuestras contradicciones, los deseos más nobles, como también,  los que proceden de una alienación generada por una injusticia irresoluble, que lleva a una escalada de más y más, injusticias entre los involucrados…, el caso es que

Elektra.25 de Ricardo Iniesta/Atalaya, no sólo ha hecho una versión soberbia, espectacular y nada pretensiosa; sino que además, que este tipo de montajes hacen una labor pedagógica, al acercar a las nuevas generaciones obras de este peso, con un lenguaje que consigue combinar el dinamismo, con la solemnidad de una tragedia como Electra.

Foto: Félix Vázquez

Foto: Félix Vázquez

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