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Salvática Teatro lleva su versión de Ópera de Tres Centavos de B.Brecht al Teatro TNT de Sevilla. Haciendo que nosotros los espectadores, salgamos de dicho teatro habiéndola pasado genial, y con muchas cosas que pensar sobre la realidad que nos rodea. Siento que como otras tantas ocasiones de la historia de la humanidad, esta obra sigue siendo rabiosamente actual.

Una de las posibles acepciones que se le puede aplicar a una persona que calificaríamos como nihilista, es que ésta no se rige por ningún principio o valor tradicional. Moviéndose a la deriva, buscando entre sus impulsos y deseos más básicos, con el cometido de concretar sus objetivos. Por tanto lo que le hace operar de una forma u otra, no responde a un principio común nacido de un contrato social.

Dicho lo anterior, cabe acercarse con detenimiento a uno de los mensajes contenidos en el texto de la Ópera de Tres Centavos de B. Brecht, donde la irrupción del sistema capitalista en cada ámbito de nuestras vidas, supone que hay que saltarse mucho de esos principios y valores tradicionales para subsistir en el día a día, a menos que uno decida invertir en salud. Ya que el entorno en el que está enmarcada esta obra, nos invita a pensar que ser una persona honrada no es garantía para comer y triunfar en la vida. Más tampoco se justifica que todo vale; en realidad se nos perfilan una serie de personajes “busca vidas”, que ante sus inhabitables destinos, han concluido que el pragmatismo es el único salvoconducto para la subsistencia.

Ello no es sólo consecuencia del profundo proceso de secularización, que ha pasado nuestra sociedad occidental en los últimos siglos; sino que además, se corresponde a que mucho de los valores cívicos que sustentan nuestra cultura política, fueron diseñados para personas pertenecientes a clases sociales desahogadas. Así que los que no son capaces de valerse por sí mismos a través de sus medios materiales, pues, quedan renegados al lugar del lumpen, esto es: K. Marx situaba a las personas que están fuera del sistema de producción capitalista (el cual está compuesto por: dueños de medio de producción y quienes trabajan, para los anteriores), o sea prostitutas, personas sin hogar, estafadores y pícaros, etc…, como lumpen. O dicho de otra manera, aquí estarían contenidos los que viven al margen de sistema, pero subsisten gracias a las “sobras” que deja el mismo. He allí que la clase trabajadora es considerada fundamental para el funcionamiento del sistema, dado que la fuerza de trabajo que desempeñan en la interpretación de su rol, son un pilar para que el sistema se reproduzca y crezca. Por tanto, las personas que se les asigna en el grupo del lumpen conviene ocultarlas, presentarlas como anomalías, como seres abyectos

Ahora bien, los personajes de la Ópera de Tres Centavos son seres que han quedado totalmente desengañados de los valores tradicionales, que aunque parezca que aún siguen vigentes en la práctica, no todos han apostado por permitírselos. Siendo que su firme cumplimiento puede llevarnos a “desaprovechar” oportunidades de negocio y de crecimiento de estatus social. De esta manera, el sistema capitalista aboca a los más desfavorecidos a posturas nihilistas, y los que no sucumben a semejantes tentaciones, son los que no han sido capaces de superar valores tradicionales que se han preocupado más en configurar modelos disciplinarios de relaciones interpersonales, que dar respuestas a todas las situaciones por las que puede pasar un ser humano, por más que presuman de ser universales, e incluso redentores. Los hay quien, digamos, que se les agotó la paciencia a la hora de esperar que los frutos de sus esfuerzos, saldrán a la luz más pronto que tarde. Lo cual se ve claramente reflejado en personajes como Mac Navaja, Polly y Peachum padre; quienes han apostado por buscarse la vida por las periferias que permiten los “puntos ciegos”, del sistema moral y económico de la sociedad occidental.

