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Por Marcos Rodríguez Velo


Robyn es el prototipo de disco-diva de este inicio de siglo: una posible comparación sería la Donna Summer de los años setenta o la Miss Kittin de los noventa, pero sin la sensualidad de la primera o las drogas de la segunda. Röyksopp por su parte son los reyes de la indietrónica de esta generación. En el 2001, con Melody A.M., nos trajeron unos sonidos lentos y glaciales que influyeron en todos los discos synth-pop de la sucesiva década. El encuentro entre este trío de artistas ya tuvo algunos episodios previos, tanto en el estudio (The Girl and the Robot en Junior o None of Dem en Body Talk) como en directo, y la unión parece seguir dando resultados dignos de mención.

Este nuevo disco – un EP con ínfulas de álbum – retoma de manera excelente los trucos productivos de Svein y Torbjørn, mezclando su saber hacer con la voz de la cantante sueca en un ejercicio equilibrado, nunca banal y muy disfrutable tanto para el oyente ocasional de música pop como para el amante de la softrónica nórdica. La paleta sonora viaja desde el slow jazz (Monument) hasta el techno progressive (Sayit), del EDM-house llenaestadios estilo Avicii (Do It Again debería tener un éxito enorme en EE.UU.) al electropop (Every Little Thing), para cerrar con una melancólica pieza ambient (Inside the Idle Hour Club).

En resumen, un conjunto de canciones que no añade mucho a lo ya conocido de los productores o de la cantante, pero que se deja escuchar en bucle, sobre todo por la óptima capacidad de adaptación al espíritu musical contemporáneo del dúo, que usa la voz de Robyn como un instrumento, dejándole poca libertad de movimiento en pos de la construcción de una máquina techno casi sin alma, glacial y motorik.

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