Por Marcos Rodríguez Velo
Cuatro largos años han pasado tras el lanzamiento del, entonces, debut homónimo de Santigold. El hype que provocó estaba más que merecido, ya que sus canciones, vibrantes y que conformaban una llamativa mezcla de géneros musicales, llamaron la atención de mucha gente y aparecieron en gran cantidad de medios y anuncios publicitarios.
Es de suponer que Santi White no tenía la intención de esperar tanto tiempo hasta el lanzamiento de su nuevo disco, pero la repentina e inesperada fama que obtuvo, sumada a las complicaciones legales con el uso del nombre Santogold, pueden ser vistas como razones para este retraso.
Para la creación de Master of My Make-Believe Santigold parece haber tomado las bases de su debut y amplificar todo para hacerlo más grande, más ruidoso y con más ritmo. En cierto sentido, vemos a una Santi que se presenta furiosa, buscando pelea y dejándose por el camino parte de la diversión que desprendía en su primer trabajo. Como si intentase demostrar algo, las letras revelan a una persona en busca de la fama pero reticente por la artificialidad que esa fama conlleva. Puede que esté cansada de las comparaciones con M.I.A., no en vano Santigold fue una de las artistas que aparecieron al amparo del éxito obtenido por la cantante londinense. Y, sinceramente, M.I.A. surgió antes y hace lo mismo pero mejor.
Dicho lo anterior, Santigold ha sabido rodearse de buenos colaboradores para la producción de este nuevo álbum. Por ejemplo Diplo, que aporta su visión de la cultura de club más desconocida, o algunos miembros de Yeah Yeah Yeahs o TV On The Radio, que amplían los horizontes pop de la música de Santi. Juntos han creado un disco plagado de ganchos musicales y melodías pegadizas, pero cantadas con una voz que rara vez destaca por sí misma.
En cuanto a los temas más destacados, nos encontramos con GO!, que nos da una idea de por dónde discurrirá el resto de canciones, o la corta pero gloriosa Freak Like Me, con su coro repetitivo que incita al oyente a cantar con ella. Mientras, por otra parte, las canciones más lentas se apoyan más en las sensaciones, como The Riot’s Gone o The Keepers y su cautivador estilo que nos remite a los 80.
Combinando lo mejor del pop, funk, rock y dub, el álbum transcurre de principio a fin con esa brillantez sin pulir que una niña exaltada y con talento es capaz de mostrar sin llegar a la excelencia.
A pesar de que el desfase temporal entre sus dos discos ha permitido que el resto de la escena musical beatpop se haya puesto al día, Master of My Make-Believe es un disco distintivo de una artista que se ha visto un poco superada por las influencias en las que se inspira. Y, por último, no podemos olvidar ese tono rabioso y a la vez un poco ambiguo de ciertos temas. Como mencionamos antes, en Fame canta “We don’t want the fame. Oh, we want the fame.” ¿En qué quedamos? Probablemente Santi debería reflexionar sobre esto y volver cuando lo tenga más claro.
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