De esta manera, se nos representan una serie de situaciones que dan evidencias de las ridículas y degeneradas circunstancias que tienen que afrontar estas personas, que aunque no tengan maldad, sus banales actos y pensamientos, hacen del  mundo que escenifican un lugar terrorífico. No obstante, no hay escena en la que sus personajes consideren que no merezca la pena cantar y celebrar que aún están vivos, y que todavía ellos se las pueden arreglar para salirse con la suya. Lo cual me sugiere que el formato de teatro musical de esta pieza, nos deja en claro al menos dos cosas: primero, que al ser un musical nos recuerda que estamos viendo un espectáculo que puede entretenernos y divertirnos, y en esa medida se habla de ciertas cosas con un lenguaje que cualquier puede entender, sentirse reflejado…, de tal manera que posee una vocación pedagógica, en la que se subrayan cuestiones que en ocasiones pasan desapercibidas. Y por otra lado, el que se traten estos temas a través de este formato, plantea que nuestra sociedad se ha convertido en un “gran escenario”, en el que las situaciones surrealistas y disparatadas son una consecuencia inevitable, dadas las contradicciones por las que pasan las personas más desfavorecidas.

Con lo que respecta a cómo fue dispuesta a escena esta obra, por parte de Salvática Teatro. Cabe señalar que en la dirección y en la interpretación de sus actores y actrices, se percibe a la perfección el espíritu de la Ópera de Tres Centavos, siendo que fueron los que más se divirtieron de toda la sala: parecía que estaban jugando como niños. Era cuestión de tiempo, para que todo el público quedase atrapado en cada una de las acciones que se sucedían en escena. No cesaban las risas, numerosos ojos de los espectadores se resistían a  parpadear. El equipo de intérpretes de Salvática Teatro se llevó una acalorada ovación, llena de admiración y agradecimiento, por habernos regalado a nosotros los espectadores, una tarde mágica.

Si es que parecía que estábamos viendo uno de los cortos animados de Felix el Gato (más concretamente, los publicados en la década de los años veinte: la cual coincide con la década en la que se estrenó esta obra de B. Brecht), donde llevarlo a lo surrealista, lo grotesco, lo absurdo…, eran varios de los recursos  posibles para afrontar un texto tan complejo, y a la vez tan rico de posibilidades. He allí que este grupo de intérpretes, compuesto de estudiantes de las tres últimas ediciones de los Laboratorios de TNT/Atalaya, hayan sacado toda la versatilidad obtenida de sus años de formación, para hacer que estar en escena representando esta obra, sea como estar en casa para cada uno de ellos. Y tengo la convicción que de eso se trata actuar sobre un escenario.

Salvática Teatro ha hecho un trabajo maravilloso, y me llena el corazón ver como este grupo de intérpretes nos hayan demostrado que con mucho empeño y afecto a su oficio, son capaces de revalorizar un texto que aunque hable por sí solo, no sería suficiente. Dado que una obra de teatro por más importante que sea, se queda relegada a la historia de la literatura dramática, a menos que venga un grupo de valientes que la reactualice representándola ante sus contemporáneos.

Sin olvidar,  que llevamos unos cuantos años en los que la juventud de este país se percibe desesperanzada, con la sensación de que ha sido estafada. Ante el hecho de que  a muchos se les vendió desde numerosos frentes, que con honradez, tenacidad, confiar en uno mismo, etc…, será suficiente para poder desarrollar un proyecto propio de vida. Y no es un secreto que mucho talento de este país ha tenido que emigrar para ejercer dignamente su profesión, los hay que subsisten  saltando de un trabajo temporal a otro, o qué decir, de los estudiantes que llevan claro que una vez que acaben su formación, se las ingeniarán para irse de su ciudad de origen, o incluso del país. Y no menos trágico, aquellos que teniendo mucho que aportar a esta sociedad a través de sus competencias profesionales, ni siquiera han sido contratados con un contrato, siendo abocados a crecer únicamente en lo que corresponde a lo cualitativo. En fin, estas cosas y más hacen muy actual y necesaria, la representación de la Ópera de Tres Centavos de B.Brecht, ya que una vez más las artes escénicas, nos inducen a la reflexión de nuestras realidades individuales y colectivas.

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