Seleccionar página

En el coloquio que se llevó a cabo tras la representación, Patricia Trujillo (quien se encargó de la dramaturgia, co dirigió, produjo y fue una de las actrices de esta pieza) comentó que uno de los mayores retos a la hora de montar a La Estupidez fue escenificar los roles que interpretaron estos profesionales, hasta llegar al punto de “guerra total”. Final que ellos tenían claro desde el principio, que debía cerrarla.

 

Estos profesionales son conscientes de que lo más común es fijarnos en las consecuencias de lo que se ha ido “sedimentando” en una persona y grupo de personas, más que en los factores que propiciaron el desarraigo de uno o más individuos de una comunidad de personas; la construcción de una identidad colectiva a costa del acoso y derribo del supuestamente “diferente”; que a su vez ello funcione como dispositivo disciplinario para coaccionar a todos los individuos en juego, con terminar solos; etc.… El caso es que ante este panorama resulta tentador no aspirar a construir un vínculo fuerte con nadie, puesto que siempre se corre el riesgo de que, tarde o temprano, uno será el “objeto de consumo” de los que han abusado de su posición de poder, o quizás, porque al final uno rara vez será tratado como merece. Sí, les hablo de esos contextos en los que se cae a la conclusión de que “nada de lo que se haga estará bien. Entonces, mejor seguir el camino que cada uno se haya marcado, independientemente, de que ello vaya en beneficio o no de lo colectivo”

Por otra parte, Piermario Salerno (codirector de escena y ayudante de producción de este montaje) tras el coloquio, me subrayó que La Estupidez está diseñada para que los espectadores nos sintamos reflejados, esto es: se haya ejercido en el pasado acoso a algún individuo, uno haya sido ese individuo que haya sufrido dicho acoso o haya sido uno de esos “aliados silenciosos” que no interviene por temor a “futuras represalias”, o, simplemente, por falta de empatía para con el otro. Es que esta obra no deja escapatoria a nadie, siendo que se van desplegando sobre el escenario unas imágenes/ situaciones de lo más siniestras y crudas: una vez más, la extra cotidianidad de las artes escénicas son mucho más elocuentes en sus contenidos, que lo que nos rodea en nuestro día a día.

 

Foto: Salud Picchi González-Alorda

 

Con el aliciente de que si las partituras de movimientos y otras cuestiones asociadas al trabajo actoral de sus intérpretes, no hubiesen sido hechas desde su despersonificación o el desarrollo de arquetipos, esta obra hubiera quedado en un buen intento, o dicho de otro modo: los integrantes de esta compañía andaluza han tenido el acierto de ensamblar un montón de escenas en vez de “contarnos” una historia. Las cuales las habrán recogido de los testimonios de sus estudios y consultas a estudiantes de educación obligatoria o incluso a personas relacionadas con lo que llaman “nuevas masculinidades”. Ejemplos de una metodología de trabajo que caracterizan a los proyectos de Salamandra Cía. Teatro Social, que busca, entre otras cosas, continuar un diálogo con la sociedad que los ha hecho posible, bajo una finalidad pedagógica que respete los Derecho Humanos de todos. Se puede estar más o menos de acuerdo con el enfoque o la emisión de ciertas acciones/ afirmaciones dentro de los proyectos de esta compañía. Sin embargo, cada uno de ellos promueven la reflexión sobre lo que nos excede y la auto evaluación de lo que hemos hecho con nuestras vidas, manteniendo al espectador o a la persona que asiste a sus talleres en permanente alerta. De tal modo de que nada debe ser tomado por bueno o por hecho, incluido lo que parezca que es “unánime” en sus foros.

En lo que a mí respecta, intenté sin éxito mantener la postura de “persona que analiza una obra con la idea de, posteriormente, escribir sobre ella”, ya que, por un lado, La Estupidez me retrotrajo a emociones y lecturas que he vivido en el pasado, y por otro, todo era tan real y abstracto al mismo tiempo, que posicionarse como “científico que observa una muestra a través de un microscopio”, no es sostenible durante su representación. Así, mi grado de consciencia paso a un estadio en el que predominaba la semiótica.

Foto: Salud Picchi González-Alorda

 

La Estupidez es una obra cuyo arco narrativo va desde la ingenuidad de quien hasta ahora carece de criterio y el contraste de diversas experiencias, a un punto donde un raciocinio desaforado de sus habitantes les dirige, irremediablemente, a desconfiar de todos, incluidos de ellos mismos. De tal forma que, la supervivencia está enfocada en la conservación de la integridad física y la superación de un estatus social para con los otros, aunque ello suponga pagar un alto precio en salud mental de uno o de los demás. ¿Será posible que muchos se sienten más cómodos lidiando con el conflicto, dado que no se quiere parecer el más “tonto”? ¿De verdad la resolución no violenta de conflictos está abocada a pequeños “espacios de resistencia”, en donde sus miembros comparten más o menos los mismos valores?…

Afortunadamente, no se está “luchando” contra la Ley de la Gravedad, ya que, nosotros los seres humanos, somos capaces de adaptarnos a escenarios que apenas contemplábamos en nuestros pronósticos. Aún nos queda intentar ser consecuentes en nuestras acciones y pensamientos, creando condiciones de posibilidad que nos permitan disfrutar de un mundo más amable de habitar. Y si en esto no creyesen los integrantes de Salamandra Cía Teatro Social, supongo que se hubieran dedicado a algo que, digamos, les garantizasen resultados más rápidos. Personalmente, yo salí de este pre estreno con la sensación de que han hecho una obra brutal que me ha “atrapado” desde el principio, y a la vez sencilla en recursos que, de seguro, tocará los cielos en cuanto consiga representarse más.

 

Foto: Salud Picchi González-Alorda

 

 

Comparte este contenido