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Como si la ola de calor no bastara, Sevilla vivió una combustión sonora de proporciones épicas con dos nombres mayúsculos del mestizaje musical y la rebeldía global: Cypress Hill y Molotov. En el marco del Icónica Santalucía Sevilla Fest, la Plaza de España se convirtió en un hervidero de cuerpos sudorosos, manos al aire, y efluvios cannábicos que flotaban sobre beats agresivos y guitarras encabronadas.

 

Contra todo pronóstico y alterando el orden previsto, Cypress Hill fueron los encargados de abrir fuego. Lo hizo primero DJ Lord (miembro también de Public Enemy), que se encargó de calentar los ánimos con una descarga vertiginosa de scratches y beats, conectando con la energía de la plaza y preparando el terreno para la aparición estelar de B-Real y Sen Dog.

Foto: Juan Antonio Gámez

 

Arrancaron con “When the Shit Goes Down”, y desde ese instante, Sevilla se vino arriba. El público, entregado, coreaba, saltaba y bailaba sin tregua mientras la banda desplegaba su arsenal: “Cock the Hammer”, “Latin Thug”, y la imprescindible “Lowrider”.

Uno de los momentos más celebrados fue el ya mítico Weed Medley, una oda verde a la marihuana, sello distintivo de una banda que ha hecho del activismo pro-cannabis parte esencial de su identidad artística. Los californianos no solo fuman en el escenario, sino que convierten ese acto en una performance ritual, una declaración política y cultural.

 

Foto: Juan Antonio Gámez

 

Pero si hubo un instante verdaderamente mágico, fue con los primeros acordes chirriantes de “Insane in the Brain”, coreada por toda la plaza en estado de trance. Y, por si fuera poco, se permitieron cerrar su show con un guiño inesperado: “Jump Around”, de House of Pain, versionado con toda su potencia y dejando al público completamente desbordado.

 

Foto: Juan Antonio Gámez

 

Tomaron el relevo los mexicanos Molotov, que se encuentran celebrando su gira de 30 aniversario. Y vaya si lo celebraron. Abrieron con la demoledora “Pendejo”, una mezcla de burla, autocrítica y denuncia que resume a la perfección su estilo: directo, sarcástico, y sin pelos en la lengua.

El repertorio fue un repaso generoso a su historia, con trallazos como “Amateur” (inolvidable versión del “Rock Me Amadeus” de Falco), “Frijolero”, “Gimme the Power”, y una inesperada pero muy bien recibida “Marciano”, reinterpretación del clásico de los Misfits que pusieron a girar con un groove hipnótico gracias a las líneas de bajo de Micky Huidobro y Paco Ayala, escoltados por el implacable baterista Randy Ebright El Güero, verdadero motor rítmico de la banda.

Antes del cierre, se marcaron una versión punkarra y fiel de “Demolición”, de los legendarios Saicos peruanos, banda de garaje rock, auténticos precursores del punk.

 

Foto: Juan Antonio Gámez

 

Pero el final aún guardaba sorpresas. Tras una breve pausa, Molotov regresó para encadenar tres cañonazos sin descanso: “Cholo”, “Matate Tete” y la inevitable “Puto”, que desató la locura total. Como colofón, invitaron al escenario a todas las “minas” presentes a bailar con ellos al ritmo del irreverente “Rastamandita”:

¡Baila rica nena, sabrosito!
¡Baila rica nena, más pegadito!

Un broche festivo y provocador, marca registrada de una banda que, a tres décadas de su fundación, sigue sabiendo prender fuego a cualquier escenario.

Sevilla ardió entre distorsión, flow latino, nubes aromáticas y una conexión generacional palpable. Cypress Hill trajeron la vieja escuela del hip hop con el carisma intacto. Molotov, por su parte, demostraron que la crítica social, el desmadre y la energía metalera no entienden de años ni de modas.

Una noche que dejó a la Plaza de España más caliente que nunca y a los asistentes con el subidón —natural o inducido— de haber vivido uno de los grandes conciertos del verano.

 

Foto: Juan Antonio Gámez

 

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