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Segismundos. El arte de ver  usa como soporte La Vida es Sueño de Pedro Calderón de la Barca con la idea de que, nosotros los espectadores, mantengamos un pie en la tierra y otro tan lejos como nuestra imaginación nos permita. En esta línea, Cía. Nacional del Teatro Clásico/Antonio Álamo  con esta pieza bordea, se asoma, le hace preguntas por las perplejidades que les suscita, ironiza, etc.… a dicho clásico de la literatura. Por si queda alguna duda afirmaría, que este trabajo no pretende participar en el “foro” historiográfico sobre cómo hemos de estudiar y entender esta obra de este escritor español, sino más bien, es una “travesura” que zarandea de un lugar a otro a la misma, para que desde sus “fisuras“ quepa introducir cuestiones que han hecho de esta obra algo universalizable.

 

Pensar un tiempo en esta cosa tan barroca y bizarra que consiste en buscar la manera de distinguir si estamos despiertos o no, o si nuestra identidad ha estado tan condicionada por lo restringidos que han sido los espacios en los que nos hemos desenvuelto, que quizás todavía no sabemos quiénes somos en realidad.  Nos aboca a hacer  paralelismos con aquello que podemos extraer del papel que desempeña el personaje de Segismundo en la obra original de Calderón  de la Barca, dándonos pie a problematizar a lo que nos enfrentamos en nuestro cotidiano. En tanto y cuanto que una pintoresca historia sobre un príncipe de Polonia que pasa casi toda su vida encerrado en lo alto de una torre, serviría como alegoría para explicar muchas cosas. Empezando, cómo no, con cuestiones del tipo biográfico: ya sabéis, muchas veces nos acogemos a historias procedentes de la literatura, del cine, etc.… para dar con las palabras, con las imágenes que nos ayudan a terminar de expresar lo que hemos vivido, y no menos importante, el cómo lo hemos vivido.

En Segismundos. El arte de ver emergen  testimonios de una de una de sus actrices, Sara Gómez Barker, quien en la última parte de obra junto a May Monleon, representa algunas anécdotas y reflexiones de su infancia, exponiendo cómo uno con inocencia y falta de información no  sabe diferenciar qué es ver bien de no. Lo cual hace inevitable preguntarse sobre cuáles son los parámetros que determinan el “ver bien”, más allá de lo que corresponde a la medicina. Es decir: ¿En qué medida percibir lo que nos rodea de forma “nítida”, nos garantiza un mayor conocimiento?¿Acaso las personas que se nos han diagnosticado astigmatismo y usamos gafas con una fórmula que se adecúan a nuestras necesidades médicas, no tenemos acceso a al menos a dos formas de ver a la realidad?

Cía. Nacional del Teatro Clásico/Antonio Álamo

Cía. Nacional del Teatro Clásico/Antonio Álamo

 

Es un hecho que vivimos en un mundo que ha situado el sentido de la vista como el más importante; y más si cabe en la actualidad, donde las redes sociales, el internet, o la llamada “publicidad disruptiva” han ido ganando más terreno en últimos años. Es conocido que Sócrates de la Antigua Grecia, hablaba en los diálogos de Platón que el “desvelar”, “desenmascarar”…, estaban íntimamente relacionados con el entendimiento y la sabiduría. A dónde quiero llegar con todo esto, es que lo que podemos aprender de poner en diálogo las experiencias de Sara Gómez Barker con el personaje de Segismundo de La Vida es Sueño, es que hemos normativizado una manera de ver y percibir la realidad como la que todos hemos de aspirar. Estandarizando todo a tales niveles, que los puntos de vista de ambos quedan desacreditados en lo ontológico y epistemológico.

Es como si confundiéramos “lo correcto” con lo estandarizado, como si una persona que haya pasado por lo mismo que Segismundo de esta emblemática obra del barroco español, sus palabras y sus actos no tuviesen un valor y un significado fuera de lo que le han adjudicado como “un ser asalvajado”: Aquí  de lo que se trata es de salir de lógicas binarias que han deshumanizado a seres humanos. De lo contrario, los demás quedarían absueltos de cualquier responsabilidad para con sus semejantes, ya que muchos se comportan como: “más no se puede hacer, hemos de atender a las necesidades de la mayoría” ¿Qué tanta gente hay en esa presunta “mayoría”, si, básicamente, cada persona pertenece a algún colectivo que ha partido con desventaja con respecto a dicha “mayoría”? ¿Qué tipo de ser humano se está intentando promover siendo consecuentes con estos estándares?  ¿De verdad seguimos vendiendo la idea de que  hay quien precisa “estar soñando” para sentirse más íntegros ante la “mayoría”, porque su condición no se lo permite de ningún modo? Desde luego que una discapacidad es una cosa determinante en las vidas de las personas que lidian con ellas, pero al mismo tiempo, estas personas son capaces de valerse de su creatividad, del apoyo de sus allegados, de recursos dispuestos por las Instituciones Públicas e iniciativas de la sociedad civil, etc…,  para dignificar sus vidas y llegar a sus propias versiones de emancipación.

Cía. Nacional del Teatro Clásico/Antonio Álamo

Cía. Nacional del Teatro Clásico/Antonio Álamo

 

He allí que los personajes que interpretan Abel Mora, Cristofer Ortiz y Helliot Baeza sirven de contrapunto para mostrar que el terreno en el que se mueven todos los personajes de esta pieza, no se ha reducir a que Sara Gómez Barker “necesita estar soñando” para actuar como una “vidente con plenas facultades”, o que el personaje de Segismundo en la obra original actúa en consonancia a lo que había “vaticinado” aquella luna roja del día de su nacimiento. Dando lugar, a que los personajes de Basilio y de Clarín en Segismundos. El arte de ver, se complementen en la labor  de desvelar que aquello  que es llevado al nihilismo, es más contingente de lo que parecía en un principio. He allí que proceda actuar de un modo performativo para ir constituyendo precedentes a los cuales las personas que nos sucedan se puedan acoger. Es decir: Quizás a día de hoy todo queda por hacer en un mundo en el que hay una crisis de valores, pero ello no deja de ser una oportunidad para promover un nuevo paradigma en la que todos los seres humanos sean tratados como seres humanos. Recuérdese ese “Dios ha muerto” de Friedrich Nietzche, en donde a pesar de la “muerte de Dios”, todavía hay gente que vela a su cadáver, mientras éste no para de desprender un terrible hedor.

Segismundos. El arte de ver es una obra tan retorcida y extravagante como la propia La Vida es Sueño, y si no hubiese contado con profesionales como Sara Gómez Barker y Abel Mora que conformaban la columna vertebral de esta obra (en serio, cada una de las acciones de ambos dieron muestras de consistencia y verdad); o Helliot Baeza y de Cristofer Ortiz, que fueron tan efectivos y precisos como un cirujano que tiene muy claro lo que tiene que hacer, y sale con éxito de su cometido. Esta obra se hubiese quedado en una sugerencia de lo que se habían representado Antonio Álamo en su cabeza. Quien, dicho sea de paso, sacó adelante una obra muy valiente en lo estético y en su mensaje. Porque cualquiera del público en los tiempos que corren, se quedarían con sus “resistencias internas” para seguir acomodándose en los fundamentos que hasta ahora le han funcionado en aquello que le da sentido a sus vidas y, digamos, le han “entretenido”.

 

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