Por Marisol Gándara
Participamos del desencanto y del movimiento de la utopía
y es que sospecho que más allá del cuento,
después de todas las manzanas y los melocotones,
tras tanta ingesta de carne y objetos
nada puede despertarnos, amor,
porque nunca, nunca, nunca,
estuvimos sujetos al sueño ajeno:
sujetamos nuestro sueño al suelo
al espejo, a la carne
multiplicidad inabarcable.
Por eso pegarnos firmemente a la materia
adherirnos a un u otro bando
proclamar que donde toco y escribo
donde ensalivo y lamo
es la mejor de las opciones.
La utopía no se ha acabado
porque cada día comienza al levantarnos,
creemos inútilmente que creer
podrá algún día liberarnos.
Participamos del desencanto
y renunciamos sólo a creer en cuentos,
urnas, construcciones que promulgan
que la realidad en la cabeza, ese sistema abstracto,
es mejor que la cabeza en la realidad
entre mis piernas o mis manos.
Pero que no es ético decir que al derecho renunciamos
nos privamos del derecho de soñar con el cambio
quizás por eso inauguramos una nueva postura
y ya estemos cambiando.
